—Llevamos un largo tiempo batallando. Sin embargo, ya no le encuentro sentido. Esta guerra termina aquí.
—¿Porqué?
—Por qué no sabía lo cansadora y fuerte que eras.
—Entonces, ¡gané la batalla! —grité, victoriosa.
Después de años de lucha, por fin, podía envainar mi espada.
—Si, "ganaste" —me respondió sarcásticamente.
—Por fin, estaré tranqui... —no alcancé a terminar la oración, porqué cuando la miré, ella seguía con la espada en la mano. Me di cuenta que solo lo dijo para que bajara la guardia. Levantó la mano sujetando firmemente su espada y con decisión, se la enterró en el pecho, matándome en el acto.