"Ángel de la Guarda"

27: "Te pido perdón"

*uso de lenguaje grosero*
 

El demonio "A" estaba sentado en la banca del inframundo, miraba las almas sufrir y suplicar a gritos misericordia.

—¿Por qué tan solito querido? —preguntó una muchacha mientras se sentaba a su lado , pero el demonio estaba molesto y solo mostraba indiferencia ante ella.

—Déjame tranquilo ¿quieres? 

—¿Por qué? —ella llevaba vestida un traje negro y su piel era casi trigueña pero sus orejas eran puntiagudas, la muchacha susurró en su oído en tanto posaba sus manos en sus hombros — ¿Acaso no extrañas las cositas que hacíamos tú y yo juntitos?

—¡¡¡Silencio!!! —él le agarro del cuello a la mujer y eso hizo que se ahogara, sin embargo ella sonreía con sus dientes colmilludos y solo pronunció una sola palabra.

—¡Legión! —él quedó paralizado y en contra de su voluntad la soltó —¡Aich! Arruinaste el momento cariño...aunque debo admitir que me emocioné cuando me ahorcaste.

—En serio que a veces te tengo miedo mujer —el demonio solo suspiró y empezó a hablar con más calma—¿Cómo te va con los contratos?

—Pues no me quejo cariño, diría que los humanos son mucho más avariciosos hoy en día; me piden solo riquezas y es aburrido.

—¡Ja! Nunca cambiarán, siempre han sido desde el principio —dijo "A" sarcásticamente y la muchacha de nuevo intento acercarse a él para coquetearle.

—Por cierto cariño ¿pudiste conseguir el alma de ese tal ángelito del que tanto hablas?

—Aún no, pero ya no le queda mucho tiempo —respondió con una sonrisa malévola y con sus ojos brillando —muy pronto ese pequeño pajarito caerá aquí; lo veré sufrir y lo gozaré tanto...

—¡Vaya! Es la primera vez que te veo tan emocionado, pero nunca me has dicho el por qué estás tan interesado en que él venga por aquí...

—Él me robó algo que me pertenecía por derecho, por su culpa terminé aquí en esta pocilga...cuando venga aquí yo mismo me encargaré que sufra y créeme que lo disfrutaré hasta saciarme...—el demonio reía y todo el inframundo escuchó su risa malévola y los gritos de las almas solo se agudizaban. 

 

●●●●

—Se supone que tú juraste no estar más en su vida ¡yo mismo te lo advertí! —dijo George eufórico mientras caminaba de un lado a otro.

—Lo juré ¡si! No lo voy a negar —respondió el decano serio en tanto lo miraba de manera desafiante —pero recuerda que yo hice ese juramento cuando ella siempre y cuando esté bien. 

 —¡Y lo está!

—¡¿No me jod*s? ¿Estar inconsciente en un hospital es estar bien?!

—¡Basta! —ambos miraron a Sofía y ella sintió que ellos estaban a punto de gritarle, pero guardo compostura y se mostró firme —¡cállense los dos! No solucionamos nada con discutir.

—Sofía tiene razón señor White —dijo Lucía suspirando—ahora lo importante es la salud de la maestra Lewis y que ella despierte ¿de acuerdo? —George y el decano se miraron y solo asintieron.

—¿Desde cuándo empecé a discutir con un niño? —el decano pensó que nadie le había escuchado, pero estaba equivocado.

—Podré aparentar ser solo un niño, pero si se trata de proteger a mi hermana puedo comportarme como un adulto ¿esta bien?


●●●●

Nadie se habían movido del lugar, los minutos pasaban y a fin de cuentas eran las tres de la mañana. A pesar de que nadie pronunciaba palabra todos estaban de acuerdo en una sola cosa: ninguno se iba a mover hasta saber que la señorita Sonia estuviera estable. Luego de un rato el decano rompió su silencio.

—Deben irse a su casa jóvenes —dijo el señor White dirigiéndose a Lucia, Samuel y Sofía.

—¿Y dejarlo con George? No señor, disculpe si sueno irrespetuosa pero si los dejo un minuto podrían iniciar la tercera guerra mundial —Sofía al decir eso el decano se le quedo mirando confundido mientras Lucía se reía disimuladamente, entonces miro  a George y le habló.

—¿Qué es lo que tiene ella?

—Un tumor Albert, un maldit* tumor —respondió frustrado —de todas las personas, ella debía ser la que debe sufrir, no es justo...

—¡¿Qué? Pero ¿Cómo?! —Sofía estaba desconcertada por lo que oía mientras le brotaban lágrimas; el decano la miro y solo pudo hablarles a todos de manera pausada para que puedan mantenerla calma a pesar de que él estuviera destrozado por dentro.

—A veces existen cosas que se nos escapa de las manos y es parte de la vida...solo creo que ahora todo queda en manos de Dios.

—En estos casos es donde la fe y devoción no sirven de nada, ¿por qué confiarnos de alguien que tal vez no existe? —decía Lucía triste pero a la vez muy seria.

—Allí discrepo contigo, existen muchos casos de personas que se curaron gracias a la fe que tenían —respondió George firme —al principio pensaba como tú, pero fue mi hermana quien me dijo que no hay algo tan poderoso como la fe.

—Cuéntanos, me entró la curiosidad —dijo Samuel interesado —tal vez podamos fortalecer nuestra esperanza...

—Esta bien —él tomó un poco de té y empezó a conversar —mi hermana me contó la historia de una señora que tenía una parálisis en sus manos  y los médicos de ese entonces no conocían una cura para su enfermedad, pero ella todas las mañanas iba a la iglesia y rezaba con mucha fe. Siempre pedía que Dios le concediera el milagro de la movilidad de sus manos y ella prometía que le iba a hacer un regalo muy especial, así fue durante un largo tiempo y un día ella pudo juntar sus manos en señal de oración. Desde ese día ella creo un dulce muy famoso en honor al milagro y siempre iba a rezar y ofrecerle ese dulce. De allí nace una tradición sobre ello que hasta ahora se consume y que es una señal de que los milagros existen —al terminar ese relato, todos se miraron entre sí.

—¿Eso te contó ella? —preguntó Lucía muy sorprendida.

—Así es, casualmente seguía dudando y le cuestioné sobre esa historia, pero en vez de que ella se molestará solo me sonrió y me dijo: "Recuerda que la fe es muy poderosa, Dios no hace solo el milagro sino también nosotros con nuestra fe en el corazón" —respondió sonriendo —de todas las personas con fe, ella es la más devota y por eso nunca perdía las esperanzas cuando se trataba de esperar que alguien cambiara y se enderezara por el camino del bien.




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