"Shake it out, shake it out, shake it out, shake it out, ooh whoa..."
— ¿Cómo está ella? ¿Está bien? Vine lo más rápido que pude, por favor, dime qué es lo que está sucediendo... por favor— mi voz es desesperada, llena de preocupación y miedo por la respuesta a sus preguntas.
Quien está frente a mí es Dean, me mira como si yo fuera un perrito abandonado, usa esa mirada que tanto he recibido a lo largo de mi vida al confesar que soy huérfana. Eso es lo que no soporto, porque viene de él, mi mejor amigo, mi hermano mayor, mi cómplice. Pero Dean no abre la boca, solo se queda mirándome intensamente.
— ¡Dean! ¡Dime algo, por amor de Dios! ¡Reacciona, hombre!—las lágrimas comienzan a bajar por la desesperación. De pronto, de reojo percibo una figura, me giro hacia ella y me encuentro con Fred, quien hace una seña con sus manos, dándome a entender que quiere que me acerque.
Casi corro por el pasillo hasta estar frente a él, se limita a levantar su mano izquierda hacia su lado, apuntando a la puerta cerrada. Me precipito hacia ésta y sin desperdiciar segundos, entro hecha un desorden. Eric se encuentra sentado en el sofá cercano a la cama, pero ésta está vacía y tendida. Sube su mirada, tiene los ojos rojos e hinchados de llorar, se pone de pie y se acerca a mí. Estoy completamente inmóvil.
—No lo logró, cielo. El tratamiento no surgió efecto— sé perfectamente de quién me está hablando, pero me rehúso a procesarlo. Las lágrimas corren casi agresivamente por mis mejillas, resbalando por mi cuello y otras cayendo sobre mi blusa.
Un grito desgarrador inunda toda la habitación, me doy cuenta de que es el mío. Eric me abraza fuertemente y escondo mi rostro en su pecho, deseando con todas mis fuerzas el ser capaz de encogerme hasta desaparecer de una vez por todas de este mundo, de esta vida.
Es mucho dolor, es mucho para soportar, para una sola persona, demasiado para un alma tan rota como la mía. No lo soporto, no puedo continuar.
—Todo va a estar bien— dice la voz grave y conocida. Niego con la cabeza.
— ¡Tu no sabes nada! ¡Nada está bien! ¡Nada nunca estará bien!— mi histeria toma el control.
Todo a mi alrededor comienza a perder color, comienza a perder nitidez y sentido, sólo queda esa voz de fondo, la voz de quien me abraza fuertemente a su cuerpo.
— Ellie, todo está bien. Cielo, por favor, despierta— su voz se hace más cercana, se escucha muy preocupado.
Comienzo a ser consciente de sus brazos alrededor de mis hombros, de las puntas de sus cabellos rozando ligeramente mis mejillas, del calor de su cuerpo.
— Corazón, por favor despierta. Estoy aquí contigo, estás a salvo, Ellie— su aroma invade mi sentido del olfato, lentamente abro los ojos. Están empapados, tengo la vista nublada. Trato de mover mis brazos pero están sostenidos— . Oh, lo siento.
Deja de apretarme tanto contra su cuerpo para que yo pueda mover mis brazos y me pueda limpiar los ojos libremente. Mi corazón está a mil por hora; va a salir disparado de mi pecho en cualquier segundo. Al encontrar sus ojos color esmeralda mi cuerpo reacciona y me incorporo para abrazarlo tan fuerte como si mi vida entera dependiera de estar enlazada con él. Sollozos salen de mi garganta, sus dedos recorren delicadamente mi cabello, buscando calmarme, pero es inútil.
Ha sido la pesadilla más horrible que he tenido en mi existencia, me siento destrozada, mi respiración es errática y mi abrazo es muy, muy apretado alrededor de los hombros de Eric. Nos acomoda, de modo que estoy sentada a horcajadas sobre él y comienza a mecernos despacio, como siempre hace cuando tengo pesadillas que me hacen entrar en shock, que es prácticamente desde que nos conocimos.
Susurra melodiosamente sobre mi oído alguna canción de algún ícono británico del siglo pasado, su canto me hace suspirar, lo siento como un analgésico. Mi llanto se hace más ligero, ahora son más suspiros los que dejan mis labios que lágrimas dejando mis ojos. Sus manos acarician son parsimonia toda mi espalda, siguen un ritmo muy sutil y calmado.
Pasa el tiempo, el recuerdo de la primera vez que estuvimos así me invade; estábamos en el sofá de mi apartamento y la sensación fue similar.
—Ya no quiero dormir más, Eric... las pesadillas me están matando— mi voz se escucha demasiado débil y algo rota—. Es como volver a tener las horribles pesadillas que tenía después de la muerte de mis padres. Me siento como esa niña de diez años llena de pánico y tristeza...
El nudo en mi garganta sigue presente, respiro profundamente y cierro los ojos, tratando de encontrar fuerza para ya no seguir con el llanto. Eric por su parte me dio un beso en la cabeza y ajustó su agarre alrededor de mi cuerpo, atrayéndome más hacia él, su calor y sus caricias seguían ayudándome a olvidar estos episodios amargos que he estado teniendo durante las últimas cinco noches, lo peor es que seguía temiendo como si fuera la primera vez.
Necesito soportar lo suficiente para que ella decida aparecerse y seré libre. Eric dejó de tener pesadillas la misma noche en que las peores pesadillas a las que me he enfrentado dieran comienzo. Hemos tratado de descifrarlo pero ninguna de las conclusiones nos parece lo suficientemente buena. Además, desde nuestro encuentro con los hechiceros, hemos buscado alguna forma para que Odette se materialice, pero evidentemente, no hemos tenido suerte con eso.
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Editado: 14.01.2019