Escucho unos golpes en la puerta y me levanto lentamente del suelo para averiguar quién es. Tras la puerta, puedo ver a una Sara con los ojos rojos e hinchados, me abraza sin decir nada y el llanto que ya había cesado vuelve a mí con mayor intensidad.
—No sé que ocurrió, yo... —no me deja continuar porque se separa de mí y coloca su dedo índice sobre mis labios.
—¡Shh! No importa lo que diga ese examen, ahora solo vengo a comentarte una cosa.
—¿Qué cosa? —Pregunto secando mis lágrimas y caminando hacia mi cama. Ambas nos sentamos recostándonos en el respaldar.
—Yo quiero ser donante —suelta luego de un silencio.
—¿De qué hablas? —Inquiero mirándola confundida.
—Lo que oíste —repite—, también quiero hacerme la prueba para ver si puedo ser donante.
—Pero...
—Puede que yo si sea compatible.
Busco algo en su rostro, lo único que encuentro es seguridad.
—Tienes razón. —Me aparto el cabello de la cara y la miro a los ojos— No perdemos nada intentando. Pero, ¿ya se lo dijiste a nuestros padres?
—Quise decírtelo primero a ti, para tener tu apoyo cuando se los cuente a ellos —toma mi almohada y la abraza a su pecho.
—Claro que te apoyaría, como tú lo hiciste conmigo. Pero dime una cosa, ¿Estás segura qué lo quieres hacer? —Me mira ofendida, por lo que completo con la siguiente frase— Es una decisión muy difícil.
—Obvio que lo sé Anne, no soy estúpida, pero mis razones para hacer esto son iguales a las tuyas, salvar a nuestro padre —le quito la almohada y la abrazo.
Mi pequeña valiente.
—Si es tu decisión, yo lo acepto y te apoyo; pero no sé si papá lo haga. Conmigo aceptó porque yo ya soy mayor de edad y ya decido por mi misma pero sin embargo tú...
—Yo también soy mayor de edad, y quiero ser donante y ellos deberán aceptarlo.
—Pero es la pequeña de la casa, no se lo tomaran bien.
Se levanta de la cama y la miro confundida, se dirige a la sala donde se encuentran mis padres y decido seguirla. Ya capte su intención.
Papá se está tomado un vaso de agua en la isla de la cocina y conversando con mi abuelo, mientras que mamá lee la hoja de resultados de la prueba. Sara se coloca en medio de la estancia y se aclara la garganta, yo me acerco al sofá para sentarme porque sé que una discusión se avecina.
No creo que acepten.
—Yo... eh —Sara arrastra las palabras me mira en busca de apoyo. Le regalo una sonrisa y asiento con la cabeza, toma valor y continua— Decidí que quiero hacerme las pruebas de compatibilidad, para ver... Para ver si puedo ser donante.
—De ninguna manera —niega mamá.
—Por supuesto que no —espeta mi papá.
Bueno, lo intentamos.
—No me importa, yo quiero ser donante —refuta Sara, esta vez más segura.
—Ya dije que no, Sara. No lo permitiré —advierte mi papá más enfadado.
—Claro que sí, papá. Además, tengo el apoyo de Anne —continúa mi hermana.
Miro al abuelo, él me devuelve la mirada cargada de reproche.
—Hija, mira... —habla mamá pero yo la interrumpo.
—Sara tiene razón mamá, yo la apoyo.
—¿Qué? ¿Es en serio, Anastasia? Sara aún es una niña —reclama mi mamá.
—Aún lo es, pero tiene suficiente edad para hacer su voluntad —defiendo—, tiene edad para ser donante.
—Pero no lo será —sentencia mi papá.
—Pero quiero serlo —replica con voz chillona Sara y puedo notar la desesperación en ella— ¿Tú qué dices abuelo?
—Yo no estoy a favor ni en contra tuyo —responde—. En realidad soy Suiza, pero tus padres tienen razón, aún eres una niña —añade con voz calmada y lo miro sorprendida.
—Pues yo si estoy a favor de Sara, no tenemos muchas opciones y esa es su voluntad. Según las leyes ella tiene todo el derecho de hacer eso —me acerco a papá y tomo sus manos entre las mías—. Es por tu bien papá, ¡entiéndelo de una vez por todas! —reclamo con la voz elevada. Es que estoy bastante irritada con este asunto.
—Bájame ese tono a la hora de hablarme —me regaña y yo bajo la vista sabiendo que tiene razón— Supongamos que acepto y Sara si es compatible ¿Qué pasa si surge algún inconveniente en la cirugía?
—¿Y si no? —Pregunta mi hermana— Lo que no entiendo es por qué no quieren que yo lo haga. Anne solo es mayor por dos años y no le pusieron tantas trabas.
—Sara, hija, tu padre tiene razón —dice mi mamá preocupada—. Entiéndenos, por favor.
—Entiéndanme a mí, soy su hija y esto es lo mínimo que puedo hacer por ustedes —veo una lágrima correr por su rostro y como mamá se le acerca para envolverla en sus brazos. El abuelo se sienta junto a mí y pasa su brazo derecho sobre mis hombros y yo recuesto la cabeza en su hombro.
Papá se une al abrazo de mi madre y mi hermana y balbucea unas palabras que no logro oír, pero Sara lo mira con los ojos brillando y lo abraza nuevamente. Al parecer papá aceptó la propuesta de Sara y no puedo evitar soltar una sonrisa de triunfo. Abrazo al abuelo y él me responde de la misma manera.
Lo único que pido a Dios en estos momentos es que Sara si sea compatible y pueda hacer lo que yo no, salvar a papá, darle la oportunidad de seguir con su vida de manera normal como hasta ahora, preocupándose nada más porque su equipo de fútbol gane y que sus hijas sigan el buen camino sin conseguir unos novios buenos para nada, según siempre él nos lo dice a Sara y a mí.
—Ya verán que yo si voy a ser compatible y nuestras vidas van a continuar como si nada hubiese pasado —Sara me envía una mirada de agradecimiento y yo le lanzo un beso en respuesta.
—¿Dónde más conseguiré una hijas como ustedes? Me saque la lotería al tenerlas —dice con voz quebrada papá mientras le seca las lágrimas a mi hermana.
—¿Qué les parece almorzar tarta de pollo? —Pregunta mamá y todos reímos a causa de su oportuna forma de cambiar de conversación.