— Nunca hay que distraerse y hay que usar todo en tu favor — le dijo orgullosa.
— Veo que aprendiste bien — el guerrero se levantó, puso su brazo extendido al frente, la mujer ciega todavía afirmada de su muñeca quedó colgando frente a él.
— Ahora empezaré a enseñarte como hacer salir tu poder oscuro.
— ¿Se parece al que tenías?
— Al que tengo — rectificó serio.
— Si tú lo dices.
Esa tarde por fin, en forma consciente logró hacer salir su poder, pero al conseguirlo aparecieron sus alas negras, esa noche los dos namek comentaban eso.
— No sé porque pasa eso cuando hace aparecer su fuerza, debe ser algo por la mezcla de sangres que tiene.
— Puede ser Sr. Piccolo, es que nunca se dio un caso así, sus padres son de universos distintos, todo con ella es un misterio.
Ya al año, Izbet debió dejar el Templo, pero antes quería dejarles y llevarse un recuerdo.
— No me gustan esas cosas — reclamó por enésima vez el guerrero.
— Vamos, les dejare una copia y la otra será solo es para mí.
— ¿Y cómo lo verás?
— Lo hago pasar a relieve, por fis.
A regañadientes se puso para la fotografía.
— De verdad la he pasado muy bien con ustedes, los echaré de menos — dijo la mujer al despedirse de los tres.
— Puedes venir cuando quieras — la invitó Kami Sama.
— Si quieres podríamos entrenar de vez en cuando, necesito un compañero que luche de forma impredecible, así no bajaré mi nivel — replicó el namek terrestre.
— Me encantaría seguir viniendo, así también puedo seguir practicando su idioma, Dende, y me puedes seguir contando de tu gente, me interesa mucho tu raza, nos vemos... el próximo sábado entonces.
Un tiempo después Bulma fue a visitar a Videl por una idea que tuvo.
— Hola ¿Para que querías verme?
— Escuche que pronto sería el cumpleaños de Izbet ¿Podrías decirme la fecha exacta? Quiero prepararle algo especial.
— No lo hagas, ella odia esa fecha, nunca la celebra.
— Que tontería, a todos les gusta una buena celebración, más si es sorpresa.
— Nunca nos permitió que se lo celebráramos.
— Haré algo que estoy segura le encantará, dime.
— Esta bien, es en 10 días, el 12 de junio — pensó que ahora que tenía tantos amigos y se había vuelta mucho más sociable, tal vez no le molestaría.
El día indicado, la dueña de la Corporación Capsula citó a la cumpleañera para mostrarle un lugar por algo de su alianza, fueron en un avión a una isla privada donde estaban los guerreros Z y sus familias, apenas bajaron los invitados saludaron a la festejada a coro.
— Feliz cumpleaños Izbet — gritaron todos.
Se quedó un rato quieta, luego se alejó rápidamente, Videl fue tras ella.
— Espera por favor, la idea era alegrarte, disculpa si le dije la fecha, pero ahora que tienes muchos amigos, pensé que te gustaría, solo te quieren celebrar.
La mujer ciega siguió con la cara hacia el mar cuando volteo su ahijada vio que lloraba, se abrazó a ella, cuando ya estuvo calmada la mayor se explicó.
— Siento mi reacción, tienes razón, debo tratar de dejar los malos recuerdos atrás, es que papá murió 6 días antes de mi cumpleaños, por eso no lo celebró.
— No lo sabía ¿Quieres irte?
— No. Vamos, tratare de disfrutar de mi sorpresa... heee... y los del Templo Sagrado no los sentí ¿Vendrán?
— Sí, pero algo más tarde, incluso Mr. Popó.
— Voy a agradecerle a Bulma por las molestias que se tomó.
Ya en la celebración, la organizadora acomodó a Yamcha al lado de la festejada con la esperanza que pudiera pasar algo entre los dos.
Cuando la mujer ciega conversó a solas con la científica, ésta le preguntó qué le había parecido su acompañante de mesa.
— Es un jovencito simpático.
— ¿Nada más?
Entendió para donde iba la pregunta y molesta le respondió.
— Solo eso, a mí me gustan los hombres más maduros.
De atrás de la ciega apareció el Maestro Rochi.
— Que bien encontrar una mujer con buen gusto — la tomó de la cintura, antes que nadie pudiera hacer nada ella puso sus ojos negros, y le golpea la cara al anciano con sus alas.
— No vi venir esto — las mejillas las tenía rojas, con las marcas que le quedaron.
En ese momento llegaron Dende, Mr. Popó y Piccolo, así que, muy digna, se fue a conversar con ellos.
A la siguiente noche, la última del fin de semana, hicieron una gran fogata, lejos de la que como siempre estaba sentado en posición de meditación el guerrero namek, Izbet se acercó a él.
— Ya es más fácil para mí moverme, ahora que siento los ki — se acomodó frente a él, arrodillada — quería pedirte un favor muy especial... considéralo mi regalo de cumpleaños.
Editado: 25.09.2019