3 DE FEBRERO DE 2014
LUKE HOWLAND
De todas las cosas que hice en mi vida, no me arrepiento de varias, como aquella vez que viajé
fuera de Sidney con André y Bella. Ese día papá me buscaba como loco, mi celular no dejaba de
sonar por llamadas y mensajes donde -prácticamente- me amenazaba, y sí, él fue una de las razones
del porqué odiaba tanto esos aparatos.
Miraba el suelo de la terminal mientras pensaba en todo el lío en el que estaría envuelto una vez que
estuviera de regreso, sabía que al salir de aquí esto sería como luchar contra un león hambriento.
Mordí mi labio inferior y jugueteé con mi pequeño aro de metal.
Un cuerpo sentándose a mi lado en el suelo, me hizo girar hacia esa dirección. Observé a Bella
acomodándose el vestido entre sus piernas, volteó a verme y me sonrió, sus pómulos se volvieron
de un color carmesí y yo no pude evitar fruncir mi ceño con gracia al ver como sus mejillas estaban
infladas por la comida que resguardaba dentro de su boca. Ella intentó tragar todo y una mueca de
dolor se formó en su rostro, miré hacia su regazo donde yacían un montón de paquetes de galletas y
volví a sus ojos.
—¿Por qué tanto?— le pregunté, mi voz salió un poco ronca y ella lamió la comisura de sus labios.
Con mi dedo pulgar limpié cerca de su barbilla unas cuantas migajas y quité el mechón de cabello
que obstruía su ojo derecho.
—Pensé en los dos— afirmó, separando los paquetes—. Traje dos de vainilla, tres de chocolate,
ninguna de fresa porque no me gusta, pero te traje unos dulces de cereza, unas gaseosas y un jugo
de agua natural de naranja, compré tres sándwiches para que comas, un burrito que parece de
plástico y unas frituras.
Yo reí y negué varias veces, Bella era todo un show, cogí una galleta del paquete que ya estaba
abierto y me la llevé a la boca, miré a mi alrededor y me sentí confundido por un instante.
—¿Dónde está André?
—Está en la cafetería de la entrada, dijo que se terminaría ahí su café porque no quiere escuchar tus
desprecios hacia su rico y delicioso americano— terminó en una curiosa risa y puse los ojos en
blanco—. Deberías respetar los gustos, Luke — murmuró con burla.
—Sus gustos apestan— apoyé mi cabeza contra la pared y me dediqué a mirar a la chica que tenía a
mi lado.
Y cuando decía a mi lado, no era solo porque estaba aquí sentada a mi izquierda, sino, porque la
tenía como novia, porque alguien como yo tenía a una persona linda, entregada y fuerte, tan
dedicada, amable y humilde, porque era todo. Fue eso, yo no estaba acostumbrado a que me dieran
todo, ni ser el todo de alguien.
Bella guardaba todas las cosas que había comprado en su pequeña mochila color rosa palo mientras
yo me dedicaba a observar cada uno de sus movimientos, guardaba primero las gaseosas de forma
vertical, las galletas por sabor y así de una manera en que todo quedara en orden.
Las pecas que se esparcían en su rostro se veían más que antes, aún no entendía eso, los pequeños
puntitos se remarcaban más que otras veces, ella decía que era por la ropa, pero seguía sin entender.
Su pequeña nariz se arrugaba, quizás porque en sus pensamientos le estaba disgustando algo, sus
labios se entreabrían y su ceño se fruncía ligeramente, su parpadear me causaba conflicto porque
cuando lo hacía; sus pestañas de arriba y abajo se entrelazaban entre ellas.
—¿Quieres comer algo?— ella preguntó mirándome, se dio cuenta que la estaba observando y la
comisura de sus labios se curvaron para formar una diminuta sonrisa —. ¿Dirás algo por cómo
guardé las cosas?
La solución a tus problemas está al otro lado de tarjeta.
Negué.
Enarcó una ceja, esperando por una respuesta mía, pero preferí traerla hacia mí cuerpo con mi
brazo, ella dejó caer su cabeza sobre mi pecho e hizo unos cuantos dibujos con su dedo índice en mi
pierna. Apoyé mi mejilla en su cabeza y aspiré el aroma a cereza que tenía su cabello.
—No quiero interrumpir el momento— la voz de André sonó, ambos dirigimos nuestra atención
hacia él, quien se encontraba de pie a un lado de nosotros—, pero lamento decirles que ya tenemos
que subir al autobús.
Él nos regaló una sonrisa y apuntó hacia la puerta en donde varias persona comenzaban a salir,
Bella se separó de mí y yo solté un gruñido poniéndome de pie, quise ayudar a la chica, pero ella ya
estaba sacudiendo la parte trasera de su vestido.
—¿Cuánto tiempo nos haremos?— lancé la pregunta hacia el moreno, él ladeó la cabeza sacando
sus cuentas sin dejar de caminar.
—Días — Bella respondió con un aire de gracia, mis ojos se agradaron y André la miró mal.
—No iremos directamente a Broome, Adams — la cortó—, bajaremos en Mount Isa, hablé con mi
tío Doodly y dijo que nos prestará su autocaravana, solo hay que cuidarlo mucho, así que podremos
hacer paradas continuas y disfrutar de cada maravilla que tiene nuestra hermosa Australia.
—Oigan— los llamé preocupado antes de abordar—, esta semana tengo exámenes, voy a repetir el
año si falto...— me voz se apagó cuando repetí en mi mente lo que dije, realmente siempre estaba
en problemas, así que esto sería algo mínimo, tal vez cursar no sería tan malo.
Solté un bufido y, sin más rodeos, subí al autobús.
Tarareaba en mi mente la canción que sonaba a través de mis auriculares y miraba por la ventana el
paisaje, ya estaba oscuro y podía ver comos lo señalamientos se iluminaban por la luz que emitían
los focos automovilísticos.
Entonces lo recordé, la última vez que hablé con mi hermano y la forma en que todo pasó, mi pecho
se oprimió, sentí como la presión crecía cada vez más. Fruncí mi ceño ante las imágenes y cerré mis
ojos con fuerza. Carajo, cuanto lo extrañaba, había dejado tanto a mitad de su camino.