Carlos, perdóname por escribirte esto, pero es que no tengo otra forma de comunicarme contigo. Hace dos semanas que no he podido venir a verte.
Me lo han prohibido.
Literalmente. Y eso me parte el corazón.
Luisa ha regresado.
No es justo, no lo es en absoluto. Cuando la necesitabas, ella estaba en otra parte, de compras o de viaje. O simplemente de viaje para ir de compras. Dios, Carlos, no puedo soportar sus aires de superioridad. Esta tía se cree que viene directa de Hollywood de estampar las manos en el teatro chino.
Todo esto viene porque el lunes pasado abriste de nuevo los ojos y comenzaste a enviar señales de recuperación. Lamento no haber estado allí, pero es que soy una maldita cobarde.
Es curioso que las cosas se hayan complicado tanto desde que empezaste a mejorar. Y eso es porque ella también estaba al corriente de tus avances.
Luisa.
El último día que vine a verte tuvimos un encontronazo terrible. Yo estaba a punto de irme, porque era noche cerrada. Estaba arañando los últimos minutos a tu lado, preguntándome si cuando despertaras te dejarías el pelo largo como lo llevas ahora, y en ese instante, llegó ella.
Yo ya creía que jamás volvería a verla, así que imagínate la escena: ella entrando por la puerta, con un enorme ramo de rosas rojas y una tarjeta que ponía "feliz aniversario, amor mío".
Cuando me vió, tuvo un terrible ataque de celos. Me gritó que me fuera, que dejase de molestar a su novio y que era una niñata estúpida en la que jamás tú te habrías fijado. Dejó mi moral por los suelos y tuve que escapar de ahí antes de que cumpliera su amenaza de tirarme las rosas a la cabeza. Nunca pensé que la vería reclamando el sitio que, según ella nunca debía haber perdido.
La odio. Supongo que lo habrás notado.
Por eso ahora te escribo desde casa, sin saber cómo va tu evolución y sin poder dejar de pensar en tí. Me contradigo, lo se, pero es que tú ocupas el centro de mi universo. Estoy bastante melancolica, así que espero que me perdones las frases tan cursis del día de hoy.
Vendre pronto a verte. Te lo prometo. Pero me aseguraré de que ella no está junto a tí haciendo guardia, como una leona que no quiere perder su presa.
Nos vemos, Charlie.