Lucía llegó casi sin aliento y vio que Sol estaba arreglando las mesas y al entrar pudo ver a Samuel que atendía a los clientes. Él al verla la saludó de forma amable y con la misma sonrisa encantadora, pero Lucía mostró su peor cara y decidió ignorarlo. En cambio, fue a hablar con Sol y contarle lo que había pasado con Sofía y que habló con Víctor y este le dijo que se iba a encargar de que esa boda no se lleve a cabo.
—Pero, ¿sabes qué es lo que va a ser? —preguntó Sol preocupada y Lucía solo encogió sus hombros.
—No tengo idea, pero al marcharse fue decidido a todo.
—Espero que pueda hacer algo —dijo Sol y Lucía asintió.
—Ahora lo que importa es encontrar la manera de que vengan clientes aquí, es importante que este lugar se haga conocido antes de fin de mes o la dueña puede empeorar de salud por las deudas acumuladas —tanto Sol como lucía sabía la importancia de cubrir esas deudas para seguir en marcha con el restaurante, así que estaban dispuestas a hacer lo que sea.
—Ven a las seis para conversar, que ahora debemos atender a los clientes —Lucía aceptó y decidió regresar a su casa para estudiar con calma antes de sus exámenes, pero le entró la curiosidad de que Samuel esté atendiendo a los clientes otra vez.
—Por cierto, ¿qué hace él aquí?
—Larga historia, después te cuento a detalle.
—De acuerdo —al salir, Samuel intentó hablar con Lucía, pero ella seguía sin querer hablar con él y por eso decidió terminar rápido sus quehaceres para hablar seriamente con Victoria y ponerle fin a todo.
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Víctor casi sin aliento, llegó a la parte trasera de la mansión y con mucho cuidado entró por el sótano a la mansión. Él ya había olvidado que si no conocías el lugar, podrías perderte con facilidad. Víctor decidido a todo, se aventuró a caminar por cada pasadizo y se camufló entre los sirvientes cuando, por accidente, se topó con la lavandería. Ahora, con un disfraz de mayordomo, le era más fácil recorrer la mansión sin levantar sospechas. Sin embargo, cuando estaba a punto de entrar a una habitación, escuchó una voz familiar.
—¿Se puede saber qué hace husmeando en la habitación de la joven Puka? —dijo Lolita sosteniendo una bandeja y en ella había un vaso con agua y algunas píldoras.
—Soy yo señora, ¿me recuerda? —dijo Víctor casi susurrando para que no lo escuchara alguien y quitándose el bigote que tenía puesto, y Lolita se sorprendió al verlo.
—¿Joven Qhari? ¿por qué está aquí?
—Debo hablar con el padre de Sofía, es importante —ella lo observó y retrocedió con cautela.
—¿Debo preocuparme?
—No le haré daño al señor, pero es muy urgente hablar con él, se lo ruego —la señora Lolita se quedó pensativa y dudo por unos momentos, pero al ver al joven tan desesperado, decidió seguir sus instintos y lo ayudó a encontrar el estudio del señor Puka.
—Ten esto y dale al señor, así tendrás oportunidad de que te deje entrar sin que levantes alguna sospecha.
—Muchas gracias.
—Ve con mucho cuidado —Víctor asintió y abrió suavemente la puerta y vio al señor Puka parado frente a su biblioteca admirando cada uno de sus libros. Al escuchar que se abría la puerta, vio que Víctor depositaba el vaso de agua junto a las pastillas en su mesa donde se servía el té.
—Tenga señor, le toca sus medicinas —dijo Víctor un poco nervioso y depositó la bandeja en la pequeña mesa que se encontraba en la sala del estudio.
—Gracias —Víctor le dio las pastillas al señor Puka en su mano y de pronto éste lo observó atentamente —mmmm…tu rostro no me es familiar, ¿te contratamos hoy acaso?
—Señor, vengo a hablar con usted sobre algo importante —al principio hubo un silencio largo de cinco minutos y eso puso más nervioso a Víctor, pero luego él se sentó en el sillón y decidió mirar a Víctor seriamente.
—Lo escucho joven, tiene veinte minutos.
—Se trata de Sofía, usted sabe que su hija va a casarse pronto, ¿verdad?
—Así es, mi esposa me contó que ella se quedó encantado con el joven Julían Willka, y la verdad lo observé y me parece que es un joven educado y es ideal para ella —respondió satisfecho el señor Puka.
—¿Cómo sabe que ese tipo es ideal para su hija? —preguntó Víctor con cautela y firmeza, a lo que el padrastro de Sofía mostró sorpresa por esa pregunta que él no se había formulado, pero que al mismo tiempo no consideraba importante.
—Porque exactamente sé que es lo que ella quiere.
—¿Se lo ha preguntado acaso? —volvió a insistir Víctor, pero el señor Puka no mostró algún gesto de duda sobre esa interrogante, ya que en el ámbito comercial la duda es tu peor enemigo dentro de alguna reunión de negocios.
—No lo necesito, puedo leer sus pensamientos.
—¿Así? ¿Sabe usted entonces que ella está deprimida verdad?
—¿Deprimida?
—Así es, desde que se anunció su matrimonio, ella solo tiene la mirada perdida y cuando nadie la ve, está llorando desconsoladamente y no considero que la decisión de casarse la haga feliz —dijo Víctor intentando convencer al señor Puka sobre la gravedad del asunto —supongo que eso sabía perfectamente.
—Son solo los nervios por la boda, nada de qué preocuparse.
—Sé…que ella es tratada bajo el concepto de que el dinero lo compra todo, incluso la felicidad; pero, aunque intentaron implantarle esa idea, ella siguió firme hasta ahora y sabe que el dinero lo que jamás va a comprar es la integridad —el señor Puka al escuchar las ideas de Víctor se paró del sillón y comenzó a caminar en el estudio mientras se ponía a pensar.
—Ese pensamiento es idealista y lamentablemente en este mundo tan cruel, caótico y competitivo, las ideas que son casi fantásticas, terminan siendo limitantes y casi absurdas —respondió mientras observaba su jardín a través de su ventana —el mundo real no se basa en valores y buenas costumbres, sino de competir y explotar a los débiles, ganar dinero es ganar poder y respeto entre la sociedad joven; de no tener ello, simplemente eres presa fácil para que seas explotado para siempre. No existe la bondad y la buena fe en la mayoría de nosotros, ya no. Ahora, la felicidad si se compra con dinero, por ejemplo si te gusta algo que te hace feliz como tener una colección de autos, solo puedes comprarlo con dinero, no vas a usar la integridad que es algo abstracto y sin valor comercial para adquirir esa colección que tanto te gusta.