La calle estaba silenciosa de no ser por los pasos alegres en la acera que sonaban cada vez que Julieta daba un brinco para evitar pisar las rayas de la banqueta. Su cabello negro como el carbón estaba atado a una coleta alta, sus ojos azul claro estaban ocultos por unos lentes gruesos color negro.
Siempre había necesitado lentes pero prefería utilizar lentillas aún cuando le dolían los ojos. No le gustaba usar lentes normales pero lo hacía cuando sus ojos ya no soportaban más lentillas.
Sus pasos se detuvieron hasta llegar a un callejón en la cual una jauría de perros buscaba comida en la basura. Julieta sonrió y sacó de su mochila un paquete lleno de comida, el cual puso en en el suelo y llamo a los perros.
Los cinco perros que había ahí se acercaron y se apresuraron a devorar el alimento que la niña les había dado, Julieta sonrió encantada poniéndose en cuclillas mientras los veía comer. Había estado alimentando a esos perros desde que eran cachorros, siempre les daba de comer sin falta. Estaban siempre esperándola en ese mismo callejón donde los encontró por primera vez abandonados en una caja.
Aún recordaba sus patas suaves y como se gastó toda su mesada en comprar alimento para cachorros.
—Oigan, perritos—dijo con voz dulce—. He sido una buena persona, creo que nunca le hice daño a nadie. He perdido, he conseguido, he amado y he odiado, pero aún con todo eso yo nunca deseé mal a nadie... Y...
Sus ojos se cristalizaron, vio hacia el cielo en busca de respuestas, recordó cuando invitó a Emily a su casa, ella le había contado una historia muy triste acerca de dos demonios que antes habían sido ángeles. «Si tuviera un deseo, cualquiera...» En la historia los dos demonios decían esa oración y pedían sus deseos, todo eso antes de ser destruidos. Emily le pregunto a ella que deseo pediría si pudiera hacerse realidad.
—Si tuviera un deseo... Cualquiera—murmuró—, sería tener a mi familia de vuelta. Quiero aquellos momentos donde éramos felices, sin problemas... Donde todos estábamos juntos. Pero si ese deseo es demasiado egoísta... Al menos quiero ver a mi hermano... Devuélvemelo, por favor. Quiero verte al menos una vez más.
Empezó a llorar, uno de los perros se acercó a ella moviendo la cola en señal de consuelo. Julieta estaba demasiado ocupada llorando que no se fijo en la figura encapuchada que la observaba en la oscuridad.
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Su cabello estaba con más canas y tenía más arrugas que la última vez, pero definitivamente era su padre. Doll no sabía como reaccionar. Estaba congelada por primera vez en mucho tiempo, siempre había sabido que hacer en distintas situaciones, pero esta vez era diferente. ¿Que se supone debía hacer al ver de nuevo a su padre?
Nadie le había dicho que hacer en esa situación. Nunca sintió un lazo fuerte con el, pero la había abandonado. ¡La abandono, a ella! Era imperdonable.
—¿Quiénes son?—pregunto Doll con voz ronca tratando de fingir no reconocerlo.
Al parecer el padre se sintió ofendido ya que hizo una mueca de dolor. Aquella mueca de dolor de Ethan Campbell fue como un extasis para Doll.
—Doll, sube a tu cuarto—le ordenó la madre.
—No hace falta, yo ya me iba. Permiso—dijo antes de dar media vuelta e irse corriendo.
Escucho los gritos de su madre y padre hablándole pero ella no hizo caso y siguió corriendo, no podía pasarle ahora. Simplemente quería que todo fuese un sueño, o una pesadilla.
No sabía a donde ir, ausente en sus pensamientos tropezó con alguien y sacó su aguja automáticamente dispuesta a apuñalar a quien fuera. Estaba alterada y no pensó con claridad.
—¡Espera, espera! ¡Soy yo!—dijo Noah frente a ella.
Doll se detuvo. No lo había visto desde que lo dejaron a su suerte en la mansión ¿como había escapado?. Sacudió la cabeza, ¡eso no era lo importante! Había intentado apuñalarlo, si hubiera sido otra persona estaría en serios problemas. Decidió calmarse y respiró tres veces antes de bajar el arma.
—¿Que haces aquí?—pregunto Doll con hostilidad.
El niño sonrió.
—Vamos, vamos, Hena. Empezamos con el pie izquierdo pero aquí y ahora propongo que nos tratemos bien. ¿Que dices?
Doll sentía unas ganas inimaginables de tirarle los dientes por oírlo llamarla así. Pero por el momento dejaría que la llamara de ese modo. Así, cuando matará a ese niño insolente seria como matar otra vez a Victoria y esta vez lo haría lentamente. Aún necesitaba preguntarle cómo había conseguido aquel apodo.
No era posible que Victoria se lo haya dicho, llevaba muerta dos años. Tampoco había posibilidades de que Emily se lo hubiera dicho, no había ninguna posibilidad en que Noah y Emily se relacionarán en ninguna forma y en caso contrario: mataría al niño antes de lo previsto.
Además estaba el tema del verdadero motivo por el cual mato a Alice, debió sacarlo de algún lugar (o solo adivino) pero no le había dicho a nadie el motivo. Ese niño insolente sabía más cosas de las que debería.