Esta Famosa sierra no solo gozaba de grandes riquezas naturales sino también de mujeres
hermosas cuyo cabello brillaba constantemente como brilla el diamante después de haber sido
pulido gracias al aceite de coco que además perfumaba sus cuerpos esbeltos, figuras
semidesnudas tan atractivas para los locales y los extranjeros que causaron locuras dentro de
sus pueblos mujeres virtuosas regidas por la supremacía del cacique, criaban a grandes
guerreros que defendían su patria a capa y espada, surcaban las rutas de siembra y cosecha
que anteriormente dominaron estas tierras.
Aunque el cacique disponía de un harem si así lo decidía en su corazón solo cabía una diosa
una majestuosa mujer con la piel como canela de una altura mediana un rostro de porcelana
casi inmaculada la cual dominaba el corazón del cacique así como el sol amaba a la luna en
secreto asi lo hacían estos amantes, instintos naturales atraían a sus cuerpos y el rio Guasare
testigo de este amor desmedido sin códigos morales que los detuvieran y una pasión ardiente
hacia fundir sus cuerpos como se funde un metal para forjar un arma que defiende a un
palacio.
Aunque amargo era el cacique la dulzura de este amor hizo rebosar su corazón como la miel
destilaba del panal de las abejas africanas. El cacique no tenía oro ni piedras preciosas ni
siquiera un palacio su más preciado tesoro era su amada india de tiernos ojos claros y de tez
morena sublime como el cielo y la que inspiraba todo lo bueno el amor por su pueblo.
Casi con un orden milimétrico se desarrollaban las actividades en el pueblo ranchería cada
anciano dirigía con diligencia las actividades asignadas dirigidas con la última palabra de
aprobación por el cacique Mara.