Jack estaba medio dormido con la cabeza en mi pecho. Ni siquiera me había
dado cuenta de que estaba pasándole los dedos por el pelo. Él rumió algo
como un animal perezoso.
—Me gusta cuando haces eso —murmuró sin molestarse en abrir los ojos.
De hecho se acomodó mejor sobre mí.
—¿El qué?
—Eso. —Señaló mi mano en su pelo—. Es relajante.
Me quedé mirándolo, pensativa. Parecía estar disfrutándolo, así que seguí
haciéndolo. Ya habían pasado unos días desde lo de Monty, y no habíamos
vuelto a hablar sobre ello.
Una cosa era segura: no sabía qué había hecho, pero sí que había
funcionado. No me había vuelto a llamar.
—¿Jack?
—Mmm…
Dudaba que me estuviera escuchando.
—Creo que no te di las gracias como debía por lo de Monty —murmuré.
—No me las des. Disfruté cada segundo.
Me mordí el labio inferior, buscando las palabras adecuadas.
—¿Qué…?
No sabía ni por dónde empezar.
—¿Qué le… hiciste?
—Retenerlo un poco —murmuró, acomodándose más—. Hasta que llegó
la policía.
Fruncí el ceño. ¿Por qué no quería decírmelo?
—¿Le golpeaste?
Suspiró sonoramente.
—Jen, te ha dejado en paz. Es lo que querías, ¿no?
—Sí, pero…
—Pues ya está.
—¿Por qué crees que saldré corriendo si me dices algo malo de ti?
Él sonrió sobre la piel desnuda de mi pecho.
—¿A qué viene esto?
—Es que…, no lo sé. Tengo la sensación de que no lo sé todo de ti.
—Muy bien —murmuró—, pues pregunta. Mi color favorito es el…
—¿En cuántas peleas has estado?
Él pareció tensarse un momento. Abrió los ojos, sorprendido, y me miró.
De pronto, no parecía tener sueño. Su mirada estaba cargada de desconfianza.
—¿Por qué?
—No lo sé… —Me encogí de hombros, haciéndome la tonta—.
Curiosidad.
Tardó unos segundos eternos en responder, mirándome fijamente. Yo
intenté mantener la compostura y no retirar la pregunta.
—¿Con quién has hablado? —me preguntó.
—¿Yo? ¿Qué? Con nadie, ¿por qué?
Puso los ojos en blanco.
—Jen…
—Con nadie.
—Con Lana y Naya, ¿no?
Parpadeé, sorprendida.
—¿Cómo lo sabes? A veces das miedo.
Él suspiró y rodó para quedarse tumbado a mi lado. Al instante en que lo
hizo, sentí que mi cuerpo se quedaba frío. Quizá no debí haber sacado el
tema. Pero ahora ya era tarde para retirarlo. Lo miré de reojo. Parecía un poco
enfurruñado.
—¿Qué te contaron?
—¿Por qué nunca me has hablado de… tu pasado?
—Porque no estoy orgulloso de él.
—¿Te crees que yo estoy orgullosa de que mi hermano me pillara
intentando enviar fotos sin sujetador a un chico? —pregunté, tratando de
aligerar el ambiente.
Conseguí hacerlo sonreír por un momento. Era una pequeña victoria.
—Jack, te conozco muy bien —murmuré—. Mental y físicamente. Yo…
te he visto los nudillos. Lo he hecho muchas veces.
Él se miró la mano con el ceño fruncido. La sujeté con ternura y le pasé el
pulgar por las marcas.
—Mi hermano Sonny era boxeador. Durante una temporada no quiso usar
los guantes en los entrenamientos… y le quedaron las mismas marcas.
Aunque dudo que las tuyas te las hayas hecho golpeando un saco de boxeo.
Apartó la mano, claramente incómodo.
—¿En cuántas peleas? —repetí.
No me miró. Tenía la mirada clavada en el techo.
—Perdí la cuenta —murmuró.
Me quedé de costado mirándolo.
—¿Cuántas… chicas?
Me dedicó una media sonrisa.
—¿De verdad quieres saberlo?
—Sí.
Suspiró y volvió a dejar de mirarme. Realmente parecía avergonzado.
—También perdí la cuenta de eso.
No pude evitar sentirme un poco mal. Quizá no quería saberlo.
—¿Cuántas… desde que vives aquí?
—Jen, no quiero hablar de esto.
—Quiero saberlo.
—¿Para qué?
—Quiero conocerte. —Tiré de su hombro para volver a tumbarlo cuando
intentó incorporarse—. Jack, soy tu novia. Quiero saber todo de ti. Lo bueno
y lo malo.
Suspiró.
—¿A cuántas?
—No lo sé… —Se pasó una mano por el pelo, irritado—. Más de las que
me gustaría.
—¿De la facultad?
—No. —Negó rotundamente—. No quería volver a cruzarme con ellas
una vez que se fueran de aquí. Siempre me aseguraba de que no estudiaran en
mi universidad.
Tragué saliva. Él tenía los labios apretados.
—¿Eso querías saber?
—Yo… no lo sé. Es que nunca me has parecido… ese tipo de chico.
—Porque no lo soy. Ya no.
—Lana dijo que ahora te comportas como te comportabas antes de todo lo
del instituto.
No dijo nada.
—¿Por qué eras así?
Me analizó unos segundos. Ya estaba empezando a entender bien sus
expresiones aparentemente indiferentes. Y en esos momentos, aunque no le
gustara admitirlo, estaba tenso.
—No lo sé —murmuró al final—. Es complicado. Yo… sentía que
necesitaba hacerlo. Era lo único que me hacía sentir vivo, ¿sabes? Pero no me
siento orgulloso de esa época de mi vida. No me sentía orgulloso ni cuando la
estaba viviendo. No tiene sentido, lo sé.
—Sí lo tiene. Tiene mucho sentido, Jack.
Hice una pausa, dudando. Me acerqué a él y le di un beso en la comisura
de los labios.
—Gracias por contármelo.
—Si no te he contado casi nada.
—Gracias por contarme casi nada, entonces.
Puso los ojos en blanco.
—No estás enfadado con Naya ni con Lana, ¿verdad?
—Espera. —Me miró, confuso—. ¿Estás preocupada por si me enfado
con Lana?
—Bueno…, sí.
Tardó unos segundos en hablar.
—¿Quién eres tú? ¿Qué has hecho con mi novia?
—Oye, me contó todo esto. Quizá no sea tan mala, después de todo.
Eso le había sorprendido más que todo lo demás. No pude evitar sonreír
cuando vi su cara de perplejidad.
—Imagínate que me convierto en la mejor amiga de tus ex —bromeé,
pinchándole le mejilla con un dedo—. Podría sacarles información muy
valiosa de ti.
—¿Qué información?
Se enfurruñó como un niño pequeño.
—Tus secretos oscuros —bromeé, pasándole un dedo por el pecho.
Detuvo mi mano agarrándome por la muñeca, pero parecía divertido.
—No tengo secretos oscuros —dijo, con una sonrisa ladeada.
—Todos los tenemos.
—¿Y cuál es el tuyo?
—Te lo diré cuando tú me digas el tuyo.
Negó con la cabeza y me empujó con suavidad para volver a colocarse
como antes.