«Mi nombre es Camila Marín, tengo 17 años y hace unos pocos días ocurrió algo digno de película de ficción; un apocalipsis zombie.
No tengo idea de lo que está pasando. Logre sobrevivir gracias a mi profesor de literatura, Alan Novat. Él es un hombre tenaz, rápido para actuar y siempre listo para hacer uso de su destreza.
Nos hemos separado del par de chicos que nos ayudaron a llegar a salvo a casa del profesor; Daniel y Esteban. Ellos son raros pero extrañamente reconfortantes. El profesor Novat recibió indicios de que uno de sus familiares buscaría la manera de llegar a la ciudad principal así que nos dirigimos hacía allá.
Mi hermana Mía está desaparecida. Fui a buscarla y mi corazón se desplomó hasta el suelo cuando al llegar a casa solo encontre escombros. No sé si siga viva y eso me aterra. No quiero pensar mucho en eso o terminaré llorando hasta ahogarme en mi propia miseria, por mas dramático y exagerado que suene.
Tengo mucho miedo, a decir verdad, y no creo tener lo que hace falta para sobrevivir. Solo me queda rezar para no llegar a ser una carga para el profesor Novat, quiero serle de ayuda pero hasta ahora no me ha ido muy bien siéndolo.
Decidí llevar este diario para contar mi experiencia pero más que nada para distraer mi propio temor.
Justo ahora nos hemos detenido a descansar, llevamos horas caminando. Los autos abandonados nos impiden avanzar rápidamente por la autopista así que calculo que tardaremos cuatro días en llegar hasta la ciudad principal, tal vez incluso más. Debemos ser cuidadosos, no hacer ruido y evitar el enfrentamiento con esas cosas lo mas que podamos.
El profesor Novat me esta observando mientras escribo. Siempre pensé esto pero lo confirmo ahora, su mirada es intensa, es el tipo de hombre al que le gusta estar a cargo. Me esta provocando piel de gallina. Es raro, parece una persona amable y me trata bien pero algo me dice que en el fondo puede llegar a ser letal.
Nota: sus ojos son de un atractivo agradable color verde»
—¿Sacarás un libro cuando sobrevivas a todo esto? –preguntó Alan cuando Camila por fin guardó el cuaderno que había decidido llevar al viaje.
—Sólo es una distracción –Camila respondió sin girar a verlo— ¿cree que el resto del mundo se encuentre igual?
—Es difícil saberlo –el hombre alzó la mirada al cielo despejado, el olor en el aire de la ciudad era desagradable—. Puede que haya un lugar seguro en alguna parte
"Alguna parte".
¿Por qué eso sonaba tan distante y melancólico?
Ninguno continuó la conversación.
Se encontraban en medio de la carretera. Ambos carriles estaban llenos de autos abandonados y no había señales de sobrevivientes, ni una sola alma hasta donde alcanzaba la vista lo cual resultaba atemorizante. Alan trataba de racionar el agua y la comida lo más que podía pero sabía que llegaría el momento en que tendrían que detenerse a conseguir más. Había cuervos y otros animales carroñeros en cada rincón buscando la carne humana que pudieran usar de alimento.
—El sol está muy arriba –comentó Alan— debe ser cerca del medio día, debemos seguir avanzando tanto como podamos antes de que...
Sus palabras murieron ahogadas cuando un grito desgarrador cortó la tranquilidad de la carretera. Camila saltó en su lugar desde lo alto del capote de un auto abandonado y se agachó junto a Alan, ocultándose a un costado del vehículo.
Ambos asomaron la cabeza buscando señales de peligro. Los gritos, que sin duda eran de esas criaturas, se hicieron más fuertes pero además de eso el rugido de motores rasgaron el aire. Alan observó pasmado la manera en la que un grupo de motociclistas aparecía desde un lado de la carretera arrastrando una horda de muertos vivientes atados con cadenas. Las bestias come humanos se retorcian intentando liberarse mientras sus extremidades rozaban el asfalto dejando un camino de sangre y piel por donde pasaban.
Camila se dejo caer por completo al suelo cuando aquellos hombres empezaron a reír y disparar al aire como si estuvieran celebrando algo. Alan logró contar al menos diez en el grupo. Las motocicletas eran de esas todoterreno que podían incluso saltar por encima de los autos abandonados sin problema por lo que no les fue difícil abrirse camino por la carretera.
El sonido atrajó a más criaturas y el grupo de motociclistas aulló cual manada de lobos al aire haciendo que todos los zombies que aparecían atraidos por el escandalo los siguieran. Empezaron a avanzar con un grupo cada vez más grande de criaturas tras ellos hasta que de pronto las voces, los motores y los chillidos taladrantes se perdieron en la distancia. El silencio reinó de nuevo.
—¿Qué fue eso? –Camila se estaba cubriendo los oídos con manos temblorosas tratando de ahogar los sonidos, aún los sentía muy presentes.
—No tengo idea pero será mejor evitarlos –Alan lanzó una mirada alrededor, una gota de sudor caía desde su sien y un músculo en su mandíbula temblaba—. Las vías del tren pasan cerca de aquí, quizás podríamos seguirlas.
Camila asintió mientras Alan la tomaba del brazo para obligarla a ponerse en pie y ambos echaron a andar de nuevo, buscando una ruta más tranquila, y de ser posible, segura.