*narración de Javier Atuq*
Cada historia tiene un comienzo, esta es la mía:
Nací en un lugar roto, lo poco que recuerdo es que mis padres discutían todo el tiempo y casi nunca veía risas en sus rostros. Cada vez que creía que ellos al fin iban a dejar de pelear y separarse, mi madre le rogaba a mi papá para que le perdone y al final él la golpeaba más. Le pregunté una vez el por qué hacía eso, a lo que me dijo: "porque lo amo".
¿Eso significaba entonces? ¿Así debería tratar a los demás? ¿Con golpes?
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Cuando ingresé al jardín de niños, todos jugaban muy felices y me invitaban a unirme a ellos, yo con mucho gusto accedía y hacía lo mismo que mis padres, pero creo que no les gustaba mi manera de demostrar afecto, ya que cada día se alejaban de mi a tal punto de que ni me miraban. Aquel entonces me sentí triste y solo.
Recuerdo que al llegar a la edad de seis años, en el salón llegó un niño que era más grande que yo y que se me acercó para que sea su amigo, con tal de no estar solo accedí a su amistad. Sin embargo, cuando lo golpeaba, él respondía con otro golpe más fuerte y me causaba lesiones. Al llegar a casa mi padre me golpeaba por no saber defenderme, pero si yo hacía lo que ellos hacen ¿Qué estoy haciendo mal?
Conforme pasaban los meses, yo me convertí en el niño que los demás golpeaban y lo marginaban, sentía mucha frustración porque mis padres también me golpeaban y mi cuerpo empezó a sentirse muy débil. Nadie quería jugar conmigo y me maltratan todos los días, yo solo pedía un amigo ¿pedía demasiado?
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Una tarde estuve en la banca del parque solo cuando pude ver unos ojos muy hermosos que brillaban como el sol, una niña me sonreía y me preguntó si quería jugar con ella, yo acepté dudando. Por primera vez una chica se me acercaba sin sentir miedo, pasé todo el día a su lado y se sintió muy bien estar con ella, ambos dijimos nuestros nombres y nos despedimos sonriendo los dos. Al día siguiente fui a buscarla al mismo lugar, pero no la encontré. La esperé todo el día y nada, fui en la mañana y nada. Después de días la volvía ver y estaba leyendo un libro.
—¡Oye ¿Qué haces? —pregunté pícaro, ella me sonrió con su sonrisa tierna y me señaló el libro.
—¡Ah hola! Eres el chico del otro día ¿verdad? Estoy leyendo —respondió amablemente.
—Si, te esperé hace días y no apareciste.
—No salgo de mi casa, me gusta quedarme a leer la biblia.
—¿A leer qué?
—La biblia, es lo que leo ahora...es muy interesante y me enseña a ser amable con mis semejantes, a compartir...—Lucía habló sin parar sobre cosas que no entendía, era muy aburrido.
—¿Y si mejor vamos a jugar?
—Me encantaría, pero debo leer para que Dios esté conmigo —dijo parándose y yéndose del lugar, no quería que se vaya y tuve miedo, como consecuencia causó que reaccione como mi familia.
—¡¡¡Te dije que debes venir conmigo ¿no oíste?!!!! —yo la empujé y la patee con mi pie derecho su pierna.
—¡Buaaaaa! —ella empezó a llorar muy asustada y comenzó a retroceder —¡no te hice nada malo, buuuaaa! —al verla triste, yo quise disculparme con ella e intenté tomar su mano como señal de arrepentimiento.
—Lo siento... ¿quieres jugar?
—¡Noo! ¡Buaaaaa! —se levantó muy rápido y se fue corriendo sollozando, si eso causaba que se alejaran de mi, entonces ¿para qué me molesto que sean mis amigos?
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Después de dos años del incidente, yo era el chico malcriado y rebelde, aprendí a defenderme y nadie podía conmigo. Todo estuvo muy bien, hasta que observé que en la silla de adelante estaba sentada la misma niña que vi en esa tarde, obviamente me acerqué para saludarla y decirle que si me reconocía, pero la vi leer otra vez la biblia y eso me molestó.
—Vaya, vaya, nunca cambiarás ¿no? —dije entre susurros.
—¡Aaaah! —gritó asustada, recuerdo que su cabello olía a maracuyá. Lucía me miro un poco nerviosa, pero igual me sonreía —perdón me asustaste.
—Veo que sigues leyendo ese estúpido libro —dije aburrido.
—Esto no es estúpido, eres un pecador y Dios estará triste que no le ores —respondió sintiéndome lástima, eso odiaba de ella.
—¡Cállate loca! Tu Dios es un tonto, ¿lo sabías?
—¡¡¡No lo es!!! —yo tomé su libro y rompí sus hojas en pedazos, además de que la tomé del brazo y la golpeé hacia la pared, ella cayó pesadamente y empezó a llorar.
—Veamos si tu Dios te libra de mi —detestaba que le prestara más atención en un libro que en mi, ¿tanto le costaba mirarme y saber que existo?
Así empecé la competencia con Dios, intenté llamar su atención golpeándolo o rompiendo alguno de sus lápices, pero ella seguía fiel a su Dios. Nada funcionaba, hasta que un lunes estuvo callada todo el día, y su brillo se fue apagando cada día.
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Mis padres decidieron que ya no tenían dinero para mantenerme y me mandaron a un orfanato, los primeros días buscaba algún lugar donde nadie me miraba y lloraba, me hubiera gustado que mis padres al menos me hallan dicho que me querían y así estuve durante un tiempo. Sin embargo, después volví a verla en el orfanato sola, ya veía que no leía la biblia y lloraba todas las noches, un día le tiré piedras y no hubo reacción alguna, ¿Qué le habrá pasado?