-Marrom-
Mi mano suelta la pistola de golpe, continúo sintiendo el calambre en mi muñeca mientras el resto de mi cuerpo comienza a entumecerse por el creciente ataque pánico. Me dejo caer de rodillas al suelo sintiendo como las piernas me fallan.
<<Yo... yo lo maté>>.
El brazo con el que disparé tiembla descontroladamente y mi respiración es forzosa, el corazón se me intenta escapar del pecho. No podía dejar de presenciar la escena que tenía frente a mí. La sangre alrededor del cuerpo iba aumentando hasta hacerse un gran charco, mis ojos pican y el ardor aumenta en mi garganta. Quería echarme a llorar como una niña, no puede ser esto cierto, yo no podía haber cometido semejante error.
Jamás le había arrebatado la vida a un humano, los ángeles no tenemos la potestad de tomar esa decisión. Ninguno de nosotros podía, ni debía, lastimar a un humano.
¿Qué iba a hacer ahora? ¿Volví a fracasar? ¿Sería castigada de la peor forma? ¿Este era el final?
Mis ojos recorren el cadáver tendido, no soportaba ver al hombre sin vida, esto era demasiado para procesar. Los escalofríos se apoderaron de mí, siento como mi cuerpo se debilita y las gotas de sudor cubren mi frente para luego caer por mi cuello.
Estaba perdiendo fuerza y control.
Por un momento creí que desaparecería y es lo que hubiera preferido, no obstante, mi cuerpo se tornó más pesado y la energía disminuyó hasta no dejar rastro de ella. No tenía el principal recurso para liberarme de esta forma, el maná espiritual.
Quería desaparecer...
Alguien toma mis brazos y me alza sin darme tiempo a reaccionar, de igual forma no podía sostener mi peso.
—Nos vamos —susurra, Ethan. Intento tomar su mano y él se estremece a mi contacto.
Hago el esfuerzo por caminar, pero no puedo moverme. Pensé que me dejaría aquí, estaba asustada. Él susurró algo que no comprendí y luego me llevó entre sus brazos, quería protestar y lo hubiera hecho si tuviera la fuerza que requería para hablar.
Después de eso todo se torna borroso, estoy allí, escucho como Rex nos pregunta qué sucedió; pero de algún modo estoy ausente.
Subimos a un auto y por fin puedo volver a mover mis manos, continúo temblando y mis dientes castañean por el frío.
Esperen... ¿Tengo frío?
No puede ser, yo no puedo percibir sensaciones humanas, no puedo sentir en carne propia temperaturas, ni nada. ¿Cómo es qué tengo frío?
Mi cuerpo humano es solo una imitación del real, puedo controlar a mi antojo lo que quiero y no puedo sentir, entonces... ¡¿POR QUÉ ME SIENTO COMO UNA MALDITA HUMANA A PUNTO DE TENER UNA PULMONÍA?!
Me retuerzo al sentir dolor y quedo sorprendida al darme cuenta que estoy sangrando en la frente, allí donde recibí el derechazo de esa tal Parker. Y eso no es todo, mis costillas aprietan y puedo jurar que tengo algo roto.
Maldita naturaleza humana, es tan frágil que me hace odiarla aún más. Veo mis manos atentamente como si fueran lo más anormal del mundo, están maltratadas y lucen horribles. Una gota de sangre cae sobre mis dedos, rodó desde mi rostro. Al ver la sangre mi estómago se retuerce y la verdad vuelve a golpearme.
Yo soy una asesina. Maté a un inocente, alteré las decisiones y el curso de una vida para salvarme a mí misma, soy despreciable.
Quiero llorar, necesito imaginar que nada de esto es real, tengo que ser fuerte o seré consumida por las emociones humanas. Mientras menos me parezca a ellos, más posibilidades tengo de regresar a mi forma espiritual.
Mi corazón se estruja y la culpa me corroe, en este instante desearía borrar todo lo que hice y volver a comenzar. Tal vez debí haber rogado porque me den a otra alma, no creo que pueda seguir en estas circunstancias.
Lentamente voy cerrando mis ojos y me dejo llevar por el cansancio que va sumergiéndome en un profundo sueño.
Había olvidado lo que era sentirse exhausta. ¡Maldita debilidad! Solo espero que no me dejen tirada en alguna parte mientras estoy inconsciente.
***
—Hey —susurra una voz masculina—, ya levántate, bunny.
Abro los ojos con pesadez intentando evitar que se me vuelvan a cerrar, estoy recostada sobre una superficie suave, mi cuerpo está tan tieso y helado como una paleta de hielo. Me levanto con dificultad y parpadeo hasta que mi vista vuelve a ser clara, estamos en una habitación lúgubre.
El papel tapiz de las paredes es de un color marfil medio grisáceo y la alfombra negra cubre de un extremo a otro el piso del lugar. Una pequeña luz ingresa hasta el cuarto por una rendija que deja ver lo que parece ser un baño.
Sin poder controlar mi temperatura corporal, siento el frío helado hasta los huesos y mi rostro se siente muy caliente. Vuelvo a parpadear hasta que enfoco bien y cuando regreso la vista al frente el rostro de su estúpido amigo es lo único que veo.
—Despertaste al fin —bufa una voz proveniente desde el otro extremo de la habitación, Ethan.
—¿Dónde estamos? —pregunto abrazándome a mí misma, me percato de que mi cinturón y el resto de mis armas no están donde deberían.
—Te las quité para que no sintieras incomodad —dice Rex sonriendo, creo que fui muy obvia—, estamos muy lejos del lugar. Ethan condujo casi toda la noche.
—¿Qué hora es? —susurro aturdida, mis labios están tan secos que amenazan por pegarse en uno solo.
—Las tres de la mañana —responde Ethan, levantándose de lo que parece ser un sofá al lado de la ventana. Camina hasta la luz y me permite ver que ya se ha cambiado de ropa al igual que Dino.
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Editado: 10.06.2020