apariencias engañosas

01: Franceses. Siempre tan amigables...

Capitulo 01| Franceses. Siempre tan amigables...

 

Me encontraba ante una de las ventanas de la residencia del Bulevar Voltaire, contemplando las calles desiertas en la noche de Paris, mientras que tras mis espaldas solo se encontraba mi compañero de habitación, Ethan Fernsby, bebiendo café mientras producía sonidos que salían con cada sorber de aquella taza blanca.

 –Es sumamente curioso –dije de pronto, suspirando.

–¿Qué cosa Sky? –pregunto Ethan, que se encontraba sentado tranquilamente en aquel sillón marrón de la habitación aun con la taza entre las manos.

–Pues dedúcelo tú, compañero casi subjefe. Estamos en la ciudad del “amor” acechando a un posible asesino con conexiones hasta en el trasero, tenemos un jefe que nos está pisando los talones y sueña con despedirnos si osamos cometer un simple error al caminar, y por si fuera poco no sabemos ni siquiera en que maldito hotel se hospedan él y la princesita de su hermana. –di un largo sorbido de aire–. ¿Entiendes ahora mi punto de vista?.

Ethan había entreabierto los labios para pronunciar una respuesta pero fue interrumpido por sonidos de golpes que provenían de la puerta del cuarto en el que nos encontrábamos. Hice una señal con mi cabeza a mi compañero que se encontraba posicionado a unos centímetros míos, y este agarro una de las armas que se encontraban sobre la mesa de la cocina y la tomo entre sus dos manos y recibí un asentimiento por parte suya.                                                                                 Sostuve la otra pistola que estaba anteriormente en aquella mesa y la posicione atrás de mi espalda mientras me dirigía camino a la puerta de madera marrón de donde no se dejaban de oír aquellos golpes hacia esta.

«Nadie sabía que estábamos aquí…», pensé, «A menos que sea el jefe»

Acerque uno de mis ojos hacia la mirilla de la entrada. Tapada. Definitivamente no era el jefe. Devolví mi cabeza hacia atrás y mirando a mi compañero hice un ademan de negación a lo que él me respondió un “Habré la jodida cerradura”  en casi susurros.  Me devolví frente a la entrada y gire lentamente la perilla de metal abriendo así la puerta de la que en ningún momento habían entrado disparos, bombas o algo rutinario en estos casos. Lo único que podía divisar al sacar un poco la cabeza afuera de la entrada fue la figura de un hombre de tez bronceada vestido de traje y anteojos que sostenía una caja de mediana estatura color beige bien arreglada y con un moño azul en lo alto de esta. Apreté un poco la pistola detrás de mi espalda y me dispuse a abrirla completamente y así encontrarme con la mirada de aquel tipo de aspecto extraño.

–¿Señorita Saelices? –inquirió.

–¿Quién pregunta? –cuestione.

–En nombre del departamento de policía de París queríamos hacerle un pequeño presente para agradecerle su cooperación con nuestro país en tal misión de gran alcance –acerco la caja hacia mi rostro–. Esperamos que pueda aceptarlo.   

El hombre de traje había dado una pequeña sonrisa que hasta el mejor actor en sus días más viejos se hubiera dado cuenta la falsedad que cargaba conjunto con el erróneo mensaje escrito en su cara de “confía en mí”.                                                                                                                                  Baje mi vista para enfocarla en aquella caja misteriosa de colores claros que se estaba llevando todas las sospechas de la extraña visita de este hombre.

–¿Todo bien Skyler? –pregunto Ethan acercándose a la puerta y divisar al alto hombre–. Señor.

–Oh, claro, tú debes ser el oficial Fernsby. Un gusto, policía de Paris.

–El gusto es mío.

Se estrecharon las manos en señal de saludo e Ethan paso a mirarme con duda acerca de la aparición de aquel hombre.

–La verdad no pude entender demasiado pero parece que la policía de aquí está de cierta forma agradecida con nosotros –pase a mirar al hombre–, y uno de sus oficiales ha venido a traernos un pequeño regalo.

–¿Qué?.

–Lo que escucho oficial Fernsby. Tome –paso a dejar aquella caja beige en sus manos–, les pido una grandísima disculpa por mis malos modales oficiales, pero el deber me espera. Que pasen buena noche.

–Espere…

Y con esas últimas palabras aquella persona abandono el establecimiento y a su vez planto cierta duda en las cabezas de los oficiales que miraban con curiosidad aquella caja que podría o no ser algún tipo de engaño plantado por aquel hombre.                                                                                  Pasaron  dentro de su habitación e iniciaron el protocolo contra bombas que se enseñaba pero nada. Prosiguieron a investigar si en alguna parte del sospechoso regalo podría contener sustancias toxicas, y una vez más nada. Se les estaban acabando las opciones y era eso o abrir aquel regalo para nada encantador al gusto de los oficiales.

Me encontraba sentada en uno de los sillones individuales con aquella caja en frente de mis narices mientras solo intentaba deducir aquel empaque y poder salir de esa situación que le había sacado el sueño a mi cerebro cansado.

–¿No estarás pensando en abrirla o sí? –agrego Ethan.

–¿Tenemos más opciones?.

–¿Qué te parecen las de sobrevivir y no terminar muertos por la caja de un extraño?. Creo que son más factibles.

Seguí con mi vista pegada a la caja que se encontraba al frente. «Nadie tendrá clemencia con ustedes, es territorio de gente poderosa, nadie es amigo de nadie…», esas eran las palabras que el jefe les había dedicado antes de subir a aquel avión e ir a Paris en busca de un lunático dueño de casinos que de seguro estaba pudriéndose en billetes mientras jugaba con sus cabezas.                  Discutí un poco con Ethan pero al ver esa como única solución, abrí la caja. Expectante a que pasara algo me quede en forma de defensa personal, pero solo se vino a mis fosas nasales un ligero olor a vainilla acompañado de chocolate y la forma de un pequeño pastel con letras rosas  que decía “gracias por todo, y buena suerte”.




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