Angélica, misión amor

Premonición

Angélica se estremeció al presenciar la escena brutal. Santiago golpeaba sin piedad a Javier, mientras que este intentaba proteger su rostro de los contundentes puños. Desesperada, se acercó a detener la pelea, pero una sombra negra apareció frente a ella y la repelió violentamente. 

—¡Arg! ¡No! ¡Por favor! ¡Déjenlo en paz! ¡Que alguien lo ayude! ¡Javier! —exclamó angustiada.

Sin embargo, sus llamados no fueron suficientes, ya que la sombra se hizo más grande, al punto de envolver a ambos chicos y arrancar del pecho el alma inanimada de Javier.

Al ver esto, ella volvió a acercarse a ese peligroso ser, pero de nuevo fue repelida.

—¡Basta! ¡Devuélvelo! ¡Él no puede morir! —gritó aterrada.

Cuando la misteriosa sombra desapareció, Santiago dejó de asestar golpes al comprobar con horror que Javier estaba inerte. Los demás muchachos que estaban azuzando la pelea también se asustaron ante esto y comenzaron a marcharse para evitar problemas. 

Angélica estaba atónita por cómo habían ocurrido las cosas, que antes de poder hacer algo, de nuevo se encontró en el momento en que Javier era interceptado por los matones de la escuela.

—¿Qué fue eso? —se preguntó, confundida—. Acaso tuve… ¿una premonición?

Como no tenía tiempo para averiguar lo acababa de presenciar, se acercó rápidamente a Javier y dijo con desesperación.

—¡Oye! Aléjate de ese tipo, es peligroso.

Javier se estremeció al escuchar la voz de Angélica, pero antes de poder voltear hacia su costado, Santiago lo increpó de nuevo.

—¡Ey, p… idiota! ¿Por qué me ignoras? ¿Acaso no escuchaste que te llamé? 

A lo cual, Javier volvió en sí y respondió con fastidio.

—¿Qué quieres, “hijo de papi”? —recalcó esto con sarcasmo.

—¡Oye! Ignóralo, ¡te meterás en problemas otra vez! —insistió Angélica al ver que el momento se repetía tal como en su visión.

—¡Déjame en paz! —gruñó Javier, dirigiéndose a Angélica.

Creyendo que esta última frase era para él, Santiago agarró con furia el cuello de su interlocutor y amenazó.

—¡P… idiota! ¿Quién te crees para hablarme de esta forma?

Sorprendido por el arrebato de su compañero, Javier aclaró la voz en un intento por controlar la situación.

—Lo siento, no era para ti…

—¡Cállate, hijo de p…! ¡Recuerda cuál es tu lugar! —gruñó el fúrico sujeto.

—¡Sé cuál es mi lugar! —replicó Javier, intentando no doblegarse.

Angélica, al ver que la sombra comenzaba a aparecer, exhortó con desesperación.

—Javier, apártate de ese tipo, vi que…

—¡Guarda silencio! —gritó Javier, mirando hacia donde se encontraba Angélica.

Su acción perturbó un poco a sus agresores, a lo que Santiago cuestionó.

—¿Con quién estás hablando?

En ese punto, Javier cayó en la cuenta de que esas palabras estaban dirigidas a Angélica, quien no podía ser vista por los demás. «¡Maldita sea! ¿Por qué no te callas? ¡Acabo de quedar en ridículo frente a estos idiotas!», gritó mentalmente.

—¡No puedo! ¡Tienes que hacerme caso! ¡Ese tipo te va a matar! —exclamó ella con desesperación.

Ignorando los exhortos de “su guardiana”, Javier volvió con Santiago.

—Mira, ¿qué quieres? Ahora no estoy de buen humor.

Resoplando con ironía, Santiago aflojó su agarre y replicó.

—¡Arg! ¿Te crees tan importante porque tu madre se encarga de “hacerle favores” al director para que te perdone?

Aunque no estaba en buenos términos con su madre, odiaba que alguien más hablara mal de ella, así que empujó violentamente a Santiago para empezarlo a golpear. Los demás se quedaron aturdidos por lo que estaba pasado, pero antes de reaccionar, una voz ronca hizo eco en aquel espacio.

—¡Alto ahí, muchachos!

Aprovechando la distracción, Angélica empleó sus poderes para alejar a Javier lejos del grupo. Cuando se encontraron detrás de los arbustos, el muchacho exclamó jadeante.

—¡Mierda! Cómo es que…

—¡Cállate si no quieres meterte en problemas otra vez! —gritó Angélica, cubriéndole la boca a “su protegido”, mientras miraba angustiada lo que ocurría frente a ellos.

Al mismo tiempo, Santiago se quedó un poco confundido al ver que Javier se desvanecía frente a sus ojos, pero no tuvo tiempo de analizar la situación, ya que un profesor llegó ante ellos.

—¿Qué se supone que están haciendo?

Los demás voltearon a ver hacia Santiago y también quedaron extrañados al ver que no había rastros de Javier.

—¡Profe Ortiz! ¡Javier me atacó y acaba de escapar! —gritó Santiago con desesperación.

—¡Es cierto! ¡Nosotros estábamos aquí cuando lo vimos!

El maestro frunció el ceño mientras observaba detenidamente a sus alumnos y luego respondió.

—¿Qué dicen? Si fue Javier quien me advirtió que había una pelea y por eso vine aquí.

Todos se estremecieron al escuchar esto, y más Javier, quien volteó a ver a Angélica y cuestionó contrariado.

—Acaso tú…

—¡No tenemos tiempo qué perder, vamos al salón ahora mismo! —replicó ella, desesperada, mientras tomaba de la mano a Javier y tronaba los dedos.

Al encontrarse en el pasillo, Javier se sintió mareado, aun sin comprender cómo es que habían aparecido en ese lugar mágicamente.

—¡Oye! Qué fue… lo que… acabas de… hacer —cuestionó agitado.

—Te salvé la vida —respondió ella, contundente—. Tuve una visión y era bastante mala para ti.

La expresión sombría de Angélica estremeció a Javier, que no se atrevió a preguntar.

—Bien, supongo que… gracias —dijo un tanto avergonzado.

—No me lo agradezcas aún —replicó Angélica—. Falta mucho para que termine el día, así que no me apartaré de ti hasta que regreses a casa sano y salvo.

Javier estaba a punto de agregar algo más, cuando fue interrumpido por una dulce voz.

—¿Con quién estás hablando?

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.