—Entonces… ya es oficial, ¿no?
Mordí la tostada para ganar tiempo y no tener que responder de inmediato.
Tenía las miradas de Mike, Sue, Naya y Will clavadas sobre mí.
—Ejem… —Me aclaré la garganta ruidosamente, avergonzada—. Bueno,
supongo que… que sí.
Naya soltó un chillido de emoción que casi hizo que Sue se cayera de culo
al suelo.
—¡No chilles, loca! —le espetó, irritada.
—¡Por fin! —Naya le dio un manotazo a Will, emocionada—. ¿Te
acuerdas de cuando los presenté y te dije que terminarían juntos? ¡Tenía
razón!
Él arrugó la nariz.
—Yo dije eso. A ti te daba miedo que Ross la espantara.
—Cállate. —Naya me sonrió—. Lo dije yo.
—Sí, claro. —Negué con la cabeza, divertida.
—Entonces… —Mike me señaló con una tostada—, ya es oficial, somos
cuñados.
—Sí, yo diría que sí.
—Qué lástima. Nuestro romance nunca podrá ser.
—No había ningún romance —recalcó Jack, apareciendo con cara de
sueño por el pasillo.
Mike lo miró con mala cara.
—Eso te dice a ti para que no llores. Pero había química.
Jack lo ignoró y me puse colorada cuando se acercó por detrás de mí y me
rodeó con los brazos para besarme justo debajo de la oreja. Seguía llevando la ropa de deporte y notar sus manos en mi estómago hizo que casi se me
atragantara la tostada.
Miré a los demás, avergonzada, y los descubrí a todos girados en nuestra
dirección. Naya tenía una sonrisa de oreja a oreja; Sue, una mueca de asco.
—Por fin nuestro querido Ross ha sentado la cabeza —canturreó Naya,
feliz—. Nunca pensé que viviría para ver este milagroso día.
—Cállate —le dijo Jack, poniendo los ojos en blanco, y luego robó algo
de comer.
—¿No deberíamos celebrar esto? —sugirió Naya, mirando a Will—.
Podríamos ir al cine, o a cenar, o…
—¿Al cine? —Sue puso cara de horror—. Dejaos de tonterías y vayamos
a emborracharnos.
—Siempre pensando en pecado… —Mike negó con la cabeza.
—Como si tú no lo hicieras.
Él le sonrió ampliamente.
—Sí, la verdad es que lo hago.
—Bueno, cada semana hay fiesta en la fraternidad de Lana —replicó Will,
dudando—. Pero no sé si es…
—Es el plan perfecto —lo cortó Mike—. Ahí siempre encuentro a alguien
con quien liarme.
—Qué romántico. —Naya le puso mala cara.
Empezaron a hablar entre ellos y noté que Jack me miraba de reojo.
—¿Tú quieres ir? —preguntó.
—Sí, claro. ¿Por qué no?
Pero notó la duda en mi voz casi al instante. Dejó de comer para fruncir el
ceño, revisándome la cara con los ojos.
—¿Qué?
—Nada, es que… ¿crees que a Lana le hará mucha gracia que… mmm…?
—¿Que estemos saliendo? —Enarcó una ceja, sonriendo.
—Sí, eso.
—¿Sinceramente? Me importa un bledo.
—Pero…
—Además, el otro día vi que no intentabais mataros con la mirada. ¿Eso
no significa que ya os lleváis bien?
—Bueno, le ofrecí galletas de mi padre. No hay mejor ofrenda de paz.
—Pues arreglado. —Me dio un beso en el mismo punto que antes—. Ve a
ducharte y te llevaré a clase.
***
Las clases se me hicieron un poco aburridas, pero al menos había conseguido
hacer un grupo de compañeros con los que me llevaba bien. Especialmente
con uno llamado Curtis —el que una vez había usado de excusa—, que se lo
pasaba genial hablando del culo de nuestro profesor de Técnicas de
Expresión. De hecho, todavía estaba hablando de ello cuando nos despedimos
en la salida del edificio. Estaba lloviendo otra vez.
Dudé un momento, pensando en si llamar a alguien, cuando de pronto
reconocí el coche de Jack al otro lado de la calle. Sonreí ampliamente, me
acerqué corriendo y me deslicé a su lado. Él ya había puesto la calefacción.
Y… llegó el momento de la verdad. Ahora estábamos saliendo, y se
suponía que las parejas que salían se daban un beso al verse… ¿no?
Envalentonándome un poco, me incliné hacia delante y le di un beso en la
comisura de los labios. Él esbozó una sonrisita divertida.
—Yo también me alegro de verte, Jen. ¿Qué tal tu día?
—Aburridísimo —murmuré—. ¿Qué tal tu examen?
Si no recordaba mal, hoy tenían que darle una nota importante.
Esbozó una sonrisita pedante.
—¿Hace falta que lo preguntes?
—Me caes tan mal cuando todo se te da bien…
—Sobreviviré.
Arrancó y miré mi móvil. Shanon me había mandado un mensaje
pidiéndome actualizaciones. Esbocé una pequeña sonrisa y le conté lo que
había pasado anoche. Bueno, los detalles que quería que supiera. Los de tener
novio y todo eso. Lo demás era mejor no contárselo a mi hermana. Qué
vergüenza.
—¿Estás segura de que quieres ir a la fiesta luego? —me preguntó Jack,
sacándome de mis cavilaciones.
—¿Tú no quieres?
—La verdad es que a mí me da bastante igual.
—Qué sorpresa —ironicé.
Sonrió y decidió cambiar de tema.
—Will me ha pedido que fuera a buscar algo de cenar. ¿Qué te apetece?
—Mmm…, quiero…
—Cualquier cosa menos pizza barbacoa, te lo advierto.
Le puse mala cara.
—¿Qué tienes en contra de esa pizza? Es genial.
—Es asquerosa.
—¡Pues es mi favorita!
—Lo sé. Nadie es perfecto.
Sonrió al parar el coche delante de una pizzería. Me pidió que lo esperara
ahí y no tardó en meterse en el restaurante. En cuanto desapareció, marqué el
número de Shanon.
—Deduzco que ahora estás sola —me dijo nada más descolgar.
—Se nota que me conoces.
—Bueno, entonces, ¿qué? ¿Ya tienes novio otra vez?
—No salía con Monty desde hacía un tiempo.
—Ya me entiendes.
La dejé en suspense unos segundos, divertida.
—¡Jenny! —protestó.
—Sí, estoy saliendo con él —dije finalmente.
—¿Oficialmente?
—Oficialmente.
—¡MAMÁ!
Di un respingo cuando se alejó el móvil para gritar.
—¡Tu hija y su novio ya son oficiales!
Escuché el chillido emocionado de mi madre y puse mala cara.
—¡Shanon!
—Lo siento, me comprometí a mantenerla informada.
—¡Al menos podrías haber esperado a que colgara!
—¡La pobre mujer estaba ahogada en sus propios nervios, Jenny! Y
Spencer y papá también querían saberlo.
—¿Y por qué nunca me lo preguntan a mí?
Ella suspiró y supe que iba a decirme algo que no iba a gustarme.
—¿Qué? —me impacienté.
—No te me ofendas, hermanita, pero eres más complicada que un
ejercicio de matemáticas.
—Hay ejercicios de matemáticas muy fáciles —me enfurruñé.
—Pues tú eres uno de esos que el profesor manda de deberes porque no
sabe resolverlo en clase.
—Vaya, muchas gracias.
—Bueno, ¿no vas a contarme más detalles?
—¿No soy tan complicada?
—Vamos, no seas rencorosa. —Casi pude ver su sonrisa divertida—. He
esperado veinticuatro horas antes de llamarte para darte margen de tiempo,
pero ya no puedo más. Necesito detalles jugosos.
—¿Como cuáles?