Como fue de esperarse la noche llego, y aunque Roland había descendido y ocultado la magnificencia de su secreto Edelina no dejaba de mirarle como un milagro, casi enamorada de esa ilusión.
Lo miraba caminar frente a ella y aunque seguía actuando como si lo que había pasado no fuera cierto, su seriedad y compañía tenía un aire nuevo, un aire distinto. Las calles a su alrededor ya no parecían tan reales como antes, eran incluso una proyección borrosa que ella notaba en cada movimiento y en el momento que su vista se perdía, era fantástico que ese lugar la hicieran pensar y sentir tanto en la ciudad.
Un grupo de jóvenes se asentaban allí, dónde Roland la había hecho llegar, y fue entonces cuando después de tanto tiempo finalmente actuó como debía, como el chico fascinante que la había salvado. Aunque claro su reacción no fue más que increíble, se paró frente a todos, a los cuatro chicos que estaban e ignoro la presencia de los jóvenes para dirigirse solo a Edelina.
- Eso fue peligroso... -Dijo dejando un aire de superioridad. - ¿porque sigues actuando como una estúpida?
Sus palabras no sólo fueron severás sino también crueles, su forma de hablar y responder ante un hecho tan insignificante dejaron una expresión singular en el rostro de Edelina.
Su corazón se aceleró pero la adrenalina que la poseía no era para nada linda.
- ¡¿Alguien tiene que morir para que te des cuenta de que esto no es un juego?!
No... Quería responder, - No - pero las palabras no salieron de su mente. Edelina bajo la mirada, respetando y aceptando su derrota, las ganas de llorar se contenían en su pecho dejando un punzante dolor psicológico. Y entonces se alejó, dejándole las palabras en la boca, mientras los ojos de sus amigos estaban por estallar.
El silencio que aquello provocó fue torturante como avergonzante
- ¿Quien eres tu?- Preguntó un joven alto como esbelto, pero que se recargaba en su rostro tierno y fino. Edelina lo miro con la boca abierta, no por sorpresa o algo similar, sino como si se encontrará en shock, y ni siquiera fuera capaz de responder tal pregunta.
- Soy Knut, ellos son Edwin y Pascal.
- ¿Qué acaba de pasar?- dijo el joven a su lado
-¿Edelina?
-¿Qué?- respondió ella mirándole
-¿Estás bien?
-¿Porqué todos parecen saber quién soy? Es como si tuviera clavado en la frente mi nombre.
¿Acaso lo tenía? Se preguntó tocándose tal espacio. Y dejando en el aire su total incondicionamiento que parecía tener para la ciudad.
-A veces suele ser cruel - dijo Pascal, hablando por primera vez y abriéndose paso entre ambos hombres. Su figura era delgada, su rostro estaba acompañada de unos ojos de color mostaza al igual que el de los otros dos chicos. -dejame ayudarte...
Ella se preguntaba mientras observaba detalladamente su rostro "¿Quien era él?"
Él solo la miro y mostró una sonrisa socarrona, oh, como odiaba esas sonrisas. Ella alzo una ceja y lo siguió sin protesta alguna a pesar de esa bienvenida tan “particular”, caminó a su lado con el brazo de éste rodeándole el hombro, siguiendo por la espalda a Roland, que no paraba de moverse.
Se dirigieron a un lugar que Edelina desconocía, pues entre todas las calles que cruzaron había perdido la noción del tiempo y el espacio. Y fue hasta su ignorancia que todos se detuvieron igual que ella. Frente a ellos había un establecimiento que más que nada relucía entre los otros edificios que simulaban estar abandonados; luces de colores se habrían camino entre las ventanas y la puerta abierta, y como fue de esperarlo ingresaron allí sin dudar ni preguntar, a nadie, a Edelina.
En sus pensamientos no salía la idea y pregunta de porque estaban allí, que tipo de recorrido había sido aquel solo... ¿Para llegar a una fiesta?
Dentro no había más que un millar de personas disfrazadas, era impresionante el tamaño que tenía aquel lugar, cuando por fuera no asemejaba poco más que un pequeño antro. Sentía que estaba como enterrada bajo la superficie y sus ojos otra vez se iluminaron.
Los últimos días era seguro y totalmente obvio que no habían sido normales y así como todo lo que la rodeaba había cambiado, ella físicamente también lo había hecho; por alguna razón (aunque ella en realidad no lo notaba) había crecido, era mucho más alta, su cuerpo se había reformado de forma muy ilustrada y presumida, pero especialmente sus ojos habían cambiado de color, sus ojos oscuros se habían aclarado, su pupila había consumido todo el color dejando un gris azulado; un color que parecia cada vez iluminarse más.
Entre la infinidad de gente y música, todos se divirtieron, bailaron y revivieron la adrenalina que te hace sentir vivir, Edelina estaba festejando como nunca y no pararía hasta desmayarse.
La tensión entre Edelina, Roland y sus amigos ya no era la misma, de hecho sus actitudes se habían sobresalido al perfecto gráfico de un adolescente en pleno punto. Cabe resaltar que a mirada de otros Edelina no era más que una niña, una niña a comparación de los otros chicos que la seguían; sí, porque la seguían, ellos estaban allí por ella.
Roland por primera vez en la noche se quedó junto a Edelina, siendo la única persona a su alrededor que deseaba mirar, todos desaparecieron solo importaban ellos dos. Sus ojos se conectaron y era como si los colores de sus pupilas se combinaran, los colores en su interior se reflejaban en un constante e hipnotizante círculo. Y entonces algo les llevo.
Todo se asemeja a un extraño vórtice, oscuro pero brillante, nadie podía observar más allá de todo, ni siquiera podían ubicar a los otros.
Y mirando finalmente después del mediodía, sus ojos se impactaron con un increíble espacio. Edelina hablo entre ellos.
-Yo he estado aquí-
Había aceptado el gen