Emily
Mi corazón latía a millón. Una centena de hormigas comenzaron a revolotear mi estómago y creo que dejé de respirar.
—Emily, debes abrir la boca y sigue mis movimientos.
Lo hice más por la vergüenza que acababa de pasar. Y fue evidente que le dije, eres el primero en besarme. Sin embargo, sus suaves labios me fueron guiando y la sensación fue tomando auge. Nos separamos por falta de aire, acarició mi nariz con la suya.
» Son muy suaves tus labios peli rosada.
Mi rostro lo sentí arder, y él no ayudó con su risita burlona. No le pude sostener la mirada. No debería estar viviendo estas sensaciones de alegría. Mi mamá murió.
—Se nos enfría el chocolate.
No pude mirarlo definitivamente, comimos en silencio. Tuvo razón, la arepa era deliciosa. Terminé chupándome los dedos.
—Te dije que era la mejor.
—Tenías razón.
Una empleada pasó a recoger los platos y volvimos a sentarnos en el mueble grande para mirar caer el agua. Estábamos muy cerca y él pasó el brazo para abrazarme. Era el momento de hablar, sin embargo, no sabía que decirle.
—Fui el primero en besarte, ¿cierto? —afirmé.
—Nunca imaginé que mi primer beso llegaría de parte del chico al que me he empecinado a maltratar y menos después de la muerte de mi madre.
—Tampoco imaginé que besaría a la chica que ha intentado agredirme tanto.
Me cubrí más con la manta. El frío ya era evidente y nos pegamos más el uno al otro.
—¿Has tenido mucha experiencia?
—La suficiente para saber lo que se debe hacer —volvimos a quedarnos callados. Sentí que deseaba decirme algo.
—Dilo.
—No voy a quedarme en Atlanta. —Al menos fue sincero—, me gustó besarte y me gustaría seguir haciéndolo, pero…
—No estarás para ofrecer algo a largo plazo —estaba cerca de su pecho, podía sentir el acelerado latir de su corazón.
—Así es. Me iré a Turquía. Tendré que enfrentar la realidad que aquí y contigo trato de aislar. Eres como un oasis, peli rosada.
—No somos nada Iskander.
—Pero quiero seguir besándote. —En esta ocasión me arriesgué y fui yo quien acunó su rostro para unir nuestros labios de nuevo—. ¿Esto que significa?
—Nada es casualidad, la persona que me iba a enseñar a besar tenía que pasar una rigurosa preselección de golpes —sonrió, para volver a unir nuestros labios, nos separamos con la respiración acelerada—. ¿Cuánto tiempo te quedarás?
—Regreso en un mes y medio.
—Entonces vivamos la mejor relación de verano —volvió a besarme y en esta ocasión el beso fue más largo.
—Con una promesa —sentía mis labios hinchados.
—No funciona así.
—Todo ha sido atípico entre los dos. Seremos lo que no somos en este verano. Pero si por algún motivo nos volvemos a ver en un escenario donde se puede tener una relación, si no tenemos parejas. Serás mía.
—¿Quieres decir que sea tu novia?
—El nombre es lo de menos, solo te pido que seas mía. Si aún existe la química, la atracción por querer matarme. Si llega a pasar. Por favor, promete que nos damos una oportunidad.
—Solamente si pasa en ese caso.
—Las promesas se cumplen.
—Jóvenes, la cena está lista y luego los invitamos a jugar parques.
La noche pasó increíble. A las once de la noche nos acostamos después de una acalorada y risueña partida de parqués con un par de adultos mayores muy tramposos y mañosos. A la mañana siguiente, después de un delicioso desayuno, nos despedimos, agradecimos la hospitalidad y regresamos a Medellín.
Iskander
Éramos algo y no éramos nada al mismo tiempo. Aun así, siento que somos mucho más que un nada. Estas dos semanas habían sido increíbles. Nos hemos visto todos los días; cine, helado, comidas, paseos, o simplemente ver películas en la sala de la casa con su abuelo a un lado.
No he pensado en el problema de mis padres. Y el decirle a mi peli rosada la verdad sobre el no ser nada, pero serlo mientras estemos juntos se sentía muy bien. Azra también ha disfrutado. En lo que es comida me hace caritas para acompañarnos. Cuando deseaba besarla mucho no me llevaba a mi Esferita. Mi hermanita es quien ha puesto al tanto a mi madre y como era una novedad el que Iskander tenga algo serio, que no es serio, aun así, no ha dejado de indagarme.
—Vas a llevarte el reloj.
—Me lo regalaste —sus regordetes cachetes se ancharon.
—Lo sé. Pero hoy es una cita, es viernes y vas a cenar.
—Tengo un jean puesto.
—Y una camisa algo que te produce alergia. —La susodicha me grababa.