Apocalipsis 001

ACTO XVII: ¿UN DUELO QUE DA PASO A UN BUEN DIA?

 Aquella mañana estuvo empapada de un aire de melancolía y dolor; el viento estaba frío y su sonido parecía un llanto. Los chicos se refugiaban en nosotros; rememoraban sus mejores momentos, sus más profundos sentimientos, con tal emoción que erizaban la piel de todos. A mi me mortificaba siquiera pensar en la muerte de mis padres. 

      Al rato que los chicos se calmaran, se decidió hacerle una pequeña y rápida ceremonia de despedida. La ocultaríamos bajo el fango. Era la mejor idea, y lo más rápido que podíamos hacer en el momento. No podíamos darnos el lujo de cavar un agujero y darle digna sepultura. 

   A ellos les costó mucho deshacerse de su madre. Lloraban y se retorcían del dolor, mientras dejábamos que el cuerpo marchito se hundiera en el lodo. Sus gritos desgarradores me ahogaba en llanto, aunque me mordía los labios. 

    —Chicos lo siento mucho mucho. Estoy segura de que ella siempre los amó con todo su corazón. Estoy realmente apenada… pobrecitos… —Expresó mi madre, observando cómo lloraban. 

    —Nos dejó. Señora, ella nos dejó solos. Nos dejó solitos —Sollozaba Sara, que hundía sus penas en el pecho de mi madre. De repente parecía como si le faltara aire y volvía a romper en llantos. El sol casi alcanzaba el Cenit. 

    —No mi niña… no digas eso. Nos tienes a nosotros, a mí —Sara levantó el rostro y dirigió su mirada hacia mi madre.  —... No puedo confiar plenamente en usted, disculpe. Le dije que olvidara el pasado, Lo sé. Pero solo deme un poco de tiempo; solo eso me hará generar más confianza en usted. De verdad lo siento. —Sara dejó de llorar de golpe. Con un movimiento salió de debajo de los brazos de mi madre y se alejó hasta llegar a las orillas del fango para ponerse de cuclillas.   Se mordía  los labios tratando de aguantar el dolor. Mi madre lloraba, viendo que también Victor se alejaba de ella, para hacerle compañía a su hermana.

    —Te entiendo Sara. Esos errores no son tan fáciles de curar, te entiendo,  pero... haré todo lo posible por alcanzar la mejor versión de mí. —Mi padre estaba un poco distanciado de nosotros, pero claramente había escuchado lo dicho por mi madre. 

   Me acerqué a mi madre. Traté de decirle algo, pero me había regresado el dolor en la garganta. Ella me observó con ternura y me abrazó con fuerza. 

    —No intentes hablar hijo, guarda tus palabras para cuando te sientas mejor. Ahora lo importante es saber que vamos a hacer. No hay muchas opciones, eso lo tenemos más que entendido. Tampoco disponemos de todo el tiempo como para quedarnos aquí a discutir qué hacer. Tal vez si agilizamos el paso, podremos llegar hasta la  ciudad del sur antes del anochecer. Debemos tomar una decisión lo más rápido posible. —Mi madre hizo una señal con el rostro tratando de involucrar a mi padre, quien ahora estaba de cuclillas algo distanciado de la escena.  —¿Qué opinan de irnos caminando rápidamente hacia el sur?

 —No creo que sea buena idea.  —Interrumpió mi padre, reincorporándose y acercándose a la escena con el semblante inexpresivo— Apenas hemos recorrido unos 20 Kilómetros, solo nos hemos alejado parcialmente de la ciudad... que horripilante jungla de acero.  —Desde aquella distancia aún se podían visualizar los grandes edificios, como un espejismo a la distancia—.  Aquella ciudad del sur no es que esté tan cerca como para que nos dé el tiempo a llegar a ella antes del anochecer; de llegar a ella nos tomaría tiempo encontrar el supuesto refugio, el cual no estamos seguro de su existencia o siquiera si está dentro de la misma ciudad. Tal vez está a las afueras en algún lugar cercano. Estaríamos a merced del ejército y saben que lo menor que nos podría ocurrir  es que nos capturen  y nos maten al tiempo. 

 —¿Qué alternativa hay entonces…?   —Dijo mi madre. Luego de unos segundos de silencio mi padre llamó a Sara y Victor; les dió ánimos y los incorporó a la conversación.

 —Evidentemente sería un sucicidio ir hacia la ciudad del sur, por lo menos por el momento. En esta muerta y esteril llanura apenas hay hierba seca ensuciadas con las cenizas de los muertos. Las cajas de alimentos son insuficientes para nosotros,  más que algunas se han arruinado con el accidente… entonces, ¿qué nos queda?

 —He estado un largo rato observando aquella montaña.   —Dijo Victor, mientras  miraba con admiración la montaña. señalaba  una gran colina que estaba en el horizonte. Desde la distancia parecía una majestuosidad, casi como si  hubiera sido esculpida teniendo en  cuenta todos los detalles posibles. Provocaba placer observar cómo brotaba un intenso color lapislázuli combinado armoniosamente con un verde pino de entre su interior. El cielo a su alrededor estaba despejado, dándole un aire de divinidad a aquella formación en el relieve. 

 —¿Y si vamos hacia allá?  —Comentó Sara —. ¿Sería lo mejor?

 —No lo sabemos, pero parece ser una buena opción. No me había dado cuenta de que esa montaña  estaba ahí. Parece hasta divina. ¿Será que ya nos hemos mal acostumbrado a los cielos grises y solitarios ?  —dijo mi padre.

 —No parece estar muy lejos. Podría decir que está más cerca que la ciudad.   —dijo mi madre, entusiasmada con la idea. —Parece rebosante de vida.  

—Entonces, ¿Cuál es el plan? Tampoco es que irnos a esa montaña solucionaría todos nuestros problemas. Podría ser igual de arriesgado que ir a la ciudad, pero con la diferencia de que aparenta estar cerca. —Dijo mi padre, mientras observaba la montaña y perdía sus ojos en sus alturas y sus colores. 

Nos reincorporamos y decidimos que valía la pena ir hacia aquel sitio. Aquella montaña tenía una atracción sobrenatural, como una vidriera de una capilla a ojos de un campesino que nunca en su vida había salido de su aldea.  



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En el texto hay: misterio, apocalipsis, ciencia ficcion

Editado: 21.08.2023

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