Apariencias engañosas: El peligro acecha

8

Se pasa las manos por el pelo, cerrando los ojos con fuerza, y se queda mirando el techo un momento antes de incorporarse lentamente de la cama.

No ha dormido, prácticamente, en toda la noche. A pesar de que se puso música para intentar no pensar en esa sensación de que alguien estaba observándola, no pudo conciliar el sueño por más de dos horas. Y por ello, ahora se encuentra con un terrible dolor de cabeza.

Por fin, se levanta poco a poco, suspirando, y se queda un momento sentada con los pies colgando el borde de la cama antes de ponerse de pie. Un par de minutos más tarde –después de haber pasado por el cuarto de baño–, va a la cocina.

–Buenos días –murmura nada más entrar, sentándose rápidamente y tapándose al cara con las manos, con los codos apoyados en la mesa.

–Buenos días –Gabriella se gira hacia ella–. ¿Te encuentras bien, Brooke?

–No –dice ella, mostrando de nuevo su cara–. No he podido dormir nada, y ahora me duele mucho la cabeza. Parece que me va a reventar en cualquier momento.

–¿Te quieres quedar hoy en casa y descansar un poco?

Brooke asiente con la cabeza, pasándose una vez más las manos por la cara para apartarse los mechones de pelo que habían caído sobre ésta.

–Ten, desayuna un poco y después te tomas esto –deja frente a ella un plato con un par de tostadas y un vaso con zumo natural, acompañado de una medicina.

–¿Y eso? ¿Qué te pasa? –interviene Oliver, entrando en la cocina ya vestido con el uniforme de policía.

–Me duele mucho la cabeza, no he dormido nada esta noche –le sonríe rápidamente a su padre cuando él deja un beso en su cabeza–. Sentía como si alguien me estuviese mirando. Creo que me estoy volviendo loca.

–Ah, ¿no te lo hemos dicho? –su padre la mira desde el otro lado de la mesa–. Esta casa está encantada. Nos dijeron que murió una familia asesinada brutalmente, así que igual es alguno de ellos, que ya se está apareciendo.

–Ja-ja, qué gracioso –Brooke pone los ojos en blanco, aunque le lanza después una mirada divertida.

Finalmente, empieza a desayunar junto a sus padres, tomándose después la medicación con lo poco que queda de zumo en el vaso. Se queda un momento ahí sentada, hablando con sus padres y los cuales les avisa de que en un rato se irán al trabajo. Cuando se dispone a subir a su habitación, la interrumpe el sonido del timbre.

Se queda parada un momento sin saber quién puede ser cuando recuerda que ayer le dijo a Ruby que iría a clase con ella, que les llevaría su padre. Se acerca a la puerta sin hacerle esperar más.

–¡Hola! ¿Qué tal? ¿Vamos ya a clase? –Ruby sonríe ampliamente cuando abre la puerta–. ¿Aún no te has vestido? Vamos a llegar tarde.

–No voy a ir a clase, me encuentro un poco mal y voy a quedarme aquí, para descansar un poco –le avisa–. Justo te iba a avisar ahora, cuando cogiese el móvil.

–Ah, pues…

–Buenos días, Brooke. ¿Qué tal? –aparece de repente el padre de Ruby, colocándose a su lado.

–Buenos días, señor Myers. Justo le estaba diciendo a su hija que podéis iros sin mí, hoy me quedaré en casa.

–Oh, ¿te encuentras mal? –le pregunta y Brooke asiente–. Recupérate, entonces. ¿Vamos, Ruby? No puedes llegar tarde, y luego tengo que ir con tu madre a hacer unas cosas.

–Claro –Ruby vuelve a mirar a Brooke–. Me paso esta tarde a verte, ¿vale?

Brooke asiente rápidamente y se despide de ellos. Cierra la puerta en cuanto los dos se alejan de la casa y se gira de nuevo hacia las escaleras para subir a su habitación.

–¿Quién era? –le pregunta Gabriella desde la cocina.

–El señor Myers y Ruby. Hoy iba a ir con ellos a clase –les explica rápidamente–. Voy a subir un rato a la habitación. Avisadme cuando os vayáis, ¿vale?

Tanto Gabriella como Oliver asiente y ella termina por ir a su habitación.

Ya en la cama, coge su móvil y avisa a sus amigos de que no irá a clase, de que los verá mañana o esa tarde si se encuentra mejor, y después deja el móvil a un lado para intentar dormir un poco.

Justo antes de quedarse dormida, Oliver le avisa de que tanto él como su madre se van a ir ya, y Brooke no tarda en quedarse dormida –por fin– unos minutos más tarde.

* * *

Se sobresalta cuando escucha el sonido del timbre repetidas veces. Brooke está sentada con las piernas cruzadas en el sofá, con el ordenador en sus piernas, y con la televisión de fondo. Tiene puesto un capitulo repetido de una de las series policíacas que desde siempre ha visto y ve con su padre.

Desde pequeña, recuerda cómo muchas tardes –cuando su padre no iba a trabajar y estaba en casa– o muchas noches veían juntos una de esas series, mientras Oliver le explicaba ciertas cosas que, o no entendía, o comparaba con lo que había hecho él en su trabajo.

El timbre vuelve a sonar, consiguiendo que desvíe de nuevo su atención a la puerta, y deja el ordenador a un lado para abrir.

¿Quién será ahora?, piensa y suelta un suspiro mientras se levanta con pereza.

Se sorprende cuando ve a Ruby frente a ella. ¿Qué hace ahí? Es la pausa del mediodía, aún le quedan un par de horas de clase. De hecho, tendría que estar en el comedor.

–¿Ruby? ¿Qué haces aquí?

–He venido a verte –sonríe ampliamente y pasa por su lado, entrando en la casa–. Estaba en clase y he pensado: ¿por qué no voy a ver a Brooke y estar con ella? Así que, aquí estoy. ¿Cómo estás? ¿Mejor?

–Eh… sí, algo mejor –cierra la puerta tras ella–. No hacía falta que vinieses ahora, Ruby. Estás perdiendo clase.

–No me voy a perder nada importante, por un día no pasará nada. ¿Qué hacías?

–Estaba intentando terminar el trabajo –Brooke suspira y se acerca al sofá, sentándose rápidamente. Ruby no tarda en unirse a ella.

–Oh, te he interrumpido –hace una mueca de disculpa–. Perdón.

–No pasa nada.



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En el texto hay: misterio, thriller, aparienciasymentiras

Editado: 05.12.2020

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