Londres, Inglaterra. Dos días después.
El sol matutino se colaba por el cristal del ventanal y daba de lleno en la hoja amarillenta, facilitando así la lectura de aquella tinta gastada. Las estanterías repletas de viejos libros que jamás había leído, perfumaban el ambiente y parecían crujir haciendo una especie de melodía silenciosa, plácida y calma. Las botas extendidas sobre el polvoriento escritorio y el ceño apretado de Drake denotaban concentración, millones de elucubraciones y confusión. Volvió a dar una pitada a su cigarro y recorrió las líneas de aquel párrafo una vez más, intentando dilucidar si tal como él pensaba, ocultaban algo más.
… “Aquí estoy acechada por esta soledad tan grande y devastadora que amenaza con devorarme en cuanto te alejen de mí; acompañada por tus pequeñas y movedizas manos, solo pensando en que crecerás sana y lejos de esta oscuridad que va a devorarme. No quiero arrastrarte, no quiero desconocer tu destino y mucho menos sufrir la angustia de que te alejen de mí sin saber dónde estarás.
Hija mía, tienes el rostro más precioso aún de lo que imaginé, tus mejillas sonrosadas y un par de ojos oscuros y vivaces cual ningún otro. Las lágrimas se juntan anegando mi corazón que se estremece al sentir tu mano tan pequeña sobre mi pecho. En estos momentos desearía dejarte de legado un mundo bonito y repleto de bondad, donde la sinceridad prime sobre todo lo demás, que no exista el sufrimiento o la mentira, pero esta vida y las decisiones que tomé me empujan a decirte todo lo contrario: ten cuidado hija mía, porque la maldad de este mundo sobrepasa la capacidad de un corazón noble.
Quizás decirte que huyas, que jamás te acerques o que niegues quien en verdad eres, sea lo mejor y más seguro para ti, pero entonces les ayudaría a concluir su verdadero propósito: negar quién eres y lo que te corresponde, que me fue quitado a fuerza de mentiras y manipulaciones. Reclama por ello cuando estés lista y sólo confía en Richard, en nadie más. Sigue sus consejos pues él lo sabe todo y ha prometido cuidarte y velar por ti, protegerte siempre y amarte. ¿Podrías tener un mejor padre? He entendido que no. Su amor ha sido tan grande y bondadoso que ha sobrepasado todo y a todos…”
Se enderezó en la silla y cogió la taza de café llevándola a sus labios sin apartar sus ojos de las últimas palabras escritas. El sorbo helado y amargo lo distrajeron de su concentración y haciendo una mueca acorde al asco que lo invadía, contuvo el líquido en su boca y terminó lanzándolo por la ventana en el preciso instante en que Byrion entornaba la puerta y perplejo observaba el espectáculo.
— ¿Qué diablos te sucede, Drake? ¿Dónde están tus modales?
—Estaba helado, imposible de tragar. —Observó a su amigo que de levita ajustada y sombrero prolijo se enderezaba frente a él, luciendo su vestimenta.
— ¿Y? ¿Qué tal me veo? Elegante ¿verdad?
—Me sorprendes.
—Me pediste que estuviera acorde a las circunstancias y creí que era un excelente momento para revisar tu vestidor.
—Ya veo… —dijo volviendo a la carta.
— ¿Qué haces? ¿Qué te tiene tan entretenido? Ya debemos irnos.
—Reviso la carta… hay tantas cosas que no terminan de convencerme, tantos misterios…
— ¿No vas a devolvérsela?
—Luego… voy a conservarla por un tiempo más, creo que tiene algo…
— ¿Qué?
—No lo sé… ¿Podrías averiguar algo más? —Byrion asintió. —Quiero que indagues qué le sucedió a Johanne Dudley, cómo murió, cómo conoció a Miller…
—Lo veo difícil… Por cierto, hablando de averiguaciones, Hemingway no ha quedado conforme con tu respuesta. Podríamos decir que la idea de que no encuentres nada aún no le ha agradado y mucho menos que estemos aquí y no siguiendo las faldas de su joven esposa. —Drake resopló y dando con su puño en el escritorio, se quedó pensativo.
—Si ella no ha tenido intimidad con él, saldrá a la luz pronto que tiene un amante confirmado.
— ¿Lo dices por su vientre? —Drake asintió.
—El miserable de Miller no va a dejarla. Ya le debe haber dicho del niño en camino, estoy seguro.
—Digamos que tu esposa se sacrificó en vano…
—Claramente, es que la muy inocente ama al condenado primo y a la amiga desvergonzada y está ciega a todo lo demás. Si ese par no titubeó en revolcarse en las mismas narices del poderoso y celosos esposo, menos los detendrá el sacrificio de Caddy. Estoy seguro. —Byrion carraspeó.
— ¿Caddy? Veo que ya entraste en confianza. —sonrió burlesco y Drake chasqueó la lengua.
—No te incumbe mi vida marital, te lo advierto. —Byrion sonrió.
— ¿Qué le decimos el vejete Hemingway?
—Dile que hay una pista, que estamos tras ella y apenas lo confirmemos le daremos el informe que espera.
— ¿Vas a traicionar a tu esposa?
—No es mi intención, pero tampoco dejo trabajos inconclusos, ya lo sabes. Veremos cómo resulta todo esto. De momento aguardaré que lo del apellido esté solucionado para poder llegar a Law, luego solucionaré el trabajo pendiente.