Admito que estaba muy nerviosa mientras Mike, Jack y yo bajábamos al
garaje para ir a casa de su padre. Se suponía que Jack y él iban a disculparse
el uno con el otro, pero con ellos nunca era nada tan sencillo.
—Así que conoceremos a tu familia. —Mike sonrió ampliamente,
subiendo al coche y asomándose entre ambos asientos delanteros—. Espero
que les hayas mentido un poco para que crean que somos normales, cuñada.
Esa mañana había llamado a mi madre para preguntarle qué le parecía el
plan. Había pasado de la felicidad extrema al estrés por querer causar una
buena impresión en pocos segundos. Lo que estaba claro era que quería
conocer a Jack.
—Les he hablado bien —le aseguré, sonriendo.
—De mí —aclaró Jack—. No saben que tú existes.
—Pues se llevarán una gran y bonita sorpresa. Puede que incluso me
prefieran a mí de yerno —replicó Mike.
Reprimí una sonrisa cuando Jack puso los ojos en blanco descaradamente.
Llegamos a la casa y me sorprendió ver que Jack esperaba junto a la
puerta del garaje con una mano extendida hacia mí.
—¡Cariño, ya estoy en casa! —exclamó Mike alegremente, entrando.
Mary y el señor Ross estaban hablando en la cocina, pero ambos se
callaron en el instante en que nos vieron llegar. Mike ya estaba husmeando en
el horno bajo la reprobadora mirada de su padre.
—¿Qué hay para cenar?
—Ensalada de pollo —dijo Mary, sonriéndole.
Mike arrugó la nariz, no muy convencido. Jack y yo intercambiamos una
mirada divertida al recordar mi intento de dieta con Naya.
Traté de soltarme de la mano de Jack para ir a saludar a Mary, pero él me
la apretó un poco más y me di cuenta de que estaba mirando fijamente a su
padre, que echó una ojeada a nuestras manos unidas con cara inexpresiva. Me
sentía como si estuviera interrumpiendo un duelo de titanes.
—Oh, querida… —Mary se acercó (para salvarme) con una sonrisa de
oreja a oreja—. Me alegro de verte, como siempre.
Jack por fin me soltó para que pudiera devolverle el abrazo a su madre.
—Señor Ross —lo saludé, separándome de ella.
Él pareció volver en sí y me dedicó una educada sonrisa.
—Jennifer. —Miró a su hijo—. Jack.
Este no respondió.
Bueno…, no empezábamos bien.
Pusimos la mesa entre todos y nos sentamos. Mike tuvo la brillante idea
de sentarse solo en un lado de la mesa, dejándome entre Jack y su padre.
La cosa continuaba igual de mal.
Empezamos a comer en un silencio interrumpido solo por los intentos de
charla de Mary. Bueno, y los míos, que eran todavía peores. Al final, lo que
más cortó el silencio fue Mike parloteando de su banda, hasta que su padre le
pidió que no contara los detalles de lo que hacía con su club de fans.
El señor Ross se puso serio cuando todos terminamos nuestros respectivos
platos.
—Bueno, ayer Jennifer vino a hablar conmigo —dijo.
Miré a Jack enseguida. Tenía la mirada clavada en su padre con la misma
inexpresión que había visto en él muchas veces. Mary parecía un poco
nerviosa, como yo.
—Creo que tenía razón en todo lo que me dijo —añadió él.
Jack frunció el ceño, confuso.
—¿En serio?
—Sí, hijo —replicó él—. Es ridículo que sigamos peleados por algo que
pasó hace más de cinco años.
Mi vena curiosa estaba a punto de explotar. Algún día me enteraría de lo
que había pasado.
—Sé que lo que hice no estuvo bien —añadió el señor Ross—. De hecho,
entiendo que hayas estado enfadado conmigo tanto tiempo. Lo entiendo. Y lo
siento.
Jack había entreabierto la boca, estupefacto. Mary también parecía
sorprendida. Incluso Mike había dejado de devorar pan para mirarlo.
—¿Lo… sientes? —preguntó Jack, perplejo.
—Sí. No creo que esta relación sea sana para ninguno de los dos. Ni
tampoco para tu madre, tu hermano o, incluso, tu novia. ¿No quieres que
podamos presentarnos en su casa como una familia normal? A mí me
gustaría. Y seguro que a tus suegros también. Lo mejor para todos es que nos
olvidemos de lo que pasó. O hagamos lo posible por hacerlo más llevadero…
y pasemos página.
Hizo una pausa, mirándolo.
—¿Qué me dices? ¿Puedes perdonarme?
Jack estaba tan estupefacto que estuvo unos segundos en pleno silencio.
Estiré una mano por debajo de la mesa disimuladamente y toqué su rodilla. Él
parpadeó, volviendo a la realidad. Me miró a mí, a su padre, a mí… y a su
padre.
Cortocircuito.
Finalmente, fue capaz de decirle algo.
—¿Te encuentras mal o algo así?
El señor Ross esbozó una pequeña sonrisa.
—Un poco liberado, la verdad. —Ladeó la cabeza—. Venga, hijo,
pasemos página. Los dos juntos.
Jack volvió a quedarse en silencio, pero esta vez no era por estupefacción.
Era porque estaba pensando. Se aclaró la garganta y, para sorpresa de Mary,
empezó a asentir.
—Puedo intentarlo —murmuró.
—Bien. —Su padre pareció respirar de nuevo—. Me alegra oír eso, Jack.
Mary tenía lágrimas en los ojos. Cuando se ponía dramática, me recordaba
a mi madre. Y a Naya. Las espantó enseguida y se esforzó en fingir que no
pasaba nada.
—¿Alguien quiere postre, queridos?
No estuvimos allí mucho más tiempo, pero estaba claro que la tensión de
la habitación había disminuido. Incluso Jack participó en alguna
conversación. Intercambié una mirada con su padre, que me dedicó una
sonrisa. Me alegraba por ellos. Aunque no supiera lo que había ocurrido en el
pasado, seguro que podían superarlo. No podía ser para tanto.
Llegó la hora de irnos y Mary nos acompañó al garaje. Abrazó a sus dos
hijos primero, pero me dio la sensación de que a mí me abrazaba con más
intensidad.
—Gracias, cielo —susurró.
Se separó de mí un poco emocionada. No supe qué decir. Jack tiró de mi
brazo hacia el coche de nuevo. En cuanto estuvimos dentro, vi que soltaba todo el aire de sus pulmones, como si no hubiera podido respirar en toda la
noche. Estiré la mano hacia su mejilla.
—¿Estás bien?
—No lo sé —admitió con media sonrisa.
Lo atraje hacia mí y pegó sus labios a los míos unos segundos. Sin
embargo, se separó cuando Mike empezó a carraspear ruidosamente en el
asiento de atrás.
—Aquí, o nos besamos todos o no se besa nadie, ¿vale?
Jack puso los ojos en blanco y arrancó el coche.
Al abrir la puerta de casa, cuál fue mi sorpresa cuando no solo me
encontré a Naya, Will y Sue, sino también a Lana y Chris sentados en los
sofás con cervezas en las manos. Y algo me decía que no eran las primeras,
porque tenían cara de estar pasándoselo demasiado bien como para estar
sobrios.
Bueno, Sue no. Ella parecía un poco amargada por el hecho de que
estuvieran perturbando su perfecta tranquilidad.
—¡Jenna! —Naya se puso en pie de un salto y pasó, literalmente, por
encima del sofá para abrazarme—. ¡Por fin refuerzo femenino!
—¿Y yo qué soy? —protestó Lana.
—Yo no soy refuerzo de nada —aseguró Sue.
—Estamos celebrando que he aprobado todos los exámenes —explicó
Naya, feliz—. ¡Venid a beber con nosotros!
Mike fue directamente a uno de los sillones con Sue. Naya, Will y Lana
estaban en un sofá. Chris, Jack y yo en el otro. Me quedé entre los dos y
sonreí a Chris mientras Jack iba a por las cervezas.
—Hacía mucho que no te veía.
—Tampoco ha cambiado gran cosa desde la última vez —me aseguró,
sonriendo—. Bueno, aparte de que… ejem… tú y Ross…
—Sí, yo y Ross… —Sonreí—. ¿Y tú qué tal? ¿La chica esa del
sacacorchos al final mató a su compañera?
—Espero que no, porque nadie me ha avisado de nada. —Hizo una mueca
—. La verdad es que me gustaba que te pasearas por allí. Era agradable poder
hablar con alguien, para variar. Aunque significara tener que ver también al
pesado de tu novio.
Jack acababa de sentarse. Me pasó mi cerveza mientras miraba a Chris
con cierta diversión en los ojos.
—¿No me echas de menos, Chrissy?
—¡No me llames Chrissy! —Se puso rojo.