4 DE FEBRERO DE 2014
LUKE HOWLAND
El mar estaba tranquilo y mi mirada se centraba en las pequeñas olas que se arrastraban hasta la
orilla. El color era un azul cielo y recordé cuando nos explicaron el porqué de los tonos, mis pies se
enterraban en la arena mientras mis brazos eran cubiertos por un suéter gris.
—¿Madrugaste? — la voz de Bella sonó a mis espaldas.
—Sí— afirmé sin quitar mi vista del mar.
—¿Cómo por qué?
Por el rabillo del ojo observé como la chica se sentó a mi lado y dirigió su vista al mismo punto que
yo lo hacía. Ladeé mi cabeza un poco hacia la izquierda y solté un suspiro de entre mis labios.
—Ya no podía dormir — confesé—, a parte, no quería despertarte, estabas durmiendo tranquila—
después de un tiempo, volteé a verla—. Eres hermosa cuando lo estás, no quiero decir que no lo
seas, para nada, sólo que esa imagen de ti es muy linda desde mi punto de vista.
Mordí mis labios y sentí vergüenza al confesarle aquello, sentía el jodido calor en mis mejillas,
Bella lo captó y el color carmesí se hizo presente en sus pómulos, una sonrisa de oreja a oreja se
formó en su rostro y estiró su brazo para revolver mi cabello, me dediqué a seguir cada uno de sus
movimientos, la manera en que se arrastraba por la arena para llegar hasta mí y dejar caer su cabeza
sobre mi hombro.
—Gracias, Luke— murmuró —. Adoro cuando dices ese tipo de cosas, normalmente nunca eres así,
por eso aprecio demasiado cada de tus confesiones porque sé que estás siendo sincero— respiró y se
aferró a mi brazo—. Te quiero, Luke.
Esbocé una sonrisa a medias y besé su cabeza, regresé mis ojos hacia las diminutas olas y con mi
mano libre, acaricié apreté las suyas que se encontraban unidad.
—Yo igual te quiero, Bella.
Nos quedamos por un tiempo así, ambos en silencio, disfrutando de la brisa y la vista que teníamos.
Yo jamás me consideré un tipo canalla, de aquellos que no les gustaba ni el más mínimo detalle que
habitaba en la tierra, al contrario, me gusta observar todo lo que nos portaba la madre naturaleza,
recordaba que ciencias naturales era mi materia favorita, siempre me esforcé para sacar buenas
notas, la profesora la encantaban mis trabajos que siempre los exponía ante la clase para que fuera
un "ejemplo" de lo que quería que todos le entregaran.
Aún recordaba mi punto en extra en todos ellos, mamá me ayudaba en las maquetas y se quedaba
conmigo hasta altas horas de la madrugada por tal de complacerme, ella dejaba que mis ideas
salieran y explotara mi creatividad, aquella mujer me apoyó y me apoyaba, no dudaba de eso ni un
sólo segundo. Ella era tan real y única.
—¿Quieres regresar a Sidney?— la voz de la chica hizo presencia de nuevo, yo cerré mis ojos para
tratar de encontrar mi propia tranquilidad.
—Es algo complicado de responder— confesé—. Quiero hacerlo por mi madre, porque es lindo
cuando paso tiempo con ella, me siento muy bien y sé que no pasará nada malo, pero a la vez no por
mi padre, sé que cuando esté de regreso y a penas me vea... el infierno será peor durante unos días.
Lo conozco y lo que menos quería hacer era que se enojara conmigo, sin embargo, no me iba a dejar
venir si se lo pedía, tampoco quería que mi madre tuviera una discusión con él.
Escuché como Bella resopló y el sonido de las olas contra las rocas creaban un sonido meduloso
que me hacían desear que este momento fuese eterno. Que jamás terminara y todo lo que estaba
pasando se acabara, pedía y suplicaba porque en algún momento todo este dolor terminara o se
eliminara de mi mente.
Yo había intentado olvidar y hacer caso omiso a todo lo que ocurría en mi vida, desde la muerte de
Jack hasta el maltrato de mi padre, pero ¿cómo poder eliminar algo que se llevaba en el alma?
Tenía entendido que todas las hematomas que disfrazaban mi piel desnuda, que el dolor
insoportable que a veces no me dejaba respirar bien, se quitaban poco a poco con el tiempo, pero
jamás en mi vida pude eliminar todas las imágenes de mi mente, al hombre gritándome que quería
algo mejor de mí, mi corazón estaba tan dañado que por momento creía que lo más sensato era
acabar con mi vida. Tentar contra ella siempre fue una de las opciones que nunca abandonó mi
cabeza.
Aún con Hasley.
—Luke, puedes detenerlo, te lo he dicho, nosotros te vamos a apoyar y tienes que tener en cuenta
que no nos alejaremos — Bella insistió, tocando de nuevo el tema que hablábamos en el autobús
por la noche.
Lo último, siempre lo recordé porque al final lo hizo, pero no la culpaba, no podría hacerlo cuando
fue quien más intentó en sacarme de aquel hoyo, la chica aguantó tanto y le agradecía por ser mi
hombro y apoyo. Estaba seguro de algo, y es que Bella Adams me enseñó a ser perseverante hasta el
último momento.
Aún recordaba sus mejillas húmedas, sus ojos rojos e hinchados llenos de lágrimas en el
aeropuerto, su maquillaje corrido y sus labios mordisqueados por la impotencia que sentía, la
manera en que me miró esa última vez me había roto, pero yo ya no podía hacer nada. Ambos lo
sabíamos.
—No quiero retomar ese tema, por favor, detente solo por hoy — supliqué en un hilo de voz.
Hubo un largo silencio, tan largo que pensé en tantas cosas, André y ella sin duda eran unas de las
tres personas por las cuales seguía aquí, que tenían tanta fe en mí, pero ¿cómo podían cuando yo
solo me desgastaba sintiendo la misma miseria que cada mañana maldecía por estar vivo?
Hubieron muchos motivos por los que tuve en la vida que quise dejar, hubo tanto por lo cual
permanecí, pero solo un motivo para querer ser eterno.
—Tienes miedo— afirmó.