Por unos segundos, algo brilló en la oscuridad. Abby agarró a su hermana por el brazo, y le susurró al oído:
—No te muevas de aquí. Iré a ver...
Con cautela la chica se acercó a aquellos arbustos enormes y miró alrededor, pero la misteriosa luz había desaparecido. Se volteó entonces, y buscó con la vista a su hermana en el lugar donde la había dejado, pero ya no estaba.
—Maldición Sylvie, ¿a donde te fuiste?
De pronto se oyeron unos gritos atroces. Abby corrió hacia el lugar de donde provenían, y la escena la dejo paralizada. Un hombre alto y fornido sujetaba a Sylvie del cuello, quien se retorcía y pedía ayuda.
—¡Dejala ir! ¡Dejala..!— gritó Abby
El hombre miró a la chica, y por un segundo esta pudo ver, gracias a la luz de la luna que recién aparecía en el cielo, su rostro. Era feo, muy feo, y tenía una enorme cicatriz que le cubría ambos lados de la cara, cicatriz que se deformaba con la sonrisa malvada que dibujaban sus labios.
—Vaya, Abby. Me alegra verte de nuevo...
—¿Quien eres? ¡¡¡Deja a mi hermana...!!!
—¿Si? ¿Quieres que la libere?. No lo creo Abby...
—¡¡¡Dejala en paz!!!
Pero el hombre no le hizo caso. Al contrario, aumento la fuerza con la que apretaba el cuello de Sylvie, hasta que se escucho un “crack”, y la chica dejo de moverse.
Abby sintió que se desmayaba. Sus fuerzas le abandonaban. Cayó al suelo, inconsciente, pero segundos antes, creyó oír unas voces dentro de su cabeza que, muy bajo, susurraban:
*Una leyenda renacerá, un ángel sin memoria volverá a caer del cielo, y yo...yo me volveré eterno...muy pronto...para siempre...*
*Y luego una risa, aguda, vacía...y nada más...*