Corría por un pasillo oscuro, el aire se escapaba de mis pulmones sin darme oportunidad de recuperarlo. Podía sentir la humedad en el ambiente, y podía escuchar un terrible estruendo detrás de mí.
Ryan se encontraba a mi lado, su aspecto físico lucía mucho más deteriorado a como lo vi por última vez. Estaba asustado, y yo también.
Detrás de nosotros una maraña de pelos, piernas y brazos, que, aunque tenían cuerpos individuales se atropellaban entre sí intentando atraparnos, lo que hacía que parecieran una sola masa deforme. Sus movimientos espasmódicos los hacían lucir incluso menos humanos, aunque intentaran aparentar esa forma.
Llegamos al final del pasillo, estábamos atrapados, no teníamos salida… La única puerta estaba cerrada. Moriríamos.
Grité con todas mis fuerzas mientras que cubría mi rostro, intentando de protegerme de un resultado inminente: no solo moriría, seria muy doloroso.
Sentí que unas manos me tomaron, agitándome con más cuidado del que creí que fueran capaces esos demonios. Abrí los ojos desorientada, intentando librarme del agarre, solo para darme cuenta de que ya no estaba en ese pasillo sin salida, y a quien tenía frente a mí era a Edward.
Me miraba preocupado, su agarre se mantenía firme a mis costados, al darse cuenta de que ya estaba despierta susurró algo que claramente no entendí debido a mi desorientación.
-Fue una pesadilla – Me consoló – Ya terminó – Su mirada ansiosa hizo que mirara a mi alrededor, desconfiando de sus palabras, sintiendo como poco a poco mis músculos se relajaban al notar que realmente estaba en mi habitación.
-Fue tan real… - Mi voz salió rasposa, intenté aclararme la garganta. Sentía el sudor bajar por mi espalda y humedecer mi rostro.
-Ya todo está bien – Me aseguró.
Al ver hacia la puerta pude ver a mis Guardianes en ella, me miraban con ansiedad igual que Edward. Supongo que había despertado a más de una persona. Seguramente si mi madre y su novio estuvieran en casa habrían venido también.
Hace unos días empezaron las pesadillas: caminando por un centro comercial aparentemente abandonado, demonios persiguiéndome por escaleras eléctricas, yo intentando escapar de una pequeña habitación junto a Ryan, y ahora también, los demonios del sótano.
-Creo que son reales – Edward no me respondió, pues seguramente ya todos sospechaban lo mismo.
- ¿Qué fue esta vez? – Leon me preguntó desde la puerta, mirando con cierta desconfianza a Edward, lo cual era muy normal, teniendo en cuenta que no se fiaba mucho de él por ser un Rahea.
-Eran… - Iba a describirlas, pero un escalofrío notorio me hizo estremecer – Ryan y yo estábamos al final de un pasillo, había una puerta cerrada y esas cosas… - Negué con mi cabeza – Si fue real no sé cómo sobrevivimos – Admití sin poder más detalles.
-No tienes que recordarlo todo – Támara se acercó hasta donde estaba, metiéndose debajo de mis sábanas, acostándose a mi lado – No tienes que pensar en ello ahora.
Los demás dejaron la habitación, ya estaban acostumbrándose, no era la primera noche que terminaba durmiendo con Támara por lo mismo. Me acurruqué al lado de mi Guardian, todavía atemorizada como para hacerme la valiente y pedir que volviera a su cama.
Los días pasaron muy rápido, uno detrás del otro, poco a poco los recuerdos se hicieron camino por mi mente, a pesar de que las pesadillas no se detuvieron ya no despertaba a gritos a mitad de la noche, de alguna forma sabía que era un sueño.
La generación de Ryan se estaba graduando del colegio, y yo estaba poniéndome al día con toda la materia que perdí durante mi ausencia, agradecida de no disponer de demasiado tiempo para pensar las cosas.
Aun así, debo admitir, que pasé más de una noche en vela, llorando y llenando las paginas de un viejo cuaderno que utilizaba para hacer anotaciones. Necesitaba desahogarme de alguna forma.
Mamá me planteó más de una vez la posibilidad de empezar consultas con un psicólogo, y aunque me parecía una buena idea, no sabía si podría debido a todos los grandes secretos que debería ocultarle, las sesiones no creo que serían de mucha ayuda. Mi negativa no parecía tranquilizarla, y aunque había mejorado de alguna forma nuestra relación luego de todo lo sucedido, había cosas que aun resentía sobre el pasado, y en el fondo sé que ella también.
Nos mudamos con Giovanni y su familia con la excusa de la inundación del piso, pero a estas alturas era más que evidente de que todo esto se convirtió en algo definitivo. Ellos parecían llevarse bastante bien, Tom casi nunca estaba en casa debido a que estaba pasando una temporada con su madre, y Edward… Edward se había convertido en mi distracción luego de tanto tormento.
Su elemento era el agua, al igual que yo, así que solíamos entrenar juntos. Aunque, claramente no participaba en la ruda rutina que solía tener con Támara, aun así, se nos unía al final cuando era necesario meditar.
Era profesional de la salud y académico, aunque demasiado joven como para tener esos títulos. Quizás la fortuna de ser Rahea lo bendijo además con su gran inteligencia.
No solía preguntar demasiado, pero seguramente sospechaba que había una historia detrás de mis amigos y yo, quizás la forma en que miraba a Leon era muy evidente a pesar de mis intentos de disimularlo.
Desde que volví no salía mucho de casa, mi madre fue lo suficientemente flexible como para solicitar al colegio que me permitiera terminar el año desde mi domicilio, por tanto, mis cuatro guardianes tenían bastante tiempo libre, tiempo que Leon solía pasar fuera de casa… No quiero pensar mucho con quién. Además, claro, ahora éramos dos Raheas bajo una misma dirección, seis Guardianes en una sola casa, nada interesante parecía querer acontecer.
Debo admitir que a pesar de todo aquello, vivía atemorizada con la idea de que había un ángel caído aparentemente obsesionado conmigo. Nunca le conté a nadie las palabras de Pepe ese día en la habitación de hotel antes de que llegaran mis Guardianes… Pero de un momento a otro mi mejor amigo de la infancia se había convertido en un dolor de cabeza a niveles descomunales. Bueno, al fin y al cabo, era un demonio.