-Ethan-
Estamos rodeados. Reviso de pies a cabeza de uno en uno, la postura del que está a la izquierda es torcida, por la edad y su fisionomía podría asegurar que tiene una lesión resiente en la espalda baja, cerca al coxis y estoy casi seguro que tiene secuelas de una lesión antigua. Ha este le llamaré Sujeto A, lo derribaré con un acercamiento directo; cuando venga y me ataque con su navaja lo tomaré del brazo y tirare de él torciéndolo, de esa manera se doblará por el dolor y finalizaré con una patada en el coxis, eso lo dejara fuera de combate lo suficiente.
Bien, Rex y yo en el centro, espalda con espalda. A mi izquierda el sujeto A, a mi derecha uno armado apuntándome a la cabeza y a su lado está el otro apuntando a mi amigo. Yo me encargaré de los tres, dejaré que Rex arregle el asunto con los puños. Jamás he matado a nadie en mi vida y no pienso comenzar ahora.
Mi mente se busca una manera de parar dos armas en 30 segundos o menos, lo suficiente como para tener un rehén y derribar al de la navaja.
Paso uno, girar 45 grados a la derecha para derribar y quitar armas. Sujeto B y C, fuera de combate. Paso dos, reducir al sujeto A y ayudar con los del resto. Mis cálculos estaban completos, el problema era la probabilidad de error, nuestras vidas estaban en juego y la maldita inseguridad me paralizaba. Necesitaba asegurarme si quiera un diez por ciento más de la cuenta. Un minuto y cuarenta segundos...
—Rex, creo que ya fue suficiente —le corto con disimulo—. Mira lo que digo, son seis, creo que tres para cada uno es poco justo ¿No crees? —hablo en clave, lo que realmente hice fue señalarle a los tres de los que se encargará.
Espero a que asienta y cuando lo hace comprendo que ya calculó su plan para reducirlos.
—Pues tú sabes que me gustan los retos, no puedo evitarlo—fanfarronea mientras sus ojos castaños recorren de pies a cabeza a sus oponentes.
—Oye anciano, ¿no crees qué ya estás demasiado decrépito para andar lamiéndole el culo a Cardigan?—digo, en un intento de provocarlo para asegurar que el de la navaja me atacará a mí.
Nunca olvidaré lo que aprendí viendo las pelis de mafia, la psicología utilizada a tu favor puede ahorrarte el trabajo siempre y cuando sepas manipular a tus enemigos.
El sujeto A, aprieta la mandíbula y se tensa. Me observa con odio y yo sonrió al lograr mi cometido. Deslizo mi mano sigilosamente hasta sostener mi arma, por suerte no le puse seguro.
—Ya basta de charlas. ¡Responde o muere! —grita, el sujeto que me apunta a la cabeza.
—Bien, nos rendimos—anuncia, mi amigo, señalando a los tipos armados, yo asiento y alzo el arma sobre mi cabeza mostrándola. Comienzo a bajarla lentamente a medida que me agacho, utilizo mis movimientos calculados para mantener los ojos de todos sobre mis acciones y las del arma.
—45, derecha...
Es lo último que digo antes de que la adrenalina se apodere de mi cuerpo y mecánicamente actúe, Rex se abalanza sin si quiera preocuparse por quien le amenaza con el arma, ambos confiamos en el otro lo suficiente como para hacer las cosas sin tantear o preguntar. Cuando el sujeto C —quien apunta a Rex— regresa los ojos a su blanco, es muy tarde. Levanto la pistola y disparo en la pantorrilla del joven tembloroso, mientras me lanzo sobre el tipo que intentaba volarme la cabeza (El sujeto B), su arma cae a mis pies de igual forma que sus gruesos lentes, quedando aturdido y desorientado. Rompo su brazo en un movimiento seco y veloz, llevándolo con brusquedad hacia su espalda, para utilizarlo de rehén; el hombre grita del dolor y se retuerce.
El de la navaja se detiene mirándome, observa mis movimientos con cautela, pongo presión con el arma en la cabeza de mi rehén y lo intimido creando dudas en la mente de mi actual oponente, el tipo se tarda en reaccionar lo suficiente como para arrancarle el revólver de las manos al chico con nudillos de niña. Lo dejo inconsciente —de un puñetazo— y tiro al rehén sobre el otro, ambos fuera de combate. Tomo una gran bocanada de aire al levantarme y me dirijo al encuentro del sujeto A, los hombres con armas de fuego quedan fuera del juego (Sujetos B y C).
Me demoro unos segundos más en encajarle la patada en el coxis, pero finalmente lo derribo y termino este asalto vivo. Respiro aceleradamente mientras mi corazón golpea agitado, una gota de sudor cae por mi frente y pateo lejos las pistolas, guardo la mía y cruzo una mirada con Rex, dos hombres están inconscientes y el tercero, que tiene la cara cubierta de sangre, está colgado del cuello de su camisa. Rex lo tira violentamente y se limpia el hilo de sangre que cubre su boca, tiene un ojo en proceso de inflamación, pero en lo demás está bien.
Corremos a mi auto y salimos pitando del lugar, una vez que llegamos a una avenida concurrida podemos comenzar a calmarnos.
—Como duele—se queja sobándose la mandíbula—, mira cómo me dejó el ojo ese bastardo.
—Fuiste muy bruto—digo con la vista hacia adelante—, si hubieras calculado tus movimientos estarías mejor parado.
—Le di su merecido a esos hijos de puta—bufa—, tendrás que conformarte con eso. Además, yo no soy un maldito cabezón que tantea posibilidades con la mente, es como si tú percibieras sus puntos débiles, hasta podría jurar que eres vidente.
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Editado: 10.06.2020