—Tranquila... Estoy aquí contigo, ¿si? —escuché una ronca voz y después sentí unas manos acariciar mi cabello. No podía abrir los ojos, estaba débil, me dolía mucho la cabeza.
—¿Brook? —pregunté y al abrir los ojos vi su hermosa sonrisa— ¿Qué pasó? ¿No se supone que no debería recordar nada?
—La bala sólo te rozó, por eso aún me recuerdas.
—Sabía que irías a rescatarme —Me atreví a decirle. Él simplemente sonrió mirando hacia el suelo y después de unos segundos su sonrisa se desvaneció.
—Cassia, corres mucho peligro en Dines, creo que deberías ir a casa —habló triste.
—Ya te dije que no me iré hasta que... —me interrumpió.
—Por favor. Es demasiado trabajo para mí.
Lo pensé por un momento, y por más que quería quedarme en Dines, nunca pensé en lo difícil que era para Brook protegerme de cada demonio que pasaba por enfrente. Tenía razón, cada segundo que pasaba en este lugar era el triple de trabajo para él.
—Esta bien... Iré a hacer mi maleta —él asintió triste.
Mientras guardaba mis cosas tranquilamente, pude escuchar como tiraban pequeñas piedras a la ventana. Me acerqué para ver que era lo que ocasionaba el ruido y vi a Leah mirando en la parte trasera de la casa de Brook.
Fui hasta la planta baja y salí intentando que Brook no se diera cuenta.
—¿Necesitas algo? —pregunté confundida.
—¿Te vas de Dines?
—¿Cómo lo sabes?