Antología de cuentos y fábulas.

6: Me hubiera gustado.

"Perdón, me equivoqué. Hablemos, porque no te quiero perder...".

Me hubiera gustado que esas fueran sus palabras, en cambio de haberse ido sin decir ni una sola, sin decirme el porqué de su abandono hacia mí, con aquella arrogancia e indiferencia que dolía en lo profundo del corazón, de cierto modo, aún sentía cariño hacia él. Si me hubiese pedido que me quedase para que hablásemos, y así arreglar la situación, todo habría sido distinto. Pero sus palabras fueron otras, demasiado crueles como para mencionar siquiera.

Decidí irme de aquella ciudad que me había estado reteniendo por muchos años, a causa de él. Por primera vez en mi vida, comenzaba a tomar las riendas de mis decisiones, mi vida comenzaba a tener a la líder que siempre debió tener: yo misma.

Dejé a ese bastardo en las ruinas, donde tenía que haber estado hace tiempo, donde él pertenecía. No piensen mal de mí, no quería pagarle con la misma moneda, no nos parecíamos ni un poco. A lo mejor se lo merecía, pero es que no valía la pena.

A diferencia suya, conocía el dolor real de un alma rota. No de un corazón roto, porque la verdad es que él no me amaba, lo sabía, y yo ya no sentía lo mismo que sentí al principio de nuestra relación, cuando apenas comenzábamos a conocernos, cuando el amor era mutuo.

Ninguno era ni volvió a ser el mismo desde entonces; al menos sobre él me contó una vieja colega del vecindario. Se había casado, una mujer logró convencerlo de afirmar su vida. ¿También la estaba engañando a ella? Todo podía ser posible con aquel niño llamado hombre.

Durante estos diez años, en los que tuve ausente mi pasado, me formé y construí una vida digna de admirar. Mi familia y amigos me ayudaron, sostuvieron los pedazos rotos, los unieron, y con el paso del tiempo, éstos se sanaron, conformando así un corazón nuevo, sano y fuerte, más fuerte que nunca antes. ¿Quién dice que se necesita de un hombre para volver a creer en el amor? Yo no dependo de uno y, gracias a Dios, nunca debí hacerlo.

Sabía que haberme alejado de ese inútil había sido la mejor decisión que pude tomar. Nunca más volví a rebajarme como solía hacerlo estando con él. Finalmente, lo había sacado de mi vida, estaba en el olvido.

Lo bueno no dura por siempre, suelen decir, ahora sé que es verdad. Al fin de cuentas, todo este tiempo lejos suyo parecía ser en vano: ha vuelto.

"¿Qué será que quiere, qué es lo que busca? ¿Pedir perdón, recuperarme, quizás? Aunque lo intentase, no podría. ¡Ese infeliz! ¿Me quiere arruinar de nuevo, me quiere ver destruida?".

¿Será eso? No podrá hacerlo porque no soy la misma. La inocente adolescente de diecisiete años creció, maduró y entendió cómo fue su pasado, entonces decidió cambiar su presente. Supo que era valiosa y levantó su barbilla, poniendo su vista en lo alto. Así pudo aceptar la vida que le tocó vivir.

No me arrepiento de nada, siendo sincera, lo volvería a hacer y solo existe una razón para ello. No odio al bastardo, solo pienso que fue un gran cobarde. No permitiré que se aparezca en mi vida así como así, cuando él solo sabe dañar y herir sin pensar con claridad. He tropezado demasiadas veces con la misma piedra, me he estudiado el camino para verla a tiempo y saberla esquivar.

Ahora que soy feliz y que tengo una hermosa familia, que mi trabajo es estable y tengo una casa propia; no lo dejaré acercarse a mí, ni a nadie a quien yo ame.

Cuando era chica, tenía muchos planes para el futuro, por eso es que al comienzo de todo creía que era un error, e incluso una maldición. Al pasar por las distintas etapas de mi vida, fui comprendiendo que era una luz en medio de mi tormenta, una bendición apareciendo dentro de un cuerpo que no merecía tan grande regalo. Hoy en día, es aquel rayo de sol que ilumina todo lo que sé. Aquel monstruo me había dado una sola cosa buena: mi hermosa hija, mi cielo, mi amor más grande.

A ella nunca le he hablado sobre él, al menos no del todo. Siempre le había hecho falta, pero fue recién a los seis años, cuando entró a primer grado de primaria, que preguntó por la figura paterna que todos tenían, excepto ella.

Yo le había pintado, casi idealizado, una imagen de él muy fantasiosa. El príncipe rojo, solíamos llamarlo, y él era genial, mi hija era feliz sabiendo que tenía un padre tan maravilloso, entonces creí que era la mejor manera de mantenerla a salvo, siendo ambas felices.

Todos me decían que lo que hacía estaba mal, ¿pero qué podía hacer? La realidad apesta como  para que una niña de apenas seis años cargue con eso.

Mi cielo sabía que el príncipe rojo la amaba, que pensaba siempre en ella y la cuidaba desde donde estaba. Él tenía una misión, así que tardaría en volver a casa. También le dije que, cuando ella nació, él estuvo ahí, cargándola. Que la abrazó, la besó, que la sostuvo entre sus brazos, acunando su indefenso cuerpo.

Ahora entiendo que le mentí muy feo e hice mal, muy mal. Yo solo quise protegerla, no quería verla sufrir, que sintiera el vacío en su corazón o el peso de no saber la verdad en su pequeña mente, el cuestionarse a tan corta edad. No quería que se pregunte por qué su padre la dejó, la abandonó o, simplemente, no la amó.

Mi padre también me había abandonado cuando era apenas una bebé de seis meses, supongo que entenderán el por qué actué de esa forma tan irresponsable y descuidada.

Los muros que estuve construyendo durante todos estos años se derrumbaron con dos simples repiqueteos en la puerta de la entrada.

Él está aquí, quiere ver a su hija y no puedo hacer nada para impedirlo.

(N/A. Género drama)

Otra vez, no sé el género de este relato, Im so sorry, guys.

No me extenderé, este es el texto más largo de la obra, teniendo 1000 palabras y no quiero aburrirlos.



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En el texto hay: relatos, cuentos, cuentos cortos y relatos

Editado: 24.07.2020

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