Aquella mujer pesaba demasiado como para subirla por las escaleras.
—¡Oye! —le gritó a su marido— ¿por qué elegiste hoy a la más gorda? —él se detuvo unos segundos y le contestó;
—Con una chica delgada no alcanzaría para alimentar a nuestros hijos y a mis amigos, que vienen de visita.
—¡Ja!, me hubieses avisado —le respondió su esposa, esta vez, con una gran sonrisa.