Suffolk, Inglaterra. 28 de Mayo de 1820
Tomó la taza que aún humeaba y la acercó a sus labios mientras oía los pasos acercándose por el corredor y lamentó una vez más no haber optado por la caminata diaria que la alejaba un poco del bullicio y los comentarios preocupados, aunque entrometidos, de su tía Anne.
Caminó hacia el alto ventanal y contempló las calles de la ciudad, y aunque había deseado innumerables veces durante las últimas semanas volar lejos y de alguna manera milagrosa olvidar su vergüenza y humillación, nada se comparaba a los últimos días en que el dolor de la realidad que la golpeaba nuevamente solo le revolvía los pensamientos hasta el punto de preguntarse si quizás hacer caso a su pedido, solo lo empeoraba todo.
Inspiró profundo para que el aire renovara su interior y removiera aquellos pensamientos tumultuosos, aquella mezcla de odio, decepción, vergüenza, orgullo propio y lealtad que eran tan difíciles de controlar; pero el sol que perdía resplandor y dejaba paso a las sombras, sólo se comparaba a sus oportunidades, a su realidad, a su vida misma y contuvo su profunda tristeza.
Los pasos se hicieron más cercanos y cerró sus ojos aguardando oír su voz irritante de un instante a otro.
— ¿Caddy? —Los abrió de repente y se volvió hacia la puerta. Su sonrisa perfecta la observaba expectante y sólo atinó a dejar la taza sobre la mesa haciendo que la porcelana tintineara mientras levantaba su falda y corría hacia él.
— ¡John! —Gritó al tiempo que se fundían en un abrazo y las lágrimas brotaban cálidas rodando por su mejilla. — ¿Qué haces aquí? ¿Cómo…? Es que no puedo creer… no imaginas cuánto te he necesitado.
—Sí… lo sé… —Sorbió su nariz y observó sus ojos de manera inquisidora mientras se preguntaba una y otra vez cómo podían los comentarios viajar tan rápido y esparcirse de aquella manera.
— ¿Cómo? ¿Quién?... —Resopló mientras secaba sus lágrimas. — ¿Pudo mi tía atreverse a tanto? —Preguntó indignada sabiendo que la respuesta era un rotundo sí.
—Está preocupada por ti…
—¿Podrías justificarla? Creo que no… Le he pedido que no se inmiscuya más en el asunto y no ha dejado de hacerlo ni un solo segundo. —Estaba hastiada de sus preguntas y cuestionamientos, de sus palabras afiladas y su constante hostigamiento a decir una verdad que guardaba en agradecimiento, pero que le habían costado tanto dolor.
—Quizás la tranquilizaría si le dijeras lo que ha sucedido… si me lo dijeras a mí también. —Caddy inspiró profundo, estaba segura que ninguna de las dos opciones era válida. No recibiría sino una palmada en su hombro y unas míseras gracias por guardar silencio. —Nada has dicho, ni siquiera a Jane… —trago saliva en silencio intentando mantenerse inmutable.
—Nada ha pasado… Me di cuenta que no era el indicado, solo eso. — John rio con ironía mientras quitaba su sombrero y golpeaba sus botas contra el suelo.
—Puedes mentirle a mi madre, a Jane, a ti misma, a todos los demás, pero no a mí. ¿Qué sucedió esa tarde? —exigió.
—No estoy mintiendo. Sólo es la verdad. Nada sucedió. —dijo con firmeza aunque su mirada huyó de la suya y volvió a posarse en el humo de su taza.
— ¿Prefieres entonces una vida de solterona?
—Lo prefiero a vivir sin amor. —respondió con decisión y él resopló.
—Eres terca, muy terca, y esto no ha hecho más que complicar tu situación. Tan solo faltaba que él regresara y pusiéramos fecha…
— ¿Qué situación? —Preguntó indignada pues había quedado prendida de aquella frase.
—Ya sabes… —dijo haciendo un gesto con la mano para quitar importancia a lo que había dicho y que había escapado de sus labios sin conciencia del daño que podía causar.
—No te atrevas a hacer mención sobre el miserable de Robert Foster porque ya sabes que no llegaremos a buen puerto.
—Aquella bofetada en medio del baile no fue una buena idea, Caddy… Más allá de que todo lo que hizo lo justificara. —Tenía razón, pero más razón había tenido su mano para estamparse en el rostro de aquel sinvergüenza. —Han pasado tres años de aquello y la sociedad aún no lo olvida, Londres no olvida, la aristocracia no olvida. —Hizo una pequeña pausa, y luego insistió en el asunto— ¿Crees que cancelar tu compromiso, de verdad es lo mejor? Tienes veinticinco años, aún eres bonita pero hay miles de señoritas más jóvenes que acaparan las miradas, mientras tu historial te condena y de verdad estoy convencido como la primera vez de que Walter Harris es un hombre joven, hecho y derecho, con posición, elegante y que te haría feliz. —Cadence Miller contuvo su respuesta y cruzo sus brazos sobre el pecho convenciéndose nuevamente de que la mejor opción era guardar silencio. Sentía sus mejillas inflamarse y las dos lágrimas que vertió a espaldas de su primo, calmaron su ardor. Las secó rápidamente y luego bebió un sorbo de su té, mientras él la rodeaba por la espalda y susurraba. —Mi madre me ha pedido que hable contigo, que interceda ante él… —Se volvió hacia él boquiabierta, pero aguardó que terminara. —No puedes hacerte esto, Caddy. Tómate unos días, piénsalo… Es lo mejor y estoy seguro de que se te borrará esta loca idea. Me consta que estabas ilusionada pues la última vez que hablamos de sus planes no dejabas de sonreír, ¿cómo has podido cambiar tus sentimientos en tan poco tiempo?… te conozco como si fueras también mi hermana. —Volvió a rodearla en un abrazo que ablandó su determinación y al mismo tiempo la fortalecía. De alguna manera sentía que él era el único que lo merecía.