**Capítulo 18: Fotos**
El sol se colaba a través de las ventanas de la cocina, iluminando el espacio con una calidez que apenas podía sentir. Me encontraba preparando una merienda sencilla, tratando de distraerme mientras esperaba a que llegaran mis amigos. Mis padres se habían marchado al mediodía, dejándome con una sensación de vacío que apenas podía soportar. Mientras untaba mantequilla en unas tostadas, las palabras de Elián resonaban en mi mente: «Se llevaron a mi hermana mientras yo intentaba detenerlos...».
—Cinco añitos, por Dios —murmuré para mí misma, sacudiendo la cabeza con desdén.
Era cruel, y no podía dejar de pensar en lo que eso significaba. Me preguntaba por qué Elián había mencionado: «Creo que mi hermana está en tu grupo de amigos». ¿Podría ser que su hermana fuera Kira? No, eso no podía ser. Ambos no estarían tonteando de esa manera si fuera ella. ¿Y Zafiro? La conocía bien; si ella hubiera tenido una conexión con Elián, ya lo sabríamos. Solo quedaba... ¿Isabella?
Fruncí el ceño al pensar en ella. No sabía mucho de Isabella, solo que era la chica popular del instituto, con una belleza de Barbie y una personalidad que al principio me pareció hueca, pero que se había demostrado más compleja. Sin embargo, me había hecho sentir incómoda desde el primer momento. ¿Y si...?
El timbre de la puerta sonó, sacándome de mis pensamientos. Fui a abrir y me encontré con Leonardo, su rostro iluminado por una sonrisa nerviosa.
—Hola —dijo, entrando en la casa mientras cerraba la puerta tras él—. ¿Estás lista para investigar?
Asentí, intentando ocultar la confusión en mi mente. Nos dirigimos a la sala, donde se sentó y, de su mochila, sacó el viejo expediente que habíamos encontrado y decidió él llevárselo para investigarlo. La carpeta de cartulina se veía maltrecha, abandonada durante años.
—Mira esto —dijo Leonardo, mostrándome la parte trasera de la carpeta—. Esto es lo que veo que hay adentro.
Levantó la carpeta a contraluz, y noté lo que me había dicho. Mi corazón latía con fuerza.
—Vamos a buscar en Internet cómo abrirla. —sugerí, tratando de mantener la calma. La curiosidad me podía más que el miedo.
Después de encontrar un método para abrir la cartulina laminada con una plancha, seguimos los pasos cuidadosamente. Mientras esperaba a que la plancha se calentara, sentí que la ansiedad me invadía. ¿Qué encontraríamos dentro?
Finalmente, abrimos la cartulina y, con manos temblorosas, sacamos una hoja doblada y varias fotos pequeñas. Las extendí sobre la mesa, mi corazón se detuvo. De las siete fotos, cinco mostraban a niños que reconocía; eran los mismos niños de mi visión aterradora, aquellos que clamaban mi ayuda mientras estaban atrapados en el tanque de cristal. Mientras que las otras dos fotos me resultaban familiares. Me tensé al instante, la respiración me falló y todo comenzó a darme vueltas.
—Andrea, ¿estás bien? —preguntó Leonardo, notando mi expresión.
—Creo... creo que sí. —logré balbucear, sintiendo que me asfixiaba.
Justo en ese momento, sonó el timbre de la puerta.
—Ve a abrir, debe ser el resto. —le dije, intentando recomponerme.
Mientras Leonardo se alejaba, no podía dejar de mirar esas fotos. Las coincidencias me aturdían y mi mente corría descontrolada.
Los pasos resonaron en la sala cuando entraron. La preocupación en sus rostros se hizo evidente al verme así.
—¿Qué tienes, Andrea? —preguntó Kira, frunciendo el ceño.
—Leonardo y yo estábamos abriendo este expediente —les expliqué, señalando el objeto mencionado y luego señalé las fotos—. De las siete fotos que encontramos en la cartulina laminada, cinco fotos son los niños de mi visión.
Sus miradas se centraron en las imágenes, y un silencio tenso llenó la sala. Kira rompió el hielo.
—Esto es... inquietante. Me da miedo lo familiar que se me hacen esas fotos. —bromeó, aunque su voz temblaba un poco.
Anthon asintió, mirando las fotos con atención.
—¿Quiénes son esos dos? —preguntó, señalando las fotos que no había reconocido.
—No lo sé —admití—. Nunca los he visto, aunque me resultan extrañamente familiares.
Cada uno tomó una foto en sus manos, y en ese instante, Isabella jadeó.
—Se parece a mí. —murmuró, abriendo grandes los ojos.
La sala se quedó en silencio, todos miramos a Isabella mientras ella comparaba la foto con su rostro.
—¿Cómo es posible? —preguntó Zafiro, acercándose—. ¿Podría ser tú de pequeña?
Isabella asintió lentamente, angustiada.
—No recuerdo mi infancia y mis padres evitan hablar de eso. Es como un tema tabú... Pero esta foto —dijo, señalando la imagen— es idéntica a una que tengo guardada, según mis padres, esa es la única foto de pequeña que tienen de mí.
—¿En serio? —preguntó Kira, ahora muy interesada.
Isabella colocó la foto junto a su cara, y todos nos acercamos para compararla. Las similitudes eran impactantes.
—Esto es... complicado —murmuró Zafiro.
Sentí cómo el misterio se expandía como una bola de nieve. Isabella temblaba, y sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Si de verdad soy esa niña, entonces también estuve atrapada en ese tanque y sabrá Dios que me hicieron... —dijo con voz temblorosa. Kira y Zafiro la abrazaron cuando tomaron asiento a su lado, brindándole consuelo.
Hice una mueca de tristeza.
—¿Y si te equivocas con la visión, Andrea? —preguntó Isabella, la angustia reflejada en su rostro.
—No estoy segura si es real la visión o no. —respondí con sinceridad, sintiendo impotencia al no poder darle tanto a ella como a nosotros una respuesta concisa.
Las lágrimas comenzaron a caer silenciosamente por las mejillas de Isabella, mientras Kira y Zafiro la sostenían. Anthon y Leonardo miraban, incómodos, sin saber qué hacer.
La puerta sonó nuevamente, y avisé que yo abriría. Cuando fui hasta allí y la abrí, me sorprendió ver a Elián. ¿Cómo supo dónde vivo? Ah, claro, es un hacker y el que nos proporcionó la dirección de un laboratorio secreto abandonado por muchos años.
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Editado: 05.12.2024