Al despertarme, me sentí como si alguien me hubiera estado martilleando la
cabeza durante toda la noche.
Como de costumbre, Jack seguía durmiendo profundamente. Pensé en
quedarme con él en lugar de ir a correr. Aunque fuera solo por una mañana.
Pero, finalmente, opté por ser responsable, me puse de pie y me vestí con la
ropa de deporte para salir.
Mike hablaba por teléfono con alguien cuando llegué al piso una hora y
media más tarde. No quería ser chismosa, pero me quité los auriculares para
escuchar mejor lo que decía. Estaba hablando en voz baja al otro lado del
salón. Parecía enfadado. Qué raro. Creo que nunca lo había oído enfadado.
Will, Sue y Jack lo miraban fijamente desde la barra.
Cuando me detuve junto a Jack, él me agarró de la cintura con una
pequeña sonrisa perversa y me plantó un beso en los labios que casi me dejó
sin respiración. Al separarme de él, tenía las mejillas encendidas. Tendría que
acostumbrarme a eso. Estaba claro que no iba a ser la última vez que lo
hiciera.
Will nos dedicó una pequeña sonrisa mientras Sue suspiraba y se pasaba
una mano por la cara.
—¿Qué? —pregunté, sorprendida.
—Acabo de darme cuenta de que soy la única soltera que vive aquí. Es
deprimente.
Mike volvió con una enorme sonrisa, como si no hubiera estado
discutiendo por teléfono un segundo antes.
—Yo también estoy soltero —le dijo, tan feliz.
—Vale. Pues soy la única soltera. Sin contar al parásito.
—No te he visto entrar —me dijo él, ignorándola—. Es una lástima. Te
ves muy bien hoy, cuñada. Muy sexi.
Suspiré mientras Jack dejaba a un lado lo que estaba haciendo para
fulminarlo con la mirada.
—Mike… —supliqué, para que no empezara.
—Era una opinión objetiva.
Levantó las manos en señal de rendición.
—Nadie te ha pedido tu opinión objetiva —masculló Jack.
—Pues no la escuches.
Hubo un momento de silencio. Me sorprendió ver que nadie le preguntaba
nada sobre la llamada, y estaba claro que le había afectado un poco.
Al final decidí hacerlo yo.
—¿Estás bien?
—Sí —aseguró, antes de mirar a su hermano de soslayo—, pero no creo
que tu novio lo esté durante mucho tiempo.
Y, entonces, se produjo una conexión fraternal extrasensorial. A pesar de
que se llevaran mal, seguían siendo hermanos y se habían criado juntos. Con
una sola mirada se entendieron a la perfección.
—Oh, no —masculló Jack con cara de horror.
—Oh, sí. —Mike sonrió ampliamente.
Will parecía tan confuso como yo, cosa que me sorprendió. Él solía
entender esas cosas. Sue los miraba con una ceja enarcada mientras se comía
su helado tranquilamente.
—Me apetece tan poco como a ti, por si te consuela —murmuró Mike,
agarrando una de sus tostadas.
—Pensé que este año asumiría que no hacía falta hacerlo —protestó él,
recuperando su tostada bruscamente.
—Yo también. —Mike puso mala cara cuando intentó robar otra tostada y
recibió un manotazo—. Pero se ve que le gustan las tradiciones. Y que nos
ama con locura, claro.
—¿Puedo preguntar de qué estáis hablando? —dije, enarcando una ceja,
confusa.
—Sí, aquí falta información —me apoyó Will.
Jack se giró hacia nosotros con expresión fastidiada.
—Cada año mi padre insiste en que vayamos a la casa del lago a celebrar
su cumpleaños.
—¿Es su cumpleaños? —preguntó Will, levantando las cejas.
—¿Tenéis casa del lago? —pregunté yo, también levantando las cejas.
—Sí, la tenemos. Y sí, es su cumpleaños. —Jack no parecía muy
entusiasmado con la idea—. Dentro de tres días.
—¿Y no os apetece ir? —pregunté.
—Eres un as leyendo las expresiones de la gente. —Mike me sonrió,
divertido.
—Oye —Jack lo señaló con su tostada—, solo yo me burlo de ella.
—Vale, vale. —Mike seguía pareciendo divertido—. La cosa es que, en
cualquier momento…
No hubo terminado de decirlo cuando alguien llamó a la puerta. Jack soltó
una palabrota mientras su hermano se levantaba sonriente e iba a abrirla.
Cuando volvió, estaba con Mary.
Era un poco divertido ver cómo la cara de mi novio iba siendo cada vez
más lúgubre mientras que la de Mike se iluminaba de manera progresiva.
—Buenos días, niños —nos saludó ella amablemente.
Iba siempre tan bien vestida que me sentí como un ogro por llevar mi ropa
de deporte. Sin embargo, su sonrisa se mantuvo impecable incluso cuando vio
mi horrible atuendo.
—No me pongas esa cara, Jackie —le reprendió su madre al verlo.
—La cambiaré dependiendo de lo que vayas a decir.
Ella lo ignoró y me miró a mí, que me tensé al instante.
Oh, oh.
—¿Te ha comentado Mike lo de la casa del lago?
Asentí con la cabeza muy despacio, precavida.
—Bueno, mi marido quiere que vengas. —Sonrió—. Le haría mucha
ilusión.
—Ni de coña —soltó Jack de malas maneras.
Le di un codazo, sorprendida. Él fingió no darse cuenta.
—Ese lenguaje —le dijo su madre, clavando la mirada en él.
—¿Después de lo que hizo la última vez que la llevé a casa espera que
vaya a su cumpleaños? —Negó con la cabeza—. Que deje en paz a Jen.
—Bueno, por suerte, se lo estaba preguntando a Jennifer y no a ti, hijo.
—Pues yo te digo que no queremos ir.
—¿Ya habláis en conjunto? —se burló Mike.
—Tú no malmetas —le dije, mirándolo.
—Pero ¿no sería un gran detalle que Jackie te presentara en sociedad,
cuñada?
—Cállate, Mike —le dijimos los dos a la vez.
Mary suspiró y retomó la conversación, mirando a Jack.
—Cariño, tu padre quiere conocer a tu novia. Es normal.
—Ya la conoce. Y se encargó muy bien de darle la peor impresión posible
de nuestra familia.
—Un momento. —Levanté una ceja—. ¿Cómo sabe tu padre que estamos
saliendo?
Los dos nos giramos lentamente hacia Mike, que dio un sorbo a su vaso
de leche con expresión inocente.
—Soplón —masculló Jack, fulminándolo con la mirada.
—Era mi deber como buen hijo —protestó él.
—Te estaba preguntando si querías venir, cielo —me recordó Mary
suavemente—. ¿Qué me dices?
—Yo… —balbuceé, dubitativa.
Miré a Jack de reojo, que negó con la cabeza.
—Él va a venir de todos modos —me aseguró su madre—. Es el
cumpleaños de tu padre, cariño, no pongas esa cara. Vas a venir.
—Pero… ¿va toda vuestra familia? —pregunté, un poco nerviosa por la
perspectiva.
—Solo nosotros cuatro —me dijo Mike—. Ah, y la abuela Agnes. A
veces, golpea a papá con un bastón. Es fascinante. Diversión asegurada.
—Y una vez Mike vino con una chica —dijo Jack.
Por la cara de Mary, supuse que eso no había terminado muy bien.
—Y fue la última vez que invitamos a una chica a casa —añadió mi
novio.
—Hasta hoy. —Mary me dedicó una sonrisa deslumbrante—. Si te
interesa, nos vamos mañana por la mañana. La casa está a menos de una hora
en coche.
—O media hora si conduces como un loco —dije, mirando de reojo a Jack
con una sonrisa burlona.
Él me dedicó una mirada agria que me hizo sonreír más.
—Ah, y acuérdate de traer bañador —me dijo Mary.
—¿En invierno?
—Para la bañera de hidromasaje —aclaró Mike.
—¿Hidro… masaje?
Era como si me hablara en otro idioma.
—Seguro que a Agnes también le hace mucha ilusión que vengas —
añadió Mary.
—No sé… —dudé.