19 DE MAYO DE 2014
LUKE HOWLAND
André y yo hablábamos de los sabores de la cajetilla de cigarro que habíamos comprado hace una
media hora en la tienda que estaba sobre la carretera hacia el este.
Honestamente, odiaba los mentolados y estos que estábamos fumando, los de sabor cereza y
durazno me desagradaban.
Quería saber quién fue el gran imbécil que creó esta porquería , había jodido por completos los
cigarrillos, entre todo esto, disfrutaba más los cigarros indios que estos.
A unos cuantos metros, Zev y Jane tomaban una cerveza mientras se besaban, quizás se habían
alejado de nosotros para poder toquetearse un rato, pero bueno, ellos no tenían descaro de quien los
viera.
Jane se alejó de él haciéndole una seña que regresaría rápido y corrió hacia mí, mi ceño se frunció
cuando la tuve al frente y apoyó su mano en mi hombro.
—Necesito que ya nos vayamos — hizo una mueca y volqué los ojos.
—¿Por qué no lo dejas? Deja de...
—Voy a orinar — André me interrumpió elevando la mano para hacerse notar, le di una mirada de
enfado y se alejó.
—Luke... — Jane arrastró mi nombre en forma de súplica —. Tú sabes bien que no tengo nada serio
con él.
—Te presentó con sus padres, Zev te está tomando en serio — indiqué y ella resopló—, pero ¿sabes
qué? No voy a meterme, es tu vida, tú decide lo que quieras y ve bien en qué jodido problema te
puedes meter, sólo atente a las consecuencias.
—Pushi...
—Cállate, Jane — espeté, viéndola irritado y enojado a la vez —. Dile que mi papá mandó un
mensaje y nos tenemos que ir ya, rápido, detesto ser parte de tu jueguito lleno de mentiras.
—Te quiero — susurró.
Antes de darme la vuelta, puse los ojos en blanco y me alejé.
—¡Zev! — escuché a mis espaldas como Jane comenzó a llamarlo.
Divisé a André acercarse a mí con una sonrisa, yo elevé ambas cejas. Mi celular comenzó a sonar y
gruñí sacándolo del bolsillo de mi chamarra, era Bella.
—Hey, ¿qué pasó? — hablé, subiendo al copiloto de la camioneta de mi mejor amigo.
—Necesito hablar contigo, urgente — su voz se oía desesperada y podía notar la preocupación a la
vez —. Tenemos un problema.
Quería decirle que iba en un momento, que me esperara unos cuantos minutos, sin embargo, tuve
que decirle algo más cuando Jane y Zev subieron a la camioneta.
—Claro, ¿te veo en la noche? Es que en este momento no puedo, mi papá me habló diciéndome que
nos quiere a mi prima y a mí en casa.
—Sí, está bien — murmuró.
—Bien. Trata de tranquilizarte, por favor — pedí —. Nos vemos luego, te quiero.
Ella respondió lo mismo y colgó. Solté un suspiro un poco cansado y tallé mi frente, sentí una mano
sobre mi hombro proporcionando una palmada y me fijé que se trataba de Zev regalándome una
sonrisa.
—¿Todo bien? — preguntó enarcando una ceja, mirándome con un poco de pena.
—Sí — mentí—. Todo está excelente.
Él sonrió de oreja a oreja y elevó sus pulgares. Intenté sonreír desviando mi vista al estéreo y
colocar alguna canción, André prendió el motor de la camioneta y comenzó a trazar el camino a
casa de Zev.
No nos demoramos tanto tiempo cuando ya nos encontrábamos en frente de aquella casa de dos
pisos color crema.
La despedida fue rápida, quedando de acuerdo para salir otro día, posiblemente dentro de una
semana e ir a tomar alcohol cerca de la playa.
—¿Puedes llevarme a casa de Bella? — le pregunté a mi amigo, él asintió sin dudar y le agradecí en
voz baja.
—¿Qué pasó? — Jane interrogó, mirándome con una pizca de humor — ¿Problemas en el paraíso,
Pushi?
—Cállate — farfullé de mal humor.
—¿Ya le dijiste que tienes un pequeño crush con la mejor amiga de mi chico? — se burló y le lancé
una mirada de poco amigos — ¿Cómo es que se llama? ¿Ashley?
—Basta, Jane — amenacé.
—Oh, vamos, André sabe que tu amor platónico es la chiquilla esta, ¿no le dirás nada a tu mejor
amiga, verdad? — preguntó dirigiéndose al pelinegro y éste negó riendo —. ¿Ves?
—Estas colmando mi paciencia — indiqué tragando saliva.
—De acuerdo — se dejó caer contra el respaldo del asiento, por un segundo creí que se callaría,
pero cuando estábamos a dos cuadras de llegar a la casa de mi novia, ella volvió a hablar —. Al
parecer no soy la única persona que no está siendo honesta con su pareja...
Abrí los labios para decirle alguna majadería, sin embargo, André frenó de golpe y habló,
quitándome la palabra de la boca.
—¡Listo! ¡Casa de Bella! — festejó y se giró hacia Jane —. ¿Quieres que te lleve a algún lado?
Pásate al frente ya que Luke bajará aquí.
Yo rodé los ojos y sin esperar otro segundo, bajé de la camioneta para ir hacia la casa de la chica,
escuché como mi prima me gritó un hipócrita "buena suerte" y el sonido del motor alejándose.
Llamé a la puerta y en unos minutos, Bella ya estaba al frente mío, sus ojos estaban rojos y sus
labios hinchados, notoriamente se los había mordido y solo lo hacía cuando estaba nerviosa.
—¿Estuviste llorando? ¿Qué pasó? — pregunté preocupado, acercándome a ella para darle un beso
en la frente.
—No sé, no te había dicho nada porque no quería alarmarte, pero... — ella se detuvo y tomó una
gran bocana de aire para decir rápidamente lo siguiente —, tengo un retraso de quince días y sabes
que soy muy regular.
Mi ceño se frunció en ese momento captando lo que había dicho. Sentí como mi boca se secó, di un
paso hacia atrás llevándome las manos al cabello para después entrelazarlas entre ellas por detrás de
mi cabeza. Esto ya había pasado antes, pero sólo había sido una semana, sólo siete días, no quince
putos días.
Mierda. Ella podía estar embarazada.
Carajo. Yo podría ser padre.
Y era una idea que no quería. No me agradaba, sabía que tendría que hacerme cargo y ser
responsable, pero ¿en serio querría ser padre sabiendo la basura que yo era? No querría que aquel
niño o niña tuviera un padre drogadicto y sin futuro.
Demonios, en qué puto lío me había metido, tenía una gran posibilidad de que sería padre.
—Ah-ah — balbuceé —... tenemos que... que confírmalo, estar cien por ciento seguros de que sea
eso — di unos pasos hacia atrás y resoplé —. Haremos una prueba de sangre, no confío en las
caseras.
—Luke, y si es así ¿qué pasará? — preguntó con miedo, mordió sus labios nuevamente y me
acerqué.
—Pues tendríamos que hablar bien, si queremos o no, relativamente; si tú quieres — respondí no
muy seguro —. Tranquila, todo estará bien. Te lo prometo.
Indiqué, dándole un beso en la cabeza. Y en realidad, no estaba muy seguro de que todo estaría
bien, pero lo tendría que cumplir porque se lo había prometido y no me gustaba romper promesas.
[...]