Cuando llegué a la puerta de salidas, tenía el corazón en un puño. No sabía
muy bien por qué estaba tan nerviosa, pero lo estaba. Me temblaban las
piernas. Me mordisqueé el labio inferior y seguí a los demás pasajeros hacia
la salida, donde busqué entre la gente que esperaba. Casi todo eran familias
con niños que se reunían con padres y madres. Mi caso era bastante distinto.
Entonces mi mirada se clavó en Naya, que se abría paso de malas maneras
buscándome. Will la miraba, avergonzado, sobre todo cuando le dijo a un
hombre de forma algo brusca que se apartara de su camino.
Sue estaba a su lado comiendo una golosina con cara de aburrimiento. El
simple hecho de que hubiera venido hizo que se me derritiera un poco el
corazón. Quizá se había encariñado conmigo, después de todo.
Jack estaba mirando la puerta con el ceño fruncido. Parecía estar muy
tranquilo, pero yo casi podía sentir su nerviosismo. No dejaba de estirar el
cuello para ver quién salía.
Entonces Naya se giró, me vio y soltó un chillido de emoción. Los otros
tres dieron un salto del susto y la mitad de la gente que estaba allí se quedó
mirándola.
Estaba empezando a acostumbrarme a que la gente de los aeropuertos se
girara para mirarme con mala cara.
Se lanzó sobre mí y me abrazó con fuerza, casi aplastándome. No tuve
mucho tiempo para preocuparme por los demás.
—¡Por fin! —me chilló, mirándome—. ¡No sabes lo largo que se hace
esto sin ti! ¡Éramos tres contra uno! Era agotador. Si contigo ya es difícil
aguantarlos, imagínate estando sola. ¡Sola ante el peligro!
—Lo siento —mascullé, divertida.
—¡Espero que, al menos, hayas venido de buen humor! Vamos a tener
que devolverles muchas bromas para ponernos al día.
Sonreí, negando con la cabeza.
—Bueno, ¿has terminado? —La voz de Jack me devolvió a la realidad
cuando se acercó—. No eres la única que quiere saludarla.
—No he terminado —protestó Naya.
—Sí has terminado. —Will la arrastró del brazo a su lado.
Jack se quedó mirándome y fue en ese preciso momento cuando me di
cuenta de que lo había echado de menos. Pero hasta un nivel que no entendía.
Como si hubiera pasado una eternidad.
No es como si lo necesitara para respirar, pero definitivamente sí que
había notado su ausencia en muchísimos aspectos. Durmiendo sola,
paseándome por la cocina sin notar su mirada sobre mí, sentándome en el sofá
sin que estuviera tumbado a mi lado, viendo una película sin sus
comentarios… En muchísimos aspectos, sí.
Y que me ocurriera eso me daba miedo y me gustaba a partes iguales.
Me daba miedo porque nunca me había sentido así, tan abierta
emocionalmente a alguien, como si me estuviera exponiendo un poco más de
lo acostumbrado a ser un blanco fácil.
Pareció que iba a decir algo, pero no hacía falta. No necesitaba oírlo. Lo
agarré de los cordones de la sudadera y tiré hacia mí. Todo su cuerpo se tensó
por la sorpresa cuando pegué mis labios a los suyos, y al separarme de él, no
me atreví a mirarlo, así que lo abracé con fuerza y escondí la cara en su
cuello. Incluso había echado de menos su olor. Madre mía, ¿qué me pasaba?
Sonreí a Will por encima de su hombro, y él me revolvió el pelo justo
cuando Jack me devolvía el abrazo.
Naya, por cierto, tenía la boca abierta de par en par.
Will me sonrió y asentimos a la vez con la cabeza. A veces, me recordaba
tanto a Spencer… Bueno, a una versión mejorada de Spencer que no me
tiraba cereales de chocolate al pelo cuando se enfadaba conmigo.
—¿Qué tal estaban tus padres? —me preguntó mientras Jack se separaba
de mí para dejarme hablar con ellos.
Seguía sin atreverme a mirar su reacción, por cierto.
—Muy bien. —Sonreí—. Me han tratado mejor estos dos días y medio
que durante toda mi vida.
—Es lo que tiene que te echen de menos —dijo Sue.
—Gracias por venir —dije, sonriéndole.
Ella me miró, incómoda, y frunció el ceño. No estaba muy acostumbrada
a que la gente le agradeciera cosas.
—Bueno… —Jack se frotó las manos—, ¿vamos a casa?
—Por favor —murmuré—. Las lentillas me están matando.
Habían venido en el coche de Jack. Miré sus pegatinas con una sonrisa y
me senté en el asiento del copiloto mientras me quitaba el abrigo. Él parecía
genuinamente feliz mientras encendía el motor. Me miró, sonrió y aceleró.
—¿Y qué habéis hecho estos días? —pregunté, mirando a los demás.
—Mi padre vino de visita —me dijo Naya, sonriente—. Quería ver dónde
estudio y todo eso. Will y yo cenamos con él, y Chris.
—También fuimos a una exposición de la madre de Ross —me dijo Will.
—Sí, y lo primero que hizo al ver a Ross fue preguntarle dónde estabas —
dijo Naya, divertida.
—Antes solo preguntaba por mí —protestó él—. Me siento sustituido.
—Si te consuela —lo miré—, mi familia me preguntó más por ti que por
mí.
Una sonrisa petulante le iluminó la cara.
—¿En serio?
—Me hubiera gustado ir a la exposición —dije, desviando el tema de
nuevo. Me daba vergüenza admitir que había estado hablando de él con mi
familia.
—Ya podrás ir a las otras cincuenta que organiza siempre —me aseguró
Jack—. Cada una más aburrida que la anterior.
—¿Y qué has hecho tú por tu dulce hogar? —Naya me sonrió—. ¿Algo
interesante?
—Pasé la mayor parte del tiempo con mis padres y mis hermanos.
Seguía sin hablar de Monty. No quería hacerlo. Ellos no parecieron darse
cuenta de la omisión. Exceptuando a Jack, que me miró de reojo.
No sé si me gusta o no que nos conozca tanto, Jenny.
Ya en el edificio, nos cruzamos con Agnes, que me saludó y me preguntó
cómo me había ido, si mis padres estaban bien…; en fin, lo típico. Como
siempre, fue muy simpática conmigo. Se despidió de nosotros y nos dijo que
Mike acababa de llegar a casa.
Efectivamente, estaba sentado en el sofá bostezando. Cuando nos oyó
llegar, se puso de pie y, para mi asombro, vino a darme un abrazo
levantándome del suelo. Estaba tan sorprendida que no supe corresponderle.
Jack lo miraba con los labios apretados.