Apariencias engañosas: Conexiones oscuras

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Sale de la residencia sin apartar la vista de su teléfono en ningún momento; de hecho, está a punto de chocarse con un par de personas, con las que se disculpa rápidamente antes de seguir su camino hasta el lugar donde ayer dejó su coche.

Se ha levantado temprano y, aunque ha salido a correr un rato para despejarse –de nuevo–, no ha tardado en volver a su habitación, darse una ducha y vestirse lo más rápido posible. Todo eso sin apenas dirigir una palabra a Rachel, sólo unos buenos días cuando ella se despertó. No le ha dicho a ella ni a nadie que ese día también faltará a las clases y que irá a visitar a Ruby.

Tal y como hizo el día anterior, recuerda el sitio donde encerraron a Ruby. En Los Ángeles. Su padre se aseguró de que la metían en un centro lo suficientemente lejos de su hija, y lo máximo a donde pudo ir es a Los Ángeles. Antes estaba a más de 15 horas en coche hasta allí, pero ahora sólo está a poco más de 5 horas, así que tiene que darse prisa.

Se asegura de mirar bien la dirección una vez más cuando está dentro del coche y, tras apuntarla en el GPS de su móvil, arranca el coche y comienza a conducir. Da un sorbo al café para llevar que ha comprado antes de salir y sigue conduciendo, alternando la mirada entre su móvil y la carretera para asegurarse de que va por buen camino.

Ha salido bastante temprano, así que si no pilla ningún atasco, llegará antes del mediodía y podrá ver a Ruby antes de comer algo. Ni siquiera está segura de lo que le dirá cuando la vea, pero el único pensamiento que tiene en ese momento es el de llegar a tiempo. Y sin que nadie se entere; mucho menos sus padres o Jack. Está segura de que no estarían de acuerdo en que en ese momento esté conduciendo para ver a la persona que estuvo –o está– obsesionada con ella.

El camino hacia Los Ángeles lo hace lo más tranquila que puede, centrándose en escuchar la música que suena en la radio e ir tarareando todas y cada una de las canciones. Es lo único que puede hacer para que los nervios de su estómago desaparezcan.

Pero, aunque en un principio lo consigue y permanece todo el camino como si realmente estuviese yendo a ver a una gran amiga, en cuanto detiene el coche frente al centro donde se encuentra Ruby, los nervios vuelven a acudir a ella. Y el café que terminó de beber hace unas horas no ayuda a que pueda permanecer tranquila.

Se queda mirando el gran edificio que tiene ante ella, pensando en si ha sido buena opción o no ir hasta allí. Pero ya no puede arrepentirse. Acaba de hacer más de cinco horas en coche, no puede volver atrás. Tiene que arriesgarse. Siempre ha sido una chica que no tenía miedo a nada, que los cambios no le asustaban, que tenía clara sus ideas y que se arriesgaba a hacer todo aquello de lo que dudaba. Pero en ese momento… es como si esa chica no existiera.

Coge aire profundamente y decide salir de una vez. Agarra su bolso, lo cuelga en uno de sus hombros y se acerca a paso decidido hacia la entrada. Hay un par de personas saliendo en ese momento y le sujetan la puerta para que ella pueda pasar, lo que agradece con una sonrisa amable.

Nada más entrar, se fija unos segundos en el interior del edificio. Paredes y suelos blancos, puertas en tonos blancos y azules, y una cristalera a través de la cual hay una mujer de blanco hablando por teléfono. Hay varias personas caminan alrededor de ella, y reconoce al instante a la mayoría de ellas como enfermeros o personal que trabaja allí.

–Eh… buenos días –saluda cuando llega a la recepción y la mujer deja de hablar por teléfono.

Se queda un momento callada, pensando en que igual debería haber dicho buenas tardes en lugar de buenos días, pero decide olvidarse de esa tontería.

–Buenas, ¿necesita algo? –le dice al instante la mujer joven pelirroja y con pecas en la zona de su nariz, con una sonrisa cordial.

–Sí, he venido a visitar a una interna –comienza a decir–. Se llama Ruby Myers.

–¿Es familiar?

–No, es una amiga mía. Llevo mucho tiempo sin verla y pensaba que podría pasar a verla –dice, intentando parecer lo más sincera posible.

–Bien, déjame que mire a ver si está haciendo ahora alguna actividad –dice y Brooke asiente.

Espera unos minutos mientras la mujer mira atenta su ordenador y teclea algo en él.

Brooke aprovecha a volver a mirar a su alrededor y darse cuenta de que también hay varios asientos azules a un lado de la entrada; no hay nadie sentado ahí en esos momentos, pero sí ve salir a tres personas de una de las puertas, hablando entre ellos.

Se queda mirándoles como si fuese lo más importante que ha visto nunca antes de dirigir la mirada hacia aquella mujer cuando la llama.

–Tienes suerte, acaba de terminar una actividad y tiene libre hasta dentro de media hora. Puedo dejarte pasar ahora.

–Sí, genial.

–Bien, ¿puedes decirme tu nombre, por favor?

–Brooke Stone.

–Vale, Brooke. Pues espera un momento ahí hasta que te avisen. Van a avisar primero a Ruby.

–Gracias –sonríe amable y va hacia los asientos que ha estado mirando antes.

Está a punto de sacar  el móvil y trastear un poco con él hasta que pueda pasar, pero decide no hacerlo. Sabe que puede tener mensajes de Jack y, aunque aún no ha hablado con él, prefiere hacerlo cuando salga de allí y ya haya podido hablar con Ruby.

Deja el móvil donde está y mira a su alrededor, esperando a que la llamen mientras mueve su piernas nerviosa. No deja de pensar en qué decirle a la que un día fue su amiga, pero su mente se queda en blanco cuando lo intenta. Por mucho que lo intente, tiene claro que no conseguirá ordenar sus ideas.

Minutos más tarde, por fin aparece un hombre de una de las salas y le avisa de que puede pasar.

–¿Vienes a ver a algún familiar? –le pregunta, siendo amable con ella. Allí todo el mundo está siendo bastante simpático, cosa que agradece.



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En el texto hay: asesinatos, misterio, thriller

Editado: 22.10.2021

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