-Ethan-
Llegué a la propiedad alterado, en el instante que me di cuenta que había algo muy extraño sucediendo dentro, una sensación de angustia y miedo aplastante me recorrió haciéndome sentir la misma mierda que intenté alejar los últimos seis años. Esa puñetera sensación de impotencia y desesperación traumática que había mantenido encerrada en lo más profundo de mi mente se hizo presente en menos de un segundo. Los malditos recuerdos luchaban por apoderarse de mi existencia, una vez más sentía la tensión y el peso de mis pensamientos hacerse con mi fuerza de voluntad.
La respiración me faltaba y mis manos se entumecieron en el volante, mi corazón late a mil y mis ojos no se apartan de la puerta principal. Tal vez fueron minutos o quizás segundos los que me mantuve sumergido en las profundidades de mi mente, pero en el instante en el que recuperé la compostura, saqué de la mochila mi arma y caminé sin dudarlo más. La vida de mi hermana dependía de mí, al igual que la vida de mi madre alguna vez lo hizo.
No podía volver a fallar, nunca me lo perdonaría. Dannie es mi mundo, mi vida y mis sueños, todos plasmados en esa pequeña; mi tesoro. Preferiría morir mil veces de las maneras más crueles con tal de que ella viviera una larga y feliz vida. Creo que es la única mujer que me he permitido amar, porque a mi pequeña la amo como nunca he sabido amar a nadie más, ni siquiera a mi madre la quise tanto como ella se lo merecía.
Cuando intento entrar por la puerta principal caigo en cuenta que estaba a punto de cometer suicidio, si todas las luces estaban cortadas eso quería decir que ya habían tomado la primera planta sin problemas, debía haber al menos 5 o 6 matones cuidando los puntos de acceso. Decido entrar por el mini apartamento del servicio, pero antes necesitaba sacar algunas cosas que guardé en el cobertizo del jardín hace un par de semanas.
Camino con sigilo cuidando cada uno de mis pasos, me siento demasiado aturdido como para armar un plan de acción. Esta situación no era un juego del cual podía darme el lujo de perder o fracasar, no iba actuar con posibilidades, necesitaba asegurar un cien por ciento de éxito.
Junto a la podadora encuentro mi laptop —en un compartimiento que descubrí hace mucho— con el acceso directo a las cámaras que instalé en los pasillos principales. La mayoría solo eran de los anexos a los puntos clave de la casa, una vez me conecto con la red de mi celular, descubro que eran cinco hombres en el primer piso y cuatro en el segundo.
La oscuridad dificultaba la nitidez de las grabaciones, pero ni si quiera la falta de luz podía esconder los cadáveres que yacían sobre los alrededores. Intento pensar en cómo deshacerme de los que cuidan las salidas y, aunque me fuerzo a idear algo, no logro más que seguir perdiendo el tiempo. Trago nerviosismo y me doy el privilegio de respirar por unos segundos de manera calmada y profunda, de modo que disipo cualquier duda. Entonces cierro el aparato y con solo mi arma en mano me dirijo directo a la boca del lobo.
Ingreso por la ventana de la pequeña cocina y para mi desgracia encuentro los cuerpos sin vida del cuidador principal y la ama de llaves. Fue bastante difícil pasar de largo, pero tuve que hacerlo, se me estaba agotando el tiempo y las opciones. Cruzo uno de los pasillos enfocando mis sentidos en cualquier sonido o movimiento sospechoso, cuando de pronto escucho disparos y vidrios romperse, pego mi cuerpo a un lado del muro y con sigilo avanzo hasta el lugar de donde provenían los disparos.
Al llegar quedo bastante sorprendido, hay tres hombres inconscientes regados por el piso, uno tiene la muñeca ensangrentada y quizás destrozada, el que está sobre él se encuentra con la cabeza semi doblada y la sangre mana de su frente. El último hombre ni si quiera parece respirar.
Lo más extraño es que los hombres de Cardigan se veían como la mierda misma, estos perros jamás eran sorprendidos por nadie y daban pelea hasta morir. Me produce terror y asco la sola idea de encontrarme con la bestia que los había dejado de esa forma, en el corto tiempo que me despisté.
Estos tipos eran unos hijos de puta que merecían cosas peores, pero no tenía la intención de convertirme en su juez. Aprovecho la extraña situación y continúo mi camino con más cuidado, me mantengo alerta y con los sentidos al máximo.
Fue fácil llegar al segundo piso, no había ningún alma que intentara detenerme, fue como si las puertas cerradas se abrieran cada vez que intentaba pasar a través de ellas. Era consciente de que mi buena suerte no iba a durar mucho, por ese motivo decido enviar un mensaje a Rex explicándole lo sucedido. Cuando llego al pasillo, que estaba subiendo las escaleras, veo a un hombre sentado sobre una silla con la cabeza agachada, me acerco y al apuntarle me llevo la sorpresa de que está amarrado e inconsciente; y no era el único, más adelante cerca del dormitorio principal, estaba otro más desfigurado. A su lado encuentro los cadáveres de los padres de Rex, trago fuerte y cierro mis ojos intentando contener las náuseas y rabia que luchan por salir con fuerza.
Un escalofrío recorre mi columna vertebral y al instante reconozco esta sensación.
—Vaya que eres veloz —dice, en un tono frío y perturbador, una voz profunda, con esa típica actitud implacable y odiosa que te hace temer y odiarle con todas tus jodidas fuerzas—, siete de mis hombres en tan solo diez minutos, o quizás menos.
Se carcajea estruendosamente y eso solo logra ponerme más nervioso.
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Editado: 10.06.2020