5 DE DICIEMBRE DE 2015
Algo que odiaba y siempre odié de este instituto era que, si una día no había clases por el cambio
climático o por alguna junta institucional, reponían las clases un sábado, y claro el pasado
veintisiete de noviembre los docentes se habían reunido por necesidad y decidir dar clases hoy.
Hermosa y bendita educación.
Sarcasmo.
Solté un suspiro y pasé por mi rostro una palma de mi mano mientras que la otra sujetaba el
pequeño dispositivo. Mis pasos fueron lentos mientras intentaba ir contra corriente entre los
estudiantes que salían de sus clases para ir directamente a la cafetería, salí del tumulto de personas y
miré a cada una de las mesas que estaban en el jardín delantero. Mis ojos cayeron en la chica y
apreté mis manos en puño para darme el valor de acercarme, mis pasos fueron firmes y decididos.
No estaban sus amigas, solo se encontraba ella con su computadora portátil. Me senté a su lado sin
ningún aviso y rápidamente giró su cabeza hacia mí. Sus labios se entreabrieron y su mirada fue de
sorpresa, le di una sonrisa a medias sin saber que decir con exactitud.
—Me sirvieron, muchas gracias — pronuncié, dejando el USB sobre la mesa.
—De nada — sonrió —. Si necesitas algo más, puedes decirme.
—De acuerdo... — asentí — ¿cómo es que te llamas?
La pelirroja se sonrojo y bajó su mirada hasta el suelo, luego de unos segundos; la alzó.
—Annie — lanzó de forma baja, estaba cohibida y sentí un poco de pena.
Ella de alguna forma -inexplicable-, me había ayudado con mis trabajos para que no me llevara a
extra la materia. Annie me conocía, sabía de mi presencia y, sobretodo, estuvo pendiente de mi
ausencia la semana pasada cuando yo... yo a penas me acababa de enterar que existía. Así que sí, me
sentí mal y culpable.
Su nombre se me hacía conocido, en lo más profundo de mi mente, había un vago recuerdo de una
chica pronunciándolo, pero no tenía idea de quién. Intenté descifrarlo, pero fracasé a penas lo
intenté.
—Bien, Annie — reafirmé su corto nombre y dirigí mi atención a ella, puse mi codo sobre la mesa
de rejillas y apoyé mi mejilla contra mi puño —. ¿Por qué lo hiciste?
La pelirroja soltó un suspiro y cerró su computadora portátil. Hizo sus cosas a un lado, yo me quedé
observando sus movimientos, sus libretas de color azul pastel y bolígrafos de algunos colores
desbordaban de su lapicera blanca, cogió su mochila y mi ceja se arqueó por lo alto, ella comenzó a
guardar todas sus cosas dentro de esta y la colgó sobre su hombro.
Por un segundo creí que se iría, sin embargo, terminó apoyándose contra la orilla y mirarme con sus
ojos claros. Mi rostro se relajó y nos quedamos en silencio unos segundos, yo fruncí mis labios y
pensé si tendría que volver a repetir la pregunta. Sino fue hasta que ella habló.
—Sé que puedes reprobar, es horrible irse a extra por una materia que al parecer es algo fácil, me
alegra tanto que si las hayas usado, me agrada saber que al menos te ayudé, puede que un poco,
pero lo hice. A parte, tienes demasiadas ojeras, se ve que no descansas bien.
La comisura de mis labios se elevaron y reí de forma irónica, aunque no trataba de dar a entender
que fue graciosa su acción, simplemente había salido porque me parecía increíble que estuviera
haciendo estas cosas por alguien a quien conocía solo de vista.
—No fue poco, para nada — negué y rasqué la parte de mi labio inferior donde yacía mi piercing—.
Honestamente, me salvaste el trasero.
Ella echó una risa y ocultó su rostro mirando hacia su regazo.
Lo sabía. Era un poco obvio que le atraía, entonces, mi subconsciente me atacó junto a mi
autoestima, ¿cómo podía gustarle una persona como yo? ¿Acaso no sabía todo lo que hablaban de
mí?
—Me alegra — asintió y volvió a quedarse en silencio.
Saqué del bolsillo de la sudadera mi celular y vi la hora, Weigel todavía no saldría, faltaba todavía
una hora y quince minutos, llevaba casi como un hora esperándola, yo ya no tenía clases, pues el
profesor Guillen no asistiría.
—¿Quieres ir por un refresco? — le propuse volviendo a mirarla —. Tómalo como un pequeño
pago por tu gigante acción. Ahora, sino quieres, está bien, así no gasto dinero, a veces el codo se
pone algo viejo.
—¡Vaya! — carcajeó.
Me puse de pie y le hice una seña, ella rodó los ojos a lo que yo también. Ambos comenzamos a
caminar hacia la cafetería, y escuché como comenzaba a tararear una canción. Genial, una chica con
buenos gustos musicales, casi nadie conocía The Animals*.
Sin embargo, por esta ocasión no quise abrir un tema de conversación, no en ese momento, quizás
podría ser otro día en donde fluyera con más tranquilidad o confianza. No estaba planeando que
esto fuera para largo, pues al término de este año, yo ya no estaría más en Australia.
Pedimos un refresco para cada uno y trazamos un camino hacia la cancha de voleibol, me platicaba
un poco de su vida, y por no querer ser grosero, intentaba prestarle la mínima atención a cada una
de sus palabras, sería horrible tratar mal a una de las escasas personas que se preocupaba por mí. No
me convenía ser tan borde.
—Hacen bonita pareja — pronunció y regresé a la tierra sin quitar mi mirada seria —. La ex de
Michael y tú.
Que jodido era escuchar que la conocieran por ese idiota.
—Hasley — murmuré —. Se llama Hasley.
—Lo siento, no sabía cual era su nombre — se disculpó apenada.
—Oh, no lo dije en forma grotesca, es solo que suelen llamarla de esa manera o también como la
mejor amiga de Zev, aunque ahora creo que también es ex — reí blanqueando los ojos —. Y
supongo que gracias, me siento bien a su lado.
Annie sonrió con ternura y entrelazó sus dedos.
—Espero y no se pierda ese sentimiento.
—Yo igual.
Tal vez se sentiría incómodo, pero honestamente no sentía nada al presumir que en serio me
encontraba en perfecto estado con Hasley. Ni siquiera un poco. Me sentía completo y eso era algo
que nada ni nadie iba a cambiar.
La amaba.
La amé más que a mi propia vida.
Su celular sonó y lo sujetó para mirar por la pantalla, solo veía como sus dedos se movían y el
sonido de mensajes enviados tintineaba. Me fijé en su rostro, en el puente de su nariz y sus mejillas,
tenía pecas que se veían con tanta claridad a pesar del maquillaje. Ya me había fijado de ello la otra
vez.
Me recordó tanto a Bella.
Oh, Bella ¿qué habrás hecho de tu vida?
La última vez que hablé con ella fue hace mas de cinco meses y André ya no me contaba mucho. De
hecho, me dijo que habían perdido un poco la comunicación, se suponía que ya no disponía de tanto
tiempo como antes.
—Me tengo que ir — Annie habló —. Tengo que pasar por mi hermano menor — se apenó y asentí
—. Nos vemos luego, Luke.
—Claro, el lunes sin falta, cuídate, An.
Nos despedimos y se alejó del lugar.
Minutos después recordé que tenía que ir por Weigel a su salón y corrí entre los pasillos, a lo lejos
la vi peleando con su mochila, me acerqué hasta su pequeño cuerpo y fruncí mi ceño.
—¿Ocurre algo? — pregunté y noté como se sobresaltó.
—Ocurre ésto — farfulló enseñándome el pequeño problema que tenía con la pulsera de hilo y su
mochila. Reí.
—A ver — murmuré poniéndome de cuclillas.
Observé el lío y relamí mis labios, ¿cómo mierda se había enredado? Saqué mi encendedor y ella
me dio una mirada aterrada, rodé los ojos moviendo mi cabeza indicándole que se tranquilizara.
Comencé a quemar los hilos con cuidado de no arder su piel para poder deshacer el nudo.