Ryan y yo caminamos en estado de alerta a lo largo del centro comercial, sin saber exactamente a dónde nos dirigíamos, esperando conseguir algún tipo de mapa en las columnas de los niveles o cerca de las escaleras mecánicas, pero no había ninguno.
-No vamos a conseguir nada haciendo esto – Ryan hablaba sin mirarme.
-No me puedo dar por vencida…
-Busquemos una salida, ve por ayuda y yo me quedo buscando a Támara – Había una suplica en sus ojos.
-No – Dije tajante – Es mi Guardián, y no puedo pedirte eso… Mejor busquemos una salida, ve con tu familia, no deberías seguir aquí.
-No existe la más mínima posibilidad de que haya podido salir de esa habitación sin ti, así que no te voy a dejar.
-No me debes nada Ryan, de hecho siento que todo esto es mi culpa – Admití – No sé por qué, pero es muy extraño todo… Y las personas que amo están pagando los platos rotos.
-No sabes eso…
-Primero tú, ahora Támara… Yo soy el único punto en común.
-¿Te olvidaste de Robert? Es mi padre biológico – Razonó lógicamente.
-La última vez que supiste de él fue por mi culpa.
Lyla
-¿Qué? – Pregunté confundida.
Lyla
-¿Qué de qué? – Preguntó Ryan sin entender.
-Escucha… Están diciendo mi nombre… ¿Estará en mi mente?
¡Lyla!
-Yo también lo escucho – Ryan me miró intentando descifrar algo – Suena como si fuera…
-¡Támara! – Dije emocionada y comencé a correr en dirección a la voz - ¡Támara! – Volví a gritar esperando a que volviera a decir algo.
-¡Lyla! – Ryan me alcanzó y me tomó de la muñeca – Con cuidado – me advirtió – No sabemos si es ella.
¿Lyla?
-Es ella – Me voltee de nuevo guiándome por el sonido – lo sé – Cuando quise avanzar Ryan apretó su agarre, haciendo que me detuviera y lo mirara.
-Tengo un mal presentimiento – Me dijo temeroso.
-Quizás sea una trampa – Razoné – Pero hace mucho caímos en ella – Intenté avanzar nuevamente y ésta vez Ryan no me detuvo.
Corrimos prácticamente a un mismo ritmo, Ryan se mantuvo a solo dos pasos detrás de mí en todo el recorrido. Escuchaba pasos corriendo del otro lado, en una intercepción del siguiente pasillo, de hecho podía sentir a un cuerpo corriendo hacia nosotros.
Una figura terriblemente atractiva, atlética y elegante apareció cruzando la esquina, luciendo increíble incluso luego de haber sido aparentemente secuestrada. Solo Támara era capaz de todo aquello.
-¡Es Támara! – Confirmó Ryan, mientras corríamos hacia ella.
Támara comenzó a hacernos señas raras y a gesticular con sus labios. Sinceramente no le entendía, y cuando me concentré, entendí que no lograba escucharla por el ruido ensordecedor que provenía del pasillo de donde había salido mi Guardián.
-¡Corran! – Alcancé a escuchar esta vez, al tiempo que Támara nos alcanzaba, me tomaba del brazo y me jalaba de golpe sin bajar su ritmo.
Mirando hacia atrás me pude fijar en que las criaturas que nos habían perseguido en el sótano habían vuelto. Sentía que en cualquier momento se me saldría un pulmón, el ardor de mis piernas ya era insoportable, y aún así parecían estar cada vez más cerca.
-¡Nos tienen! – Gritó Ryan, que al igual que yo debía sentir que esas cosas estaban ya prácticamente respirándonos en la nuca.
-Debemos llegar a la zona de comidas – Comunicó Támara. No sabía por qué, pero debía tener muy buenas razones, así que no la iba a cuestionar ahora que nuestras vidas dependían de eso.
Aumentamos el ritmo, y aún así esas criaturas parecían tener las de ganar. Respiré profundo y rompí un par de tuberías que supongo alimentaban la fuente que acabábamos de sobrepasar, aunque se encontraba sin utilizar.
Me giré rápidamente mareándome completamente en el intento (muy mala idea el correr a esa velocidad y detenerte de pronto), y con todas mis fuerzas empujé a presión toda el agua, haciendo así que las criaturas retrocedieran y cayeran, empujándolos lo más lejos que me fue posible, congelando los restos de agua que habían quedado. Les dificulté el paso, pero no los detuve.
Retomamos el paso y subimos a toda velocidad unas escaleras mecánicas fuera de servicio, cuando estábamos llegando a la cima estas empezaron a vibrar.
-Eso fue más rápido de lo que esperaba – Me lamenté. Realmente creí que los retrasaría por más tiempo.
-Atrás – Dijo Támara. Movió sus labios pronunciando palabras en latín, y alguna otra lengua muerta, no pude entender nada. De la nada una espada gigantesca y dorada apareció en sus manos.
Támara clavó la espada en el suelo y una ventisca cuyo origen parecía venir del suelo agrietado por el peso del arma nos envolvió. Cubrí mis ojos pues se levantó muchísimo polvo en el proceso, para cuando los pude abrir, había una pared con todos dorados aunque traslucidos levantada delante de nosotros.
De repente del otro lado chocaban las criaturas que nos perseguían, intentando atravesar esa barrera, pero sin éxito aparente. Casi suspiro de puro alivio. Pero no pude evitar fijarme que Támara no había soltado la espada, parecía que era ella quién mantenía firme el arma y por tanto la barrera.
-¿Támara? – Pregunté desorientada - ¿No puedes soltarla?
-Si la suelto la barrera caerá – Dijo sin mirarme – Yo los detendré, ustedes deben salir.
-No – Poco a poco la angustia me dominaba, sabiendo que esta era una situación de vida o muerte, conociendo el significado detrás de las palabras de Támara – No podrás mantenerla por mucho tiempo, ¿Cierto? – Mis ojos se comenzaron a llenar de lagrimas.
-Lyla – Támara negó con la cabeza sin querer responderme – Detrás de los locales de comida hay una salida de emergencia para empleados… Debes salir por ahí, te deberían llevar a la calle directamente.
-No te puedo dejar – Dije con la voz entrecortada – Debe haber otra forma…
-Llévatela – se lo dijo a Ryan, sin querer mirarme a los ojos – Yo fui entrenada para dar la vida por mi Rahea – Lo dijo como hablándole al aire – Pero hoy la entrego por alguien que amo, independientemente de que sea mi Rahea – Esta vez sí decidió mirarme.
-¿De verdad crees que te dejaría morir? – Pregunté molesta – No es ni siquiera una posibilidad para mí…
-Yo puedo sujetar la espada - Ryan hasta el momento se había mantenido al margen de la conversación – Ustedes pueden huir.
-¿También enloqueciste? – Pregunté ya desesperada – ¡Nadie va a morir! Todos saldremos de aquí… - Necesitaba que me creyeran, porque ni siquiera yo sabía si podría hacer lo que tenía en mente – Si pierdo la consciencia, deben sacarme de aquí entre los dos - No di mucha más información, pero no fue necesario, Támara me miró preocupada. Había una advertencia en su expresión, pero no podía detenerme.
-¿De qué hablas? – Fue lo único que alcanzó a decir Ryan antes de que el estruendo de llaves rompiéndose lo hicieran voltear. De todos los locales comenzaron a salir grandes torrentes de agua.
Los atraje hacía mí, haciendo de todo el líquido una burbuja gigante, que se encontraba a unos dos metros del suelo, y yo estaba flotando dentro de ella. Cerré mis ojos e intenté concentrarme.
Sabía que Támara no podría soportar mucho más tiempo, así que debía apurarme. Miré la barrera, al otro lado había lo que parecían ser cientos de demonios, todos agolpándose unos encima de otros, esperando su oportunidad… A diferencia de los demonios que purifiqué cuando llegué, estos tenían una forma más sólida, y eran al menos 10 veces más en cantidad.
Sentí que me desvanecía pero me esforcé por no perder la consciencia, estaba sacando toda la energía que me era posible en ese momento de mi cuerpo, y aun así no sabía si sería suficiente.
Una arcada hizo que abriera mi boca, un liquido rojo se entremezcló con el agua, al parecer ya había empezado a sangrar, no sabía cuánto duraría, pero necesitaba asegurarme de que sería suficiente.
-¡Lyla! – Ryan gritó desesperado.
-¡Ya basta! ¡¿Quieres morir?! – Gritó Támara. Se notaba que ya no resistiría mucho más, sus brazos temblaban, las gotas de sudor caían por su frente, y estaba cada vez más pálida – ¡Ah! – Un grito desgarrador se escapó de su garganta, al tiempo que caía y soltaba la espada.
La barrera comenzó a caer, y en ese momento exacto empujé todo el agua recargada con mi energía. Mareada y a punto de desvanecerme, pero no dejé de presionar y empujar.
Cuando ya no hubo más agua a mi alrededor que me sostuviera caí deliberadamente al suelo, no sentí que el golpe fuera tan terrible como esperé, supongo que Ryan me había atrapado.
-¿Lo conseguí? – Pregunté exhausta, sin poder levantar si quiera mi cabeza, sin saber si mi voz fue lo suficientemente audible.
-Lo hiciste – Me aseguró Ryan. Y eso fue lo último que escuché, porque luego de eso vino una arcada tras otra, sentí el oxido de la sangre en mi boca… Y por último ya no sentí nada.
Desde el punto de vista de Leon
Desde afuera podía sentir la esencia demoniaca que había dentro del centro comercial.
-Necesito que vayas a tu casa – Dije mientras me bajaba del auto de Karen – Te estaré avisando, pero no puedo preocuparme por ti mientras busco a Lyla.
-Tan honesto como siempre – Me respondió – Pero que sepas que te patearé el trasero si no me devuelves a mi mejor amiga – Luego de decir eso y dedicarme una media sonrisa, el auto avanzó hasta cruzar al final de la calle.
Cuando entré al lugar sentí un terrible olor a putrefacción, y a diferencia de lo que creí en un primer momento, fue demasiado sencillo entrar.
Mi pie topó con lo que parecía una botella, luego al fijarme bien pude notar que eran varías las cantimploras que estaban perfectamente ordenadas en el suelo, pero sin líquido alguno.
Lyla
El lugar parecía estar abandonado, pero sentía rastros de energía por los pasillos. ¿Qué sucedió aquí? Subí una escalera mecánica fuera de funcionamiento que se encontraba al fondo, y me sorprendió encontrar polvo demoniaco en todas partes del piso siguiente. Esto solo significa que… Alguien purificó a estos demonios.
Escuché pasos acercándose y parecía ser un grupo grande de personas. No intentaban disimular que se aproximaban, así que supongo que ellos sabían que yo estaba aquí. No tenía pistas, no sabía a dónde dirigirme, y no sabía qué querían… Sería mejor enfrentarlos.
Luego de unos segundos un grupo grande de renegados cruzó la esquina y se acercó hasta donde estaba. Entre la multitud, uno de los sujetos se posicionó delante de los demás.
-Tardaste en llegar – Reconocía al sujeto, había estudiado su fotografía muchas veces antes. Sentí que la rabia se esparcía como una llamarada dentro de mí. Robert, el padre de Ryan.
-Lamento no haber llegado antes a la reunión – Dije mientras observaba al menos 10 renegados respaldándolo.
-Eres el último en llegar – Me sonrió – La función ya empezó – juré que lo mataría por lo que le hizo a Lyla.
No era necesario mediar más palabras. Mi intención era irme con ellos, todo esto debía tener un propósito, y quizás ese propósito me guiaría a Lyla. Pero ahora que él está aquí… No creo que sea tan sencillo.
Lancé una llamarada de fuego en su dirección, claramente no se lo esperaba. Se comenzó a retorcer en el suelo y dos de los renegados que estaban a su lado lo ayudaron a apagar las llamas que le fundían la piel.
Inmediatamente el resto de renegados corrió en mi dirección. Intenté bloquear la mayor cantidad de golpes posibles, y atacar a algunos cuántos en el proceso, pero al final me dejé capturar.
-Llévenlo rápido al salón – Gritó uno de los renegados.
Me rodearon entre todos y me hicieron caminar hasta llegar a lo que parecían salas de un cine. Cuando entré pude ver a cierta multitud de personas rodeando a tres cuerpos tirados en el suelo, uno en particular me llamó la atención… Cuando pude divisar mejor la figura, mi cuerpo comenzó a temblar.
Lyla estaba tirada en el suelo, su polera y cuello estaban llenos de sangre, tenía ojeras muy marcadas, y si no fuera por los rastros de sangre que brotaba de su nariz sus labios debían estar igual de pálidos que la piel de su rostro. Parecía un cadáver. Su cabeza se encontraba apoyada en las piernas de Támara, que aunque lucía mal y lágrimas brotaban de sus ojos, no parecía tener grandes heridas.
-¡Lyla! – Grité mientras se desgarraba mi voz. Forcejee para soltar el agarre de quiénes me llevaban, y al ver que no cedían, tuve que utilizar mi codo para romper la nariz de uno de ellos y patear la parte trasera de la rodilla de otro, lo único que quería hacer era llegar hasta ellas.
En mi carrera más de un renegado me intentó atrapar, pero fue en vano, porque ya no necesitaba que me guiaran a mi Rahea. Me enfrenté a quién se atravesaba en mi camino, sin importarme nada más.
-¡Déjenlo! – Escuché una voz a mis espaldas, y automáticamente los renegados me dejaron el camino libre. No voltee a mirar, solo acorté el espacio que quedaba entre Lyla y yo, arrodillándome a su lado.
Pude volver a respirar al notar que ella también lo hacía, aunque débilmente, aun respiraba.
-¿Qué sucedió? – Le pregunté a Támara, pero ella simplemente esquivó mi mirada.
-No pude protegerla – Susurró – Fallé…
-Aun vive – Le aseguré.
-Ella lo prometió – Dijo una voz estrangulada. Cuando voltee pude notar la segunda figura que había visto a los pies de Lyla: Ryan - Prometió que si llegaba a pasar algo me dejaría atrás para salvarse… Y ni siquiera pude protegerla, la arrastré aquí conmigo.
-¡Aun vive! – Repetí desesperado al verlos tan derrotados.
-¡Se está muriendo! – Gritó Támara de repente - ¿No lo ves? No se está recuperando como debería, no está funcionando su poder regenerativo… Hamilton lo dijo, su cuerpo no resiste la energía angelical, no está hecho para soportarla…
-Debemos sacarla de aquí – Fue lo único que alcancé a decir.
-Si se la llevan ahora va a morir – La misma voz que hizo que los renegados se hicieran a un lado. Cuando voltee no pude evitar abrir mis ojos de la sorpresa al ver que quién me hablaba era Marcos.
-¿Qué haces tú aquí? – Pregunté.
-¿Haz escuchado sobre el Caballo de Troya? – Preguntó burlón.
-No estoy de humor para analogías – Dije al fin poniéndome de pie, protegiendo con mi cuerpo a Lyla y Támara.
Me concentré y evalué nuestras posibilidades: solo tres de nosotros podían combatir, y debíamos sacar de aquí a Lyla… Y lo haría aunque tuviera que quemar el centro comercial desde sus cimientos.
-Tienes razón – Me sonrió – Tampoco tienes mucho tiempo – Dijo mientras miraba a mis espaldas.
-¿De qué estás hablando? – Pregunté tratando de disimular mi angustia.
-Solamente el cielo podría salvarla en éste momento – Razonó un momento – o el infierno… - Soltó una risotada.
-¿Qué es lo que quieres? ¿Quién eres realmente?
-Mi verdadero nombre es Rehinus, pero Lyla me llamaba Pepe – Es imposible. – Y no es la primera vez que nos vemos, nos conocemos desde hace ya algún tiempo… ¿Y qué quiero? Es sencillo, la quiero a ella…
-Jamás la tendrás – En mi voz hubo una advertencia.
Mi mente comenzó a trabajar a gran velocidad, recordando lo sucedido en la casa del lago y la aparición repentina de ese demonio salvando a Lyla, las historias que ella me contó de ese tal Pepe… Pero el que ese demonio sea el mismísimo Rehinus, arcángel desterrado al infierno… Arcángel que justamente Hamilton catalogo como el que besó a Lyla.
-¿Qué opciones tienes realmente? – Preguntó – Dentro de 15 minutos ella morirá, es un hecho – No mentía, y yo lo sabía. Lyla lucía realmente mal, su respiración era débil, y ni siquiera despertaba de la inconsciencia… No se estaba recuperando.
-¿Y tú puedes salvarla? – intenté ocultar mi desesperación.
-Claro que puedo hacerlo – Volvió a sonreír – Pero quiero algo a cambio.
-¿Qué cosa? – Pregunté derrotado. Me tenía en sus manos, y yo haría lo que sea por salvar a Lyla.
-Quiero que le borres la memoria – Le dijo a Ryan mientras me señalaba a mi.
-¿Qué clase de juego es éste? – Ryan preguntó. Necesitaba que actuáramos rápido.
-Es mi juego – Respondió Marcos perdiendo así al fin un poco de su autocontrol – siempre ha sido mi juego, y se juega bajo mis reglas. Quiero que borres su memoria, no me importa si le quemas el cerebro, pero no quiero que haya vuelta atrás luego de eso.
-Es una locura... - Ryan negó con su cabeza. Realmente sí parecía una locura, pero realmente tenía sentido si lo pensabas a fondo… Lyla fue besada por un demonio que tenía energía angelical, un arcángel…
-Hazlo - Fue lo único que dije.
-¿Qué? – Se levantó y me miró a los ojos - ¿Le vas a creer? ¡Nos debe estar mintiendo!
-¿Qué otras opciones tenemos? – Le hice la misma pregunta que Marcos me había hecho antes – Está bien, hazlo… No tenemos mucho tiempo – Dije mientras que miraba a Lyla - ¿Está bien? – Lo miré con decisión, y su respuesta fue un asentimiento de cabeza, luego de dedicarle una mirada a Lyla.
Miré a Támara y asentí con mi cabeza, intentando comunicarle un mensaje con mis ojos… Debíamos cuidar de Lyla a costa de lo que sea, mensaje que Támara me devolvió con otro asentimiento decidido.
Me arrodillé y me incliné hacía Lyla, depositando un beso rápido en su frente y otro en sus labios, temiendo las consecuencias de lo que estaba a punto de suceder, pero temiendo aun más el no poder protegerla luego de eso.
-Rápido – Alentó Marcos con poca paciencia.
-Haz que mi mente te recuerde – Le susurré a Lyla – Mi corazón te recordará de cualquier forma.