"Ángel de la Guarda"

52: "Un trato (Parte II)"

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Sofía seguía molesta con la propuesta de madrastra, sabía que ella era una mujer manipuladora y ambiciosa, su codicia la llevó a ser narcisista y a creer que todos siempre deben estar debajo de ella. No aceptaba negocios en donde el porcentaje de ganancia sea bajo, y no le importaba el bienestar de aquellos que trabajaban para ella. El padrastro de Sofía también creía que las personas de distintas clases sociales no debían mezclarse, pero a raíz del infarto que sufrió su actitud había cambiado un poco y era más amable con la servidumbre. Con Lucía habían acordado reunirse en la plaza para relajarse un rato antes de los exámenes parciales y junto a ella aprovecharían para ver a la dueña del restaurante “Gloriosa Sazón”.

—Vaya, es verdad que varios negocios están cerrando —dijo Sofía sorprendida y triste —los únicos que están abiertos son dos restaurantes y una tienda de recuerdos.

—Si no hago algo por la dueña temo que estos lugares se destruyan por construir algo que no necesitamos y perderé mi empleo que me ayuda a solventar mis gastos—respondió Lucía intentando no mostrar tristeza, pero era inútil su intento.

—Bueno, hablé con mi madras…madre sobre el proyecto.

—¿Y qué te dijo?—preguntó entusiasmada Lucía, algo que es difícil de ver en ella y que se veía encantadora, pero Sofía decidió ser honesta con ella para que no tenga falsas esperanzas.

—Lucía creo que…—pero fueron interrumpidas por SoniSol mientras entraban al restaurante para comer algo.

—¡Hola Lucía! —Sol la abrazó muy fuerte y eso desconcertó a Lucía y Sofía solo sonreía con dificultad.

—¿Hola? Pensé que estabas en tu día de descanso Sol.

—La dueña me llamó porque quería hacer un trámite y me dejó a cargo del lugar, no tardará en venir —Lucía y Sofía se sentaron y miraron a su alrededor y notó que el restaurante era grande pero los clientes eran casi contados con los dedos de la mano.

—Hay pocos clientes…¿por qué será? —preguntó Sofía muy triste, pero en cambio Sol se mostraba un poco molesta.

—Estuve reuniendo información y tal parece que se corrió la voz de que estas construcciones no son seguras y en cualquier momento vas a derrumbarse y cosas así.

—No tienen pruebas para sustentar ello —dijo Lucía también molesta por los rumores que perjudicaban a  los negocios.

—De hecho en internet se filtraron licencias de edificación que estaban caducadas, pero yo al ver los documentos del lugar veo que son falsificadas porque las fechas no coinciden y la firma de uno de los funcionarios no existe en el sistema hasta donde investigué —mientras hablaban, la dueña se asomó con algunas cajas llenas de decoraciones antiguas. 

—Buenas tardes chicas, ahora las atiendo.

—¡Señora, no puede cargar eso sola! Déjeme ayudarle —dijo Sol mientras sostenía las cajas, pero la dueña no dejaba que ella las tomara.

—No es necesario, puedo sostenerlo.

—Por supuesto que no —contestó Lucía sosteniendo ahora ella las cajas y consiguió quitarle de las manos de la dueña —pondré estas cosas en la parte de atrás.

—Veo que los clientes son pocos  —dijo Sofía intentando entablar una conversación mientras la dueña se sentaba en la misma mesa con ella para reposar un poco.

—Son los suficientes para mi, a pesar que sean tiempos difíciles,con la bendición de Dios todo es posible.

—Señora una pregunta, ¿quién abrió este negocio?

—Mi abuelo Toribio Sanchez Gregorio —respondió ella con una sonrisa mientras miraba todo el lugar y señaló una parte del mostrador —si ves en esa foto de allí, está él inaugurando este restaurante, y esa bebé que está cargando soy yo.

—¿Entonces usted aprendió a cocinar por su abuelo?

—No, quien me enseñó fue mi tía abuela, ella cocinaba y yo era su ayudante de cocina. En cambio mi abuelo se encargaba de la administración, él recibía personas muy importantes e incluso se tomaban fotos aquí, pero nunca logramos ver esas fotografías. 

—Una tía mía me contó del lugar y recuerda sobre una especie de celebración que reunía a muchas personas —al decir eso, la mirada de la dueña cambió de tristeza a entusiasmo.

—Oh, creo que se refería al “día del mejor cliente”, aquí antes cada cliente regular se le entregaba un ticket personalizado y ese día se contrataba artistas callejeros para que den un show y al final se sorteaba un vale completo para que ese cliente venga a comer gratis por un año —al oír ello, Sofía se mostró sorprendida e imaginaba lo increíble que se vería en aquellos años ese evento.

—Ahora entiendo el por qué lo recordaba.

—Esos tiempos eran simplemente mágicos, aunque aquellos días también habían pocos clientes mi abuelo decía que mientras tengas fe en tu corazón y le pongas esfuerzo en lo que hagas, todo es posible —ante esas palabras Sofía no pudo evitar sentir una angustia y tristeza gigante por imaginar que el negocio de la dueña que le costó tanto a su abuelo como a ella tener y que ahora se intente derrumbar por una plaza que las personas no necesitan.

—Terminamos de arreglar señora —dijo Sol agotada por arreglar las cajas.

—Muchas gracias chicas, ¿pueden cerrar el lugar por mí?, debo ir a descansar —ambas asintieron y pronto tomaron cada una sus lugares para atender a los clientes.

—¿Señora, una pregunta más? —la dueña volteó a ver a Sofía y ella se levantó de su silla para acercarse a ella.

—Si, dime.

—¿Por qué no intentamos hacer esa celebración otra vez?

—Lamentablemente nadie querría venir a un lugar como este, las personas prefieren venir a un lugar moderno con robots y toda clase de modernidad, algo que yo no tengo y los recursos me faltan para hacer eso —cuando dijo eso Sofía se quedó pensativa y entonces toda esperanza que tenía para encontrar otra solución para ayudar se desvaneció con la respuesta de la dueña.

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