Sareya frunce el ceño y se acerca a mí con la intención de empujarme o hacerme daño. Por suerte, Sarahí la intercepta y la agarra por detrás sujetándole ambos brazos, no me hubiera gustado que fuese yo el que la detuviera. Por más ira que tenga hacia ella, no tengo la suficiente valentía para lastimarla.
—¡Eres un maldito traidor!—me dice ella con los ojos sollozos mientras forcejea con el objetivo de liberarse de los brazos de Sarahí—¡Confíe en ti todo este tiempo! ¡Todos los ángeles son unos traidores!
Los humanos también lo son.
—Déjame explicarte querida—dice Garsemeo acercándose a Sareya—. Abigael estuvo de tú lado la mayor parte del tiempo. Enserio quería ayudarte. Él era el único ángel que se había negado a hacer la alianza conmigo y con los demás demonios porque su fe en los humanos permanecía dentro él, aún mantenía la esperanza en la creación favorita de Dios. Pero por suerte, él mismo se dio cuenta de que estaba equivocado, de que los humanos son seres mentirosos y pocos de confiar, que solo se dedican a jugar con los sentimientos de las personas y manipularlos para sus beneficios.
Sareya me mira con los ojos rojos de tanto sollozar. Arruga la frente expresando su confusión, como si en realidad no entendiera nada. Pero no me creo su juego, sabe lo que hizo. No voy a dejarme manipular por ella otra vez.
—¿De qué está hablando Abigael?—me dice ella. Aprieto la caja contra mi pecho, tratando de conseguir en ella una especie de protección.
Elian se levanta, pero al instante es agarrado de los brazos por dos ángeles. Estos le hacen presión y Elian suelta un gemido de dolor. Me satisface escucharlo sufrir. Ya no me interesa si es que sea un demonio o no, lo cierto es que lo detesto con todo mi ser, especialmente por lo que hizo con Sareya. Elian me clava la mirada de ira, y yo se la devuelvo manifestando mi orgullo de verlo humillado.
—No te hagas la inocente—le dice Garsemeo a Sareya.
En otra oportunidad la hubiera defendido, pero ahora no puedo. Mi resentimiento a lo que hizo ella, se apodera de mi cuerpo y no me permite reaccionar ante presenciar su sufrimiento. Sareya era lo único que tenía de esperanza por humanidad, lo cierto es que nunca pude liberarme de la envidia que tenía hacia los humanos, aunque también detestaba a los demonios. Pero cuando conocí a Sareya, mi percepción cambió. Conocí a un ser humano completamente diferente a cualquier otro: era linda, graciosa, valiente, me daban ganas de pasar cada minuto con ella y ayudarla. Por ese transcurso, pensé que los humanos podrían haber cambiado, puesto a que la mayoría eran mentirosos, despiadados, asesinos y violadores. Me molestaba como Dios prefería a esa especie que a nosotros, los ángeles. Sin embargo, Sareya me hizo entenderlo, incluso empecé a sentir algo por ella, algo que jamás sentí en todos mis años de mi vida. Me atrajo, es ridículo cuando lo digo en mi mente, pero así fue, y tengo que reconocerlo. Juraba que cuando me dio aquel beso en ese edificio, estaba confirmando lo que sospechaba, de que ella también se hallaba atraída a mí.
Posterior a cuando ella se fue con Elian y yo me quedé peleando con los ángeles caídos. Unos demonios ingresaron a la edificación y me capturaron. Me llevaron al Mundo de los Demonios, exactamente al templo de Garsemeo. Ahí me tuvieron aprisionado por varios días y me torturaron con el propósito de que les cuente todo lo que yo sabía. Por supuesto me negué, debido a que el beso que Sareya me dio, lo tomé como un pacto de amor entre los dos que era imposible de traicionar. Garsemeo al final no le quedó de otra que liberarme, comprendió que no iba a conseguir respuestas, pero me dijo algo que en ese momento no quise creer porque los demonios no tenían ni parte ni suerte sobre mis decisiones:
“Entiendo que tú fe hacia la raza humana siga en ti, pero acuérdate de mí cuando te des cuenta de que estás perdiendo tu tiempo, y que los humanos siempre te van a decepcionar tarde o temprano”.
Ma largué de ahí de inmediato sin hacerle caso. Si él se hubiera encontrado solo y sin su ejército, lo podría haber asesinado sin ningún problema. Garsemeo lo único que quería de mí es que me uniera a ellos, ya que, yo era el único ángel que se opuso a ser la alianza. Mi yo de antes solo tenía un solo propósito, ayudar a Sareya. Garsemeo no sabía nada de la profecía que José nos dijo sobre Sareya, y tampoco de que habíamos hallado uno de los espíritus de Dios. De haber sido así el caso, él no me habría liberado y no hubiera tenido la oportunidad de presenciar la verdad de los humanos; de los mentirosos y manipuladores que son.
Cuando llegué al lugar donde nos hospedábamos en el Mundo de los Cuerpos Glorificados; me escondí entre los arbustos con la finalidad de darle una sorpresa a Sareya, pero al final, la sorpresa la tomé yo cuando la vi besando a Elian. En ese momento, creí que mi mente me estaba haciendo una mala jugada, pero no, lo que estaba viendo era completamente real. El pacto entre los dos se rompió de inmediato, me sentía traicionado por cada segundo que pasaba observando como ella lo besaba apasionadamente y enterraba sus dedos en su cabellera. Trataba de encontrarle algún sentido, alguna justificación…pero fue inútil. Solo comprendía lo que en realidad sucedió: Sareya jamás sintió un cariño hacia mí, solo me manipuló para que la ayudara en salvar a su madre y a su especie. Ella siempre se sintió atraída hacia Elian. ¿Cómo es que no me di cuenta antes? Las miradas que se intercambiaban y la forma nerviosa en la que Sareya se ponía ante su presencia; eran señales que no quise ver en su tiempo.
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Editado: 13.01.2020