Anécdotas del viento

Pequeña recolectora de lechuga

Pequeña recolectora de lechuga, como me gustaría tomar, tus delicadas manos para bailar. Tocar tu rostro de ángel y tu sonrisa lunar, tallar en las estrellas tu mirada color de la mar.

 

Terminaba así su verso, el solitario reparador, mientras daba brillo a sus zapatos de charol.

Contemplaba desde su balcón, a la dulce muchacha que robó su corazón.

Todos los días, con la luz del atardecer, salía a verla y de amor perecer.

La miraba moverse por todo el jardín, entre las espinas, el cardo y el jazmín.

 

La muchacha triste con ojos de mar, recolectaba rosas, lechugas y azahar.

Las regaba cada día con lágrimas frescas, suspiros rotos y versos a medias

Su alma lloraba cada noche sin parar, recordando el amor que conoció en altamar.

Era un hombre de rostro bello y cabello solar, con cálida sonrisa que recordaban a su hogar.

La dulce muchacha en sus manos dejó, su pequeño corazón necesitado de amor.

Mas aquel apuesto joven solo burlas le dio, sin ningún remordimiento su corazón rompió.

Desde ese instante la niña lloró, su amor perdido y su roto corazón.

 

Una mañana que el sol no salió, la dócil muchacha miró su corazón.

Moribundo latía sobre una silla de rosas que ella construyó.

 

Piedad tengan los ángeles de mi amado destructor, peo esta no es vida, pues moribundo está mi corazón

 

Con mano temblorosa, una roca cogió, dejándola caer sobre su frágil corazón.

 

El cielo entero pareció presagiar, la posible muerte que ella deseaba encontrar.

El reparador muy atento, a su amada esperó, como cada tarde, pero no apareció.

Asustado entonces a su hogar corrió, abriéndose paso entre rosas de dolor.

Al llegar a la casa tirada la encontró, cual muñeca de trapo que olvidada se quedó.

 

Desamparado y lloroso en sus brazos la tomó, la llevó a la cama con infinito dolor.

De pronto un rayo dorado proveniente del sol, captó una lágrima que de sus ojos rodó.

Esa gota crecida en sus manos cayó, pero ya no era una lágrima, era un corazón.

 

La voz del viento fue la que le indicó, que hace con aquel obsequio que el cielo le dio.

Sonriente y renovado el reparador depositó, en las manos de su amada el nuevo corazón.

Ahora ambos viven felices en su naciente amor, y ella ya no llora pues él curó su corazón.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.