28 DE JUNIO DE 2014
18 AÑOS DE EDAD
Vierto las palomitas en la caja hasta llenarla y camino hacia la pequeña bodega que hay a un
costado en busca de la salsa picante, me llevo un poco de palomitas a la boca y comienzo a revisar
hasta encontrar un paquete de botellas grandes, tal vez unos cinco litros. Están enormes.
No sé si sea buena idea abrir una de ellas, dudo unos segundos y bufo, salgo de la bodega y,
seguido, salgo del mostrador para caminar hasta la parte donde se encuentran las salsas para los
clientes del cine, vierto mucho picante sobre las palomitas y, con una sonrisa, regreso al mostrador.
—Me das unas palomitas grandes.
Escucho detrás de mí y volteo sin prisa, mi ceño se frunce por unos segundos para después relajarse
y enarcar una ceja por lo alto, frunzo mis labios tomando un gesto de confusión fingida.
—Para ti no hay— murmuro.
Bella agranda su sonrisa de oreja a oreja y niega varias veces. Ella acorta la distancia que hay entre
nosotros y deja un fresco beso sobre mis labios, puedo sentir el brillo labial sobre estos ocasionando
que arrugue mi entrecejo, observa lo que tengo entre las manos y me mira interrogante.
—¿Al menos ya desayunaste bien para que comas eso?— su voz suena baja, sin embargo, no pierde
el filo de firmeza. Ella es así, puede envolver todas las palabras con dulzura fina, pero a la vez
mezcla aquello con alguna otra característica de superioridad.
—Ah, ajá — musito y giro sobre mis talones para darle la espalda, entro a la bodega y siento como
me sigue —. ¿Para qué has venido? Te hacía en tu casa con los libros sobre la cabeza o bebiendo un
poco de té con la abuela.
—No me quieras cambiar de conversación— farfulla. Suelto un suspiro y me giro para mirarla—, te
hice una pregunta.
—Y ya te respondí.
—Ese "ajá" no es ninguna respuesta congruente, Luke— dice frunciendo su ceño—. Al menos
podrías responderme bien, o siquiera decirme qué has comido, ¿no crees?
—Comí una sopa instantánea — confieso encogiéndome de hombros.
—Dios, Luke, eso no es comida, tú lo sabes, deberías alimentarte bien, por favor— suena suplicante
y enojada a la vez, a esto me refería cuando decía que podía combinar varias características.
—Eso hago, Bella, al menos comí, eso debería de ser suficiente para ti, ¿no?— respondo un poco
fastidiado por su insistencia.
—No se trata de mí, ¡es por tu salud!— masculla por lo bajo —. Te drogas y si no puedes dejar de
hacer eso, por lo menos podrías intentar de cuidar tu alimentación.
—¡Basta, Bella, estoy bien! — alzo la voz y la miro mal—. No necesito que me estés cuidando
como un maldito niño, sé lo que hago y si quiero joder mi salud lo haré, tengo conocimiento de lo
que estoy haciendo, ya para, por favor.
Mi mandíbula se tensa y me giro para poder sacar una caja donde está el queso para los nachos,
escucho como sale de la bodega y no hago el intento de detenerla, termino de hacer lo que empecé y
regreso, miro hacia afuera del mostrador para saber si sigue ahí, pero no está.
Por un momento me siento mal y paso mis manos con frustración por mi rostro. Lo bueno de esto es
que fuera temprano y los sábados casi nunca llegaba gente hasta más tarde, por lo cual, nadie había
presenciado nuestra escena, a excepción Josh y Patty que eran parte del equipo del cine.
Prefiero quedarme en silencio durante unos segundos, arrepintiéndome un poco. Elevo mi vista un
poco hacia la maquina de palomitas y me fijo que a un lado de ella hay una bolsa de color crema.
Sabía de quién era, por lo cual me acerco y la abro con lentitud para darme cuenta de su contenido.
Es comida.
Muerdo mis labios sintiendo como mis ojos empiezan a arder.
No me entendía, no entendía porqué me portaba así con Bella cuando ella solo se preocupaba por
mí, la única a decir verdad.
Había empezado mi relación con ella hace más de un año y me comenzaba a comportar tan mal con
la única persona que me trataba con tanto cariño y buscaba la comodidad conmigo, de un momento
a otro las drogas comenzaron a afectarme y de igual manera nuestra relación. No sabía desde qué
momento me había dejado de importar todo, absolutamente todo, era como si no tuviera ningún
propósito para seguir.
Mi vida se había convertido en una miseria.
[...]
Mis ojos pesan y mi pecho duele, como si mi corazón se fuera a salir, siento el frío calar mis huesos
y me obliga a sentirme como un robot con cada movimiento que hago, las nudillos de mis manos
duelen con tan solo chocarlos contra aquella puerta de madera.
Esta se abre y puedo ver la imagen de ella entre mis pestañas húmedas por las lágrimas, no aguanto
el dolor ni el de mi cabeza, tampoco creo seguir sosteniéndome con mis piernas porque siento que
en cualquier momento cederé y caeré al suelo.
—Luke— su voz es arrastrada y mis oídos lo perciben de una manera medulosa—, ¿qué tienes?
—¿Están tus padres? No quiero meterte en problemas— es lo primero que pregunto, me preocupaba
de cierta manera, no quería que la castigaran, no por mi culpa, no de nuevo.
—No, no están, salieron desde ayer, sólo está Marin— responde. Marin, su hermano de unos 10
años o menos, no lo sé.
Me atrevo a alzar mi mirada poco a poco para mirarla a los ojos, sus iris cafés están mirándome con
preocupación, mis párpados tiemblan al igual que mi labio inferior, siento como me estoy
congelando, estoy tan jodidamente mal. Sin que ella me invite a pasar, lo hago y escucho como
cierra la puerta con delicadeza.
—Discúlpame— balbuceo, trago saliva con dificultad y vuelvo a hablar—. E-es sólo que no sé
dónde depositar la mierda que siento y-y siempre eres tú la afectada, desearía que no fuera así— mi
voz se quiebra, al igual que yo—, te necesito y no quiero que me dejes, ¿entiendes? No tú, estoy
harto de todo esto...
No puedo terminar mi patético discurso porque mis rodillas se flexionan por propio mérito y caigo
hasta el frío suelo, siento como se pone a un lado de mí y pronuncia mi nombre varias veces, soy
incapaz de moverme con facilidad, pero hago mi mayor intento para poder mirarla y regalarle una
diminuta sonrisa. Sus delicadas manos acunan mi rostro y siento la calidez de ellas sobre mi piel.
—Tomaste— declara con una mirada de tristeza.
—No, no— niego varias veces—, no me mires de esa forma, n-no lo soporto, estoy harto de esas
miradas... ya no quiero eso.. yo ya no...
—Tranquilo— murmura —, todo está bien, ahora todo está bien.
Tomo una de sus manos y la envuelvo con las mías, siento de nuevo el dolor en mi pecho y no
puedo evitar sollozar, me ahogo en mi grito sintiéndome tan mal, y es que de esta manera se siente
el dolor sentimental, pero lo peor de todo es que no cesa ni aunque llores o grites, patalees o
golpees.
Solo se mantiene ahí, como un jodido chicle en el cabello, pero la única diferencia es que no puedes
cortarlo. Siento como me está quemando y no puedo evitar que deje de arder, entonces, ahí me doy
cuenta que no es bueno mezclar el alcohol con tus penas, menos con tus remordimientos.
—Bella, no— jadeo, con mucho esfuerzo me siento en el suelo sin soltar su mano y la observo,
llevo mi otra mano hacia su mejilla y la acaricio simultaneas veces—, no está bien, ambos lo
sabemos, yo estoy mal, necesito hacer algo por mí, lo sé... y eso es lo peor de todo, que tengo
conocimiento de donde y como estoy, pero no hago nada para poder cambiarlo, sólo me quedo
lamentándome una y otra vez sobre todo... esto.
Bella se mantiene en silencio y la acompaño, alejo mi mano de su rostro y rasco la parte trasera de
mi oreja, algo nervioso y sin saber qué hacer. Mis mejillas están húmedas y mis ojos muy
hinchados, arden y veo todo nubloso.
—Te ayudaré— indica, con la voz más dulce y cálida.
Sostengo mi mirada con la suya y no puedo evitar curvar la comisura de mis labios, regalándole una
sonrisa, aunque fuera la más mínima, sabía que eso era suficiente para ella.
—¿Cenaste?— cuestiona con la vista en soslayo. Yo solo puedo negar con la cabeza—. Ta daré algo
para que entres en calor, ¿sí? ¿Qué quieres de tomar?