Frente a la puerta de una de las muchas habitaciones del palacio estaban reunidas cuatro personas, y una de ellas golpeaba frenéticamente la puerta, alternando los golpes con palmadas e incluso algunas patadas que por poco hacían caer la estructura de madera.
—¡Capitán! —el joven castaño volvió a tocar, los otros tres sólo se intercambiaban miradas resignadas e incluso somnolientas por la hora que era—. ¡Capitán, por favor, es urgente! —golpeó de nuevo, e intentó abrir la puerta, pero ésta seguía fuertemente cerrada. Y no había respuesta alguna de la persona que se suponía estaba dentro.
—¿Sucede algo, Kentin? —el aludido se sobresaltó al escuchar la voz de Lysandre detrás de él, pero no dejó ver ninguna reacción. Sabía perfectamente que el resto de su equipo se estaría muriendo de risa si da alguna muestra de lo fácil que resultaba provocarle un susto como aquel.
—El capitán no quiere salir… como siempre —el joven albino dio un suspiro cansado.
—Déjamelo a mí —Kentin se hizo a un lado para dejar pasar al consejero, y contrario a su táctica de violencia hacia la puerta el joven sólo se paró frente a ella, y habló con firmeza—. Armin, ¡abre la puerta! —desde adentro se escuchó un fuerte bostezo seguido de una voz perezosa.
—…Armin está dormido— todos afuera rodaron los ojos.
—Hay trabajo— siguió hablando Lysandre. Algunas maldiciones y otros murmullos se escucharon, seguido del sonido semejante a un golpe, o algo que indicaba que alguien había tropezado. Esperaron pacientemente hasta que la puerta se abrió, revelando la cara de pocos amigos que el capitán de la Guardia Imperial, así como la Tropa Real de Élite les lanzaba.
—¿Y ahora qué quiere? —fue el saludo que les dio. Después de todo, quería ir directo al grano para terminar lo más rápido posible y volver a dormir. Lysandre le mostró un pequeño bulto envuelto en pañuelos de encaje—. ¿Para mí? Oh, gracias que amable —preguntó con emoción fingida, como si fuera una doncella recibiendo un regalo de su pretendiente. Todo su equipo se golpeó su frente con la palma de su mano en gesto reprobatorio por la patética broma del joven de cabello negro—. No tienen sentido del humor— rodó los ojos y empezó a desenvolver aquello, y aunque mostró ninguna reacción, por dentro sí se sorprendió. Podría esperar muchas cosas por parte de alguien tan gruñón como el príncipe, pero nunca esperó encontrarse con un feo zapato, bastante desgastado y de un horrible color azul que casi se convertía en gris por lo sucio que estaba.
—¿Y qué opinas?
—Bueno… —le regresó zapato, y se recargó en el arco de la puerta cruzando brazos y piernas. Todos estaban a la expectativa del veredicto de la persona que era experta en rastrear a otros, pero no esperaban la estúpida respuestas que les otorgó—. No me agrada mucho este estilo, pero lo siento, debo declinar tu regalo; no es de mi talla— un segundo golpe en la frente se escuchó por parte de su equipo, a excepción de Lysandre, quien lo reprendió.
—Deja las bromas, esto es serio. Él dijo que tú sabrías localizar a la dueña del zapato.
—Oh, mira, al final creo que encontró a alguien, y yo que pensaba que se quedaría soltero para siempre— empezó a reír, realmente alegre por la orden, como si de verdad le hiciera gracia—. Hey Alex —se dirigió a una persona que podría ser su copia exacta con excepción del color de ojos— creo que perdí la apuesta.
—Armin…— le volvió a reprender Lysandre, llamándolo por su nombre, y alargando el "min"; dejando pasar por el momento la apuesta que hicieron los gemelos sobre la vida amorosa del futuro rey. El capitán dejó de reír, adquiriendo el porte serio y confiado que lo había llevado a ser el máximo líder de las fuerzas armadas del reino Amoris.
—Distrito 3. Busca en el barrio más pobre. Pregunta a Louis, él sabrá— volvió a entrar a su habitación al terminar con la tarea asignada, pero no pudo cerrar la puerta debido a que Lysandre se lo impidió.
—Armin.
—Sí, sí, de nada. Les facilité la mayor parte del trabajo, pero no fue nada, no es necesario el agradecimiento, lo que quiero es dormir.
—No es eso. Tú vendrás con nosotros— Armin no dijo nada, pero sí demostró un semblante fastidiado. Otra noche en vela por los caprichos de Castiel—. Tienes que venir con nosotros Armin, son órdenes expresas del príncipe.
—Pff— bufó.
—Armin…—lo llamó de nuevo, usando su tono autoritario.
—Dame 7 minutos y estoy listo— volvió a cerrar la puerta, y esta vez nadie se lo impidió.
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Con dificultad, mucha más de la que le había costado subir, Alice bajó el gran árbol que había usado para ubicar la dirección hacía su distrito. Había salido abruptamente, corriendo hacia el centro del bosque sin detenerse a pensar en qué podría encontrar más adelante. Le hubiera gustado reunirse con Nathaniel y haber escapado juntos, y así evitarse la fatiga de regresar caminando hasta su distrito, pero si sus pensamientos estaban en lo cierto había saltado por una parte lateral o quizá posterior a la entrada. Y quizá aquella estaba llena de guardias.
No quería enfrentarse con la Guardia Imperial, no de nuevo.
Menos mal que la luz de la luna iluminaba perfectamente su camino, y el clima cálido no dificultaría su larga caminata. Estimaba que le llevaría toda la noche regresar hasta su hogar.
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No quedaba ya ninguna doncella en el palacio real, todas habían regresado a sus hogares al enterarse que el príncipe Castiel se había retirado poco después de la media noche. Pero ya pasaban de las 3 de la mañana, y no había rastro de su prometida.
Nathaniel se había presentado innumerables veces frente a la entrada del castillo para preguntar si no quedaba alguna joven aún dentro del palacio, o si sabían de alguna que hubiera regresado en otro medio que no fuese un carruaje, pero siempre recibía respuestas negativas de los guardias con poca paciencia. La última vez le prohibieron presentarse de nuevo.