"Ángel de la Guarda"

57: "Aprendizaje (Parte I)"

Habían pasado diez días desde los hechos suscitados, Sofía esperaba sentada y casi no quería comer. Víctor llegaba en las tardes para verla y estar consolándola. En la universidad todos hablaban sobre el padre de Victoria y que estaba en prisión preventiva por el momento y que desde ese día Victoria no se había presentado a clase y nadie sabía de su paradero. Samuel y Lucía no conversaban del tema ni se hablaban en clase, pero en la salida iban al restaurante algunas horas y luego al hospital a acompañar a Sofía.

—¿Aún no hay noticias? —preguntó Lucía preocupada.

—Nada Lucía —respondió Sofía con la voz quebrada.

—Tranquila, tu padre se va a recuperar, debes tener fe —Samuel fue a comprar café para todos y Lucía se había quedado con Víctor y Sofía para conversar sobre el estado de su padre. Hasta ese día nadie le daba razón alguna y había recibido múltiples llamadas de la prensa para que diera declaraciones, pero tuvo que apagar el teléfono por su tranquilidad.

—Si, por favor Yaku, todo estará bien —Víctor de su mochila, sacó una manzana y se la ofreció a Sofía, pero ella se negó a aceptarlo —debes comer algo, no puedes pasarte de hambre todo el tiempo, solo tomaste agua y comiste solo la cuarta parte del pan con carne que te traje.

—Ya te lo dije, no tengo hambre y cada vez que intento comer, mi estómago no quiere recibir la comida.

—Si no comes, vas a enfermarte y no quiero que te pase algo —dijo muy preocupado.

—Así es Sofía —respondió Sol caminando junto a Samuel y en su mano traía una caja dorada decorada con un lazo blanco y se lo entregó a Sofía mostrando una cálida sonrisa —perdón si no vine estos días, pero cada día más el restaurante tiene más trabajo que hacer, no obstante la señora Marcela te manda estas ricas empanadas, comelas ahora que están calientitas ¡y con café le vienen de maravilla!

—Gracias Sol, pero en verdad no tengo hambre —al verla desanimada y triste, en ese momento nadie supo qué hacer para ayudar a Sofía o levantarle el ánimo, y de todas las personas que estaban allí, Lucia sabía exactamente por lo que ella pasaba. Alguna vez estuvo esperando por días que su tía pudiera recuperarse, y su estómago no podía recibir alimento por la angustia que tenía. Sin embargo, recordó que Sebastian para que pudiera comer, le había dicho algunas palabras y con ello recién pudo alimentarse.

—Sofía, yo entiendo por lo que estás pasando ahora —todos voltearon a ver a Lucía y ella se sintió un poco incómoda al notarlo, pero las ganas de poder ayudar a su amiga pudieron más que la timidez —yo tampoco tenía ganas de comer cuando mi tía se había enfermado de gravedad y la trajeron al hospital, recuerdo que estaba sentada en un pabellón del hospital y sin ganas de comer. Temía que si lo hacía, pudiera enfermarme o algo peor; pero una persona muy importante me dijo que alimentarnos es una parte esencial para nosotros, que nos ayuda a tener energía y con ello podremos cuidar a nuestros seres queridos. Así que…al menos intenta comer por tu papá, piensa en que él no querrá verte enferma y que se culpe…

—Lucía tiene razón…debes comer —dijo Samuel que había regresado de comprar café para todos y había estado escuchando a Lucía. Sofía al oír las sinceras palabras de ella que intentaban animarla, decidió abrir la caja de empanadas con lentitud e intentó comer una. De pronto, su estómago pidió más y más y fue cuando logró acabar todas las empanadas. Con lágrimas en los ojos, abrazó a Sol y Lucía y ambas lo recibieron con mucho cariño.

—Gracias Sol —respondió llorando y al soltarlas, miró a su amiga que también derramaba algunas lágrimas —y a ti también Lucía, gracias por estar aquí conmigo.

—Perdóname por no darme cuenta lo que te pasaba, debí ser buena amiga contigo —dijo Lucía apenada y lamentándose.

—No tienes porqué disculparte, tú también tenías muchas cosas en la cabeza y yo cometí el error de no comentar nada, cuando fui la primera en decirte que me contaras todo lo que te pasaba…

—Somos seres humanos, cometemos errores y eso no nos hace malas personas, por eso es importante reconocer nuestra equivocación y aprender de ellos —contestó Sol mientras se secaba sus lágrimas, al oír eso, Samuel sonrió y encontró otra razón por la que Dios estimaba a los humanos y pedía que los ángeles los guiara en el sendero del bien, ya que notó que ellos así como pueden cometer errores, también cabe la posibilidad de que aprendan de los mismos y que puedan convertirse en mejores personas; y pensó que ojalá Arturo pensara de esa manera. Luego de un rato, Víctor hizo una llamada diciéndole a su mamá que se quedaría con Sofía toda la noche, otra vez. Sol, Lucía y Samuel decidieron irse y venir temprano para saber de la situación del señor Robin y poder ayudar a la dueña el máximo tiempo posible antes de que iniciaran las clases oficiales.

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Todos se despidieron y los tres chicos empezaron a conversar sobre lo que había sucedido hasta el momento, desde que Lucía había entrado a trabajar, la situación con Javier y del restaurante. Sentían que habían pasado muchas cosas en tan poco tiempo que no resultaba creíble a primera vista. Luego, Sol tomó su autobús y se despidió de ellos y los dos amigos decidieron regresar juntos a su casa.

—Sol tiene razón, parece una novela todo lo que nos pasó desde que iniciamos la universidad —dijo Lucía riendo mientras caminaba cada vez con más lentitud y Samuel al verla, la imitó.

—Es verdad, hasta parece cuestionable si todo lo que pasó fue real —respondió él con sonrisa pícara.

—Yo sé muy bien que todo lo que ha pasado fue muy real —ambos solo reían y luego se quedaron callados por un rato, él la veía más animada y eso la hacía ver más encantadora, como era antes.

—Últimamente estás más feliz.

—Si…creí que no volvería a sonreír después de años de soledad.

—¿Soledad? —preguntó Samuel fingiendo confusión, ya que cuando era un ángel sabía todo por lo que había pasado.




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