Según lo que cuentan mis amigos, existe una leyenda aquí en el pueblo sobre una casa embrujada que está cerca del río.
Dicen que se esconden cientos de monstruos y a medianoche se escucha el llanto de un niño.
Muchos no se atreven a pisar la casa y los imprudentes no salen vivos para contarlo.
Entonces, si no salen vivos ¿Cómo saben que está embrujada? ¿Cómo saben que ocurre?
Además, todas las casas cerca del río están ocupadas. Yo vivo en la zona y no he escuchado nada al respecto.
Mis vecinos ni siquiera pasan por mi casa y cuando alguno lo hace, se queda viendo de forma extraña nuestra fachada.
Puede que la paranoia si esté causando efecto.
Me niego a que nos miren extraño y nos culpen por un simple rumor, así que corrí a dónde mis amigos para reclamarles y decir que no existía nada raro.
Ninguno me escuchó y ninguno me miró ¿Por qué nadie me hizo caso?
No lo entendí hasta que uno de ellos me atravesó completamente como si no existiera.
—A Natalia le gustaban mis historias de terror —dijo mi amigo.
Mi amiga sonrió con pesar.
—Ahora su casa es una historia de terror —suspiró—. No puedo creer que ella y su familia lleven un año muertos.