Año Bisiesto

Episodio 6: Café para dos

Darcy.

Gruñí cuando el sonido de alguien llamando a la puerta me despertó.

Me quedé en silencio con la esperanza de que la persona detrás de la puerta al no escuchar ruido se fuera.

Arrugué la frente y gimoteé, cuando la claridad perturbó mi sueño. Mis sienes palpitaban con fuerza dándome la bienvenida a un largo día.

De pronto, los recuerdos de la noche anterior fueron cayendo en cascada sobre mí y el pánico se instaló en mi interior.

Recuerdo haber jugado beer pong con Reed, allí bebí demasiado; luego Mila me llevó al segundo piso… Rayos todo eran manchones borrosos en mi mente, estrujé mi cabeza tratando de evocar todos los recuerdos de esa fiesta, pero lo último que ocupaba mi mente era estar muy ebria y… ¿Bailar con Reed?

—Me sigues cayendo mal. —Le había susurrado.

—Te odio, Darcy, te odio tanto que… —El resto de las palabras se perdían en la oscuridad.

¿Qué estaba haciendo con ese niño arrogante, mimado y malcriado?

Abrí los ojos con el pánico corriendo por mis venas. Los latidos de mi corazón repicaban en mis oídos y era lo único que podía escuchar.

Parpadeé varias veces y respiré aliviada reconociendo mi pequeña habitación.

Los golpecillos en la puerta regresaron, esta vez con más insistencia.

Mi instinto de supervivencia me había traído de vuelta a casa.

«Eres genial, Darcy», pensé con orgullo.

De nuevo, los golpes retumbaron por la pequeña estancia.

—Abre, seguro es el café que pedí —habló una persona a mi lado.

No era cualquier voz, no, esa voz, incluso estando ronca y adormilada, la reconocería en cualquier lado; me tensé como las cuerdas de una guitarra. No, seguro estaba soñando.

»Sé que estás despierta.

Salté de la cama como si esta se estuviera incendiando, pero en el proceso mi pie se enredó en la sábana y terminé cayendo de pompa en el suelo.

—¿Qué haces aquí? —pregunté entrando en pánico.

Bajé la mirada y vi que llevaba puesta su camisa.

Me levanté de suelo y vi a Reed en mi cama solo llevando un bóxer puesto.

¡¡En mi cama y en bóxer!!

—No puede ser —susurré viendo al enorme macho en mi cama. Llevé mis manos a mi cabeza, el dolor y la confusión me matarían.

Reed se sentó en la cama y clavó la mirada en mí, lo que me puso histérica.

»¡No, no puede ser! —Sin tener una idea clara de lo que estaba pasando y sin ánimos de conversar con el arrogante semidesnudo en mi cama—. Debo irme.

—¿Irte? Pero, estás en tu habitación… —Reed se cruzó de brazos y una sonrisa se formó en sus labios.

Genial, al menos, uno de los dos se estaba divirtiendo.

Los golpes volvieron a sonar y mi cabeza daba vueltas y vueltas.

Pasé la mirada por la habitación, mi ropa tirada de cualquier forma en el suelo, cerca el pantalón de Reed, nuestros calzados…

Me incliné y tomé mis zapatos.

—¿A dónde debes ir con tanta prisa?

Me detuve en seco y lo miré con furia.

—Eso, sigue sin ser de tu incumbencia. —Vi un pantalón, lo agarré y avancé a la puerta.

—Sabía que estabas loca, pero ahora, confirmo que, estás demente. —Reed se levantó de la cama y mi habitación pasó de pequeña a diminuta en un segundo—. ¿Qué te pasa?

—No te me acerques —pedí levantando mis manos—. Puedes quedarte todo lo que quieras, yo regresaré muy tarde.

Abrí la puerta y choqué con el repartidor que seguía sosteniendo los cafés frente a mi habitación.

—Lo siento —balbuceé rodeando su cuerpo y salí huyendo por el pasillo.

—Un gracias bastaba —vociferó Reed desde la puerta.

Subí los hombros como tratando de protegerme de su comentario.

Apreté el paso y no paré hasta girar en el pasillo. Allí pegué mi espalda a la pared y me detuve a analizar lo que estaba pasando.

Expulsé el aire de mis pulmones, mientras negaba con la cabeza.

—No pude haber perdido mi virginidad con él. —Me di un golpe en la frente, pero enseguida lo lamenté, pues solo aumentó mi dolor—. Tanto cuidarme de no caer en las manos de un cretino y borracha vengo a acostarme con el quarterback del colegio, por eso no debo beber más nunca.

—Beber café te ayudará con la resaca —habló Reed mostrando solo su mano sosteniendo el café.

Lo tomé y le di un sorbo.

Ninguno podía ver al otro, ya que, cada uno se había mantenido en la pared donde limitaba el pasillo.

—Te aseguro que, no escuché nada —murmuró Reed y dio un paso quedando frente a mí.

Mis ojos viajaron por el cuerpo de Reed y sentí mis mejillas sonrojarse por mis lujuriosos pensamientos.




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