17 de Marzo de 2018.
Existen varios tipos de despedidas, algunas vienen de imprevisto, planeadas y otras tan solo sabes que existen y en cualquier momento sucederán pero no quieres aceptarlo.
A Stelle nunca le importaron las despedidas porque decir adiós significa dejar una parte de ti atrás, desprenderte y mirar hacia delante sin voltear al pasado.
No quería eso, su pasado era un recordatorio, un aprendizaje y a las lecciones tienes que llevarlas de por vida ya sean para bien o para mal.
Se apresuró al bajar del taxi frente a la casa de su tía Donna, se suponía que esta debería recogerla de la estación de autobuses pero comprende que su trabajo de enfermera no le deja mucho tiempo libre.
Al bajarse fue directo al porche y se acercó a una maceta con un cactus que habían dejado con su madre hace dos años, claro que en ese entonces todo marchaba bien, sus padres juntos, reuniones los miércoles con el equipo de porristas y todos los domingos en la sala de su hogar se convertía en una de cine y reproducían películas viejas y reían al compás de los chistes malos de su padre.
Pero todo eso quedó en el olvido, ya no hay momentos felices, ahora existen los días al mes asignados para pasar con cada uno, ya no hay reuniones de equipo y tampoco domingos de cine.
Pero Stelle entenderá mucho tiempo después que esa situación era necesaria para que comprendiera algunas cosas.
Entró a la casa y vio la sala exactamente igual a como la recordaba solo que las paredes estaban pintadas con azul pastel y los cuadros con fotos familiares ya no se encontraban colgadas, eso la hizo sentir aliviada ya que extrañaba a su familia pero no era momento de recordar, se lo repetía varias veces por que le era más fácil así sobrellevar los días.
Sube las escaleras hasta su habitación, y se tumba en la cama.
Esa tarde no desempacaria, y no limpiaría su vieja habitación, esa tarde solo dormiría hasta que llegara su tía, y la ayudará a preparar la cena.
Esa tarde, Stelle no existiría por un momento.
Tía Donna llego poco tiempo después de que Stelle llegara y la obligara a levantarse para desempacar y disfrutar de su sobrina, pasaron dos años desde la última vez que se vieron, su sobrina ya es una niña de dieciséis años, y esa realidad le asusta, pero al mismo tiempo, le reconforta saber que ya es fuerte e independiente.
- Me alegra que hayas vuelto, te heche muchísimo de menos-los ojos de tía Donna brillaron de alegría y su mirada quedó marcada por unas arruguitas.
Ambas se abrazaron y Stelle se sientio como en casa, extrañaba mucho a su tía a pesar de que hablan cada fin de semana al mes en los últimos años, más que su tía, era su mejor amiga.
Al cabo de un rato, Stelle salió al porche con un vaso de café. Se sentó en el balancín e inhaló el aire de la noche. Miro al cielo y sonrío. Había muchas estrellas y por un momento se sintió parte de ellas.
En su casa en Houston muy pocas veces lograba verlas.
Cerro los ojos y recordó el último verano que había pasado en aquella casa.
Hacia poco sus padre habían comenzado a discutir pero no le dio mucha importancia, sin saber que cuatro meses después se divorciarian, y su vida se convertiría en un completo caos.
- ¿Todo bien ahí dentro? -preguntó tía Donna. Se sentó junto a su sobrina y tomo el edredón que trajo y cubrió a las dos -. ¿Desde cuando miras las estrellas?
- Desde hace meses, a una vez en mi habitación, me sentía triste y busqué una forma de sobrellevarlo y terminé viendo un documental sobre galaxias, y cuando las vi, me sentí mejor -volteó a ver a su tía -. Me hicieron sentir menos sola, y me di cuenta que sin importar donde estés, o que estés pasando, ellas te escucharán y estarán contigo sin importar que suceda.
Pues es, después de todo, un compañero fiel para Stelle.
Un sueño que le hace compañía.
Ambas quedaron en silencio y apreciaron el firmamento.
《Una pérdida de tiempo》, diría su madre.
《Una gran imaginación》, diría su padre.
《Una ilusión》, diría Stelle después de un tiempo.
-¿Por qué no quisiste ir con ninguno de ellos?- pregunta tía Donna.
Y Stelle tiene la respuesta, y aún así no la tiene en absoluto.
- Ya basta- dice.
- Sabes que lo que digo no lo hago por atormentarte o herirte, pero ya no eres una niña y tienes que empezar a crecer- Tía Donna se para del porche y antes de volver dentro, se gira hacia ella -. Sabes que hagas lo que hagas, aún así estaré contigo para apoyarte, lo entiendes ¿No?.
Stelle está enfadada, lo único que piensa es en salir corriendo y perderse por un rato.
Quiere gritarle a su madre y a su padre.
Es una noche fría de lluvia en Phoenix pero a ella no le importa, ya que toma su chaqueta y sale corriendo de la casa, y contempla como la calle se abre a su paso como diciéndole que corra, que huya, que se pierda por un rato, y luego comenzará otra vez.
La calle, que ya se ha cubierto de sombras, aunque Stelle sabe que siempre hay tiempo para dar una vuelta.
Escucha la voz de su tía llamándola desde dentro, pero cada paso que dio alejándose su voz se hace más tenue, y poco después ya está en el parque, y se sienta en una banca juntando sus piernas y recostándose en esta.
Se aferra al collar que le dio su padre al cumplir los dieciséis y siente su perdida incluso después de quitarselo del cuello y arrojarlo.
Stelle no quiere despegarse de él, pero ya no hay nada a lo que aferrarse, y no quiere hacerlo a esos recuerdos vacíos.
Se oye un estruendo grave, profundo y distante como un trueno.
Pero no es un trueno.
Risas, piensa ella, pero no ve nada.
Poco a poco esa risa se fue transformando en una voz, que proviene del otro lado del parque.
Se levanta y camina hacia el sonido, pero no logra ver nada más que oscuridad rodeándola, así que toma su celular y alumbra con la pantalla de este.