Ángel de la Muerte.

Capítulo 3

Cuando vi los rayos de sol entrar por la ventana me di cuenta que mamá tenia los brazos cruzados sobre su pecho mientras me miraba con desaprobación.

– ¿Qué estás haciendo?

Miré mis manos y volví a abrazar el traje.

–Maddy esto no puede seguir así –se sentó a mi lado. –No puedes seguir llorando por él, se fue y tú misma me dijiste que no volverá, si su relación a distancia no funcionó es mejor que te olvides de él para siempre.

–Es que tú no lo entiendes –balbuceé.

– ¿Quieres hablar de ello? Ya sabes que, si necesitas desahogarte, estoy aquí cariño, siempre lo estaré.

Dejé el traje y me senté en la cama para abrazar a mamá, ella siempre sabía que decir para hacerme sentir mejor.

–Te quiero.

–Yo también lo hago –sus brazos me apretaron un poco más.

– ¿Mamá?

– ¿Sí?

–No estoy en depresión. –dije en un susurro.

Ella soltó una risa cansada.

–Anda, vamos que tienes que ir al colegio –besó mi frente y se levantó de la cama para irse.

Me quedé viendo la cama por un minuto hasta que decidí tomar el traje y guardarlo nuevamente, me bañé y me alisté para poder bajar a desayunar y tomé un pan tostado, mamá sacó el frasco con la mermelada de fresa, comencé a esparcirlo, pero me quedé a la mitad cuando me di cuenta que Mike comenzó a verme fijamente.

– ¿Nene?

Sus ojos verdes me veían, estaba serio, pero no molesto, me acerqué a él y me di cuenta que no me veía a mí, si no, detrás de mí, inmediatamente me di la vuelta, pero no había nadie sin embargo mi hermano seguía viendo ese punto fijo, mi corazón se aceleró a mil.

– ¿Qué es lo que ves nene? –me acerqué y miré desde su punto de vista.

Mi piel se erizó en reacción a algo que desconocía.

– ¡Vamos tarde! –papá pasó por delante de nosotros y se detuvo justo donde Mike y yo veíamos sea lo que fuese que mi hermanito veía.

– ¿Qué tienen ustedes dos? –sonrió.

–Nada –me incorporé y sonreí. –Estaba llorando y lo abracé. –solté, odiaba mentirle...

–Que buena hermana. –papá me despeinó y siguió su camino al refrigerador.

...pero odiaba más que me creyera.

Una vez que terminé mi pan tostado, papá y yo nos despedimos de Mamá y Mike y fuimos casi corriendo hacia la camioneta, me puse el cinturón y justo cuando papá prendió el motor mi teléfono comenzó a sonar.

– ¿Bueno?

–Soy yo, James viene por mí, nos vemos en el colegio ¿está bien?

–Sí, nos vemos entonces.

–Eres la mejor

Y colgó.

–Vamos directo al colegio, Clara se irá con James.

Papá asintió y condujo.

La calle estaba mojada gracias a la lluvia de anoche, el cielo seguía nublado y no daba señales de que el día mejorará, mi corazón seguía hecho trizas y el clima no me ayudaba para nada, sentí una lagrima resbalar por mi mejilla y la limpie rápidamente antes de que mi padre se diera cuenta, necesitaba ayuda, necesitaba comenzar a olvidar a Kale, quizá si estaba en depresión, todo este remolino de sentimientos en mi me hacían perder la cabeza de un segundo a otro, por las noches el pecho me dolía, sentía que todo se venía encima, que moriría cada vez que me acordaba de él, me sentía vacía, sola y rota. Nadie podía entenderme.

–Llegamos. –papá me tocó la mano.

Rápidamente enfoqué mi vista en él.

– ¿Segura que estas bien?

Sonreí.

–Seguro, nos vemos en la noche.

Papá me besó la frente y sonrió. Bajé de la camioneta y me dirigí al auto de Aaron donde todos esperaban a que sonara el timbre, como solía suceder, mis ojos se nublaron, apenas y vi a Liam acercarse antes de que caminara lo suficiente a donde ellos estaban.

–Hola Mad... mierda –murmuró al darse cuenta de mi aspecto. – ¿Estás bien?

No lo pensé, fui directamente a sus brazos y él me correspondió abrazándome con fuerza, lloré en su pecho y agradecí que mi cabello me cubriera una parte de la cara, la altura de él también ayudaba a que nadie más me viera derrumbarme en sus brazos.

Sentí sus labios en mi cabeza y seguí llorando, no podía detenerme, necesitaba sacar todo lo que sentía en el pecho, todo el dolor que me oprimía desde hacía meses.

–Oye linda...

–Solo abrázame, por favor –pedí. Tratando de evitar que se fuera, lo necesitaba. Necesitaba a un amigo de verdad.

Nos quedamos así por un largo tiempo, luego cuando me sentí un poco más tranquila, Liam hizo a un lado mi cabello y me colocó un dedo en mi barbilla para poder mirarlo a los ojos.

–Estoy aquí, ya no tienes por qué sufrir sola, no más.

Asentí y él me limpió las lágrimas con sus pulgares.

– ¿Te sientes bien para ir a clases?

Negué.

El timbre sonó y vi a todos que estaban en el estacionamiento dirigirse al colegio.

–Ven conmigo –me tomó de la mano y me llevó a su camioneta, me ayudó a subir y me puse el cinturón de seguridad y él se subió después de mí.

Encendió el auto y condujo, no tenía idea de a dónde íbamos, pero solo quería estar alejada del mundo que me recordaba la mala elección que había elegido. Lo egoísta que había sido.

Liam se detuvo en el lago, en el que de pequeños nuestros padres nos traían a jugar, Liam fue el único que conocí cuando éramos niños, los demás chicos los había conocido gracias a Aaron. Nuestras respiraciones eran todo lo que se escuchaba y solo pude mirar al frente, no quería verlo a la cara y se diera cuenta del desastre que era.

–Se que... no sé cómo... –respiró claramente confundido. – ¿Qué fue eso?

Lo miré de reojo y él también veía hacia el frente, resopló y dejó caer sus manos en su regazo.

–Solo te mostré mi verdadero yo.

– ¿Tan mal estas?

Bajé la mirada a mis piernas y vi que se movían levemente de arriba a abajo, mis ojos se nublaron al acordarme de que Clara había hablado con Kale y él le había contado esto sobre mí.




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