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LAKE Y MAYA (II)
—Recuérdame, ¿quién dijo que no venderían palomitas en un evento como éste? —comentó Maya con jactancia, mientras ambas avanzaban lentamente en la fila para ingresar a la sala principal. Y, por supuesto, mientras masticaba alegre unas cuantas palomitas que acababa de tomar del recipiente grande que rodeaba con su brazo.
Lake suspiró, un tanto exasperada.
—Es obvio que me equivoqué, ¿de acuerdo?
—¿Y quién pudo además entrar sin problema aunque no traía vestido y tacones?
—Pues me alegra que haya sido así, aunque no me creas.
—Te creo —rio Maya, divertida—. ¿Segura que no quieres? —preguntó extendiendo el recipiente de palomitas hacia Lake.
—No, gracias —rechazó ésta con tono afable.
El teatro Majestic es uno de los edificios históricos de St. Lewrick, construido cerca de los tiempos de la fundación del pueblo. Aunque claro, el edificio original había pasado por bastantes remodelaciones y cambios, tanto así que de éste quedaba en realidad poco. La fachada tenía una apariencia clásica, con escalinatas anchas y columnas altas, molduras detalladas en las cornisas, e incluso un par gárgolas decorativas que se asomaban por éstas hacia abajo.
Contaba por supuesto con una sala principal para las obras y conciertos con un aforo aproximado de seiscientas personas, además de una sala mucho más pequeña para eventos pequeños, y un par de salones para reuniones más íntimas que se podían alquilar para bodas y fiestas. Era un teatro de tamaño mediano, en especial si lo comparabas con otros más grandes e imponentes que había en otras ciudades, pero se defendía bastante bien. Y, lo más importante, había servido a su propósito todos esos años.
Lake le tenía mucho aprecio a ese sitio, por todos los recitales en los que había participado en él mientras practicaba danza. Y el volver a él luego de tanto tiempo, le causaba una singular emoción, aunque fuera como público.
Algo que le sorprendió un poco al llegar, y que fue incluso acrecentado en cuanto entraron a la sala, fue notar que el sitio se encontraba bastante concurrido de personas. Y aunque logró reconocer varios rostros familiares del pueblo, la mayoría resultaban personas nuevas para ella. Esperaba cruzarse quizás con la Srta. Cortés, pero de momento no había sido posible, en parte precisamente por la cantidad de personas.
—Hay más gente de la que pensé —indicó Lake, pensativa.
—Sí, no recuerdo que ninguno de tus recitales de danza se llenara así —comentó Maya justo después, y Lake no pudo estar más de acuerdo.
A como se veían las cosas, esa podría ser la primera vez que a Lake le tocara ver las butacas de la sala principal totalmente ocupadas. ¿Tal importante era aquel concierto? De ser así, sólo podía seguir preguntándose quién las había invitado justamente a ellas dos para que asistieran.
—¿Dónde están los lugares? —preguntó Maya.
Lake tomó los boletos de ambas para revisarlos. No le sorprendió mucho notar que estaban sentadas una a lado de la otra.
—En la tercera fila, en el centro. Vaya, son muy buenos lugares.
—En un concierto como éste da igual, ¿no? —indicó Maya, encogiéndose de hombros—. La música debería escucharse bien hasta el fondo.
—Si tú lo dices.
Ambas tomaron sus asientos a la brevedad, y aguardaron pacientes a que todos terminaran de sentarse. La segunda llamada indicando que comenzarían en cinco minutos no tardó en escucharse en los altavoces.
—Procura no hacer tanto ruido al masticar cuando comiencen a tocar —le susurró Lake con un pequeño tono de reprimenda.
Maya rodó los ojos, crispada.
—Masticaré lo más silenciosa que pueda, mamá.
Cinco minutos después, las luces se apagaron, el telón del escenario se abrió, y una ola de aplausos se hizo presente entre el público.
Justo como el panfleto informaba, el concierto consistiría en la actuación de cuatro artistas invitados, cada uno tocando un instrumento distinto, y realizando su respectiva presentación por separado ejecutando al menos cuatro piezas cada uno.
El primero de los artistas fue un hombre alto y moreno que apareció desde detrás del escenario acompañado de su violonchelo de gran tamaño, el cual comenzó a tocar en el momento en el que los aplausos cesaron. La maestría de su interpretación quedó de inmediato en evidencia, y las combinaciones de tonadas sonoras y suaves comenzaron a recorrer todo el espacio de la sala, y a envolver a los asistentes con ellas.
Lake y Maya, al igual que todos los demás, permanecieron en silencio mientras tocaba aquella primera pieza. Maya incluso se abstuvo por completo de comer palomitas, con tal de tener su atención totalmente puesta en la interpretación. Aunque la música no era precisamente lo suyo, incluso ella tenía que aceptar que aquello era algo especial.
Tras terminar aquella primera melodía con un último movimiento súbito que dejaba la última tonada asentarse en el ambiente, el público comenzó a aplaudir con entusiasmo.
—Impresionante —susurró Lake con asombro, pasando a aplaudir igual que los otros.